Guerras civiles e internacionales en el Perú del siglo XIX.
Batalla de Paucarpata (Arequipa, 1837)
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GUERRAS CIVILES E INTERNACIONALES EN EL PERÚ DEL SIGLO XIX
En 1941 el notable historiador Jorge Basadre, apuntaba algo que pasaba inadvertido para muchos peruanos, el hecho que “ningún país sudamericano llego a sumar en el siglo XIX una cantidad de luchas internacionales tan grande como el Perú” (1). La constatación era interesante, sin embargo se obviaba el hecho de que probablemente también somos el país que más guerras civiles atravesó en el siglo XIX.
Ciertamente, para muchos la historia del Perú es sólo un recuento de batallas y enfrentamientos. Mirada excesivamente crítica, sin duda; sin embargo, es claro que para entender la historia de la república del siglo XIX, es imperativo reflexionar en torno al origen, desarrollo y consecuencias de las guerras civiles e internacionales (muchas veces una sola) que atravesó el Perú.
Recuerdo que no hace mucho, alguien postulaba la idea de que para desarrollar una “cultura de paz” en la escuela (y otros espacios) había que prescindir de una historia que enfatizara las guerras y conflictos. Este sentido común bienintencionado, quizás no tomaba en consideración la existencia de historias nacionales (como la peruana) plagadas de revoluciones, guerras y luchas que difícilmente se pueden omitir del relato histórico. Pero más aún, esta idea negaba implícitamente el hecho de que del análisis y reflexión sobre nuestros conflictos bélicos pueda construirse una verdadera cultura de paz.
Desde las rebeliones anticoloniales del siglo XVIII hasta el conflicto armado interno de fines del siglo XX, la historiografía nacional cuenta con amplia documentación sobre los conflictos y guerras de los últimos tres siglos. Lamentablemente la vieja etiqueta de “positivista” o tradicional que recayó sobre la historia político-militar hace que esta tenga menos prestigio que la “historia social” que correctamente fue revalorizada por la historiografía del siglo XX y XXI.
Una mirada rápida al siglo XIX peruano (desde las luchas por la independencia en 1811 hasta la guerra civil de 1895), nos muestra diversos conflictos internos y externos de duración corta y amplia.
Guerras civiles |
Guerras internacionales |
Guerras de la Independencia (1811-1824) |
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Invasión a Bolivia (1828) |
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Guerra con la Gran Colombia (1829) |
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Guerra civil entre Orbegoso y Bermúdez-Gamarra (1834) |
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Guerras de antecedentes a la confederación peruano-boliviana (1836) |
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Primera guerra de Chile contra la confederación(1837) |
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Segunda guerra de Chile contra la confederación (1838-1839) |
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Conflicto con Bolivia (1841-1842) |
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Guerra civil entre Vivanco y Ramón Castilla (1844) |
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Guerra entre Echenique y Ramón Castilla (1854) |
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Invasión al Ecuador (1858) |
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Revolución de Prado contra Pezet (1865) |
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Guerra contra España (1866) |
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Guerra del Pacifico entre Bolivia, Perú y Chile (1879-1884) |
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Guerra civil entre Cáceres e Iglesias (1884-1885) |
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Guerra civil entre Cáceres y Piérola (1895) |
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Total: 11 |
Total. 10 |
La lista, que sin ser totalmente acuciosa, suma en total once guerras civiles y hasta 10 guerras internacionales; pero lo curioso es notar que: “A pesar de esta proclividad bélica el Perú ha sido el Estado más pacifista y generoso de América del sur” (2). Lo cual se demuestra en el hecho de que todas las guerras internacionales que enfrento el Perú fueron de carácter defensivo; y también al considerar que fue “el único (país) que se dio el lujo de dar generoso albergue en su capital a tres congresos de solidaridad continental; el único que otorgo espontáneamente su apoyo moral y material a países tan lejanos y pequeños como Costa Rica, Nicaragua, Cuba y Paraguay” (3). Algo importante de señalar, pues muchas veces la vieja historiografía ecuatoriana y boliviana colocaba al Perú como un país agresor y belicoso, contradiciendo así la realidad histórica.
Sobre nuestras numerosas guerras civiles o internas; que comenzaron con la independencia al dividirse el virreinato entre aquellos que defendían la continuidad de la corona española y aquellos que apostataban por el separatismo; hay mucho que decir, destacándose lo denunciado por la historiadora Cecilia Méndez, quien señala que: A diferencia de otros países americanos, el Perú no recuerda sus guerras civiles del siglo XIX. Los enfrentamientos políticos del Perú decimonónico estuvieron desprovistos de los marcados contornos ideológicos que caracterizaron las guerras civiles en Estados Unidos, Argentina, Colombia, México, o Uruguay, donde la memoria de las luchas del siglo XIX entre unionistas y confederados, unitarios y federales, o liberales y conservadores -según el caso- moldeó las identidades políticas y los imaginarios nacionales de esos países en el siglo XX, y aún en el presente. Las guerras civiles del XIX en el Perú, en cambio, casi ni se recuerdan en la enseñanza escolar. Han sido opacadas por la memoria de la Guerra del Pacífico (1879-1883), una guerra devastadora que el Perú y Bolivia perdieron ante Chile. Así, una guerra internacional, que fue excepcional, ha moldeado el imaginario nacional y la agenda de los historiadores interesados en la guerra y el nacionalismo, más que las guerras civiles, que fueron la norma. (4)
Efectivamente, las guerras civiles del siglo XIX e incluso el siglo XX, han sido invisibilizadas por otros eventos, uno de los cuales es la Guerra del Pacífico, la cual ocupa un lugar central en el imaginario histórico peruano. Ciertamente hay conflictos que dejan mayor huella que otros; sin embargo es válido afirmar que las guerras civiles del XIX, han sido insuficientemente estudiadas y discutidas en el Perú, como lo señala Méndez. La dinámica de los conflictos internos nacionales, sigue al margen de muchas explicaciones que aspiran a ser integrales y definitivas sobre la historia nacional. Por ahora, las guerras civiles en el Perú decimonónico, sólo son vagas generalidades sobre enfrentamientos entre caudillos militares sedientos de poder.
A propósito de estos conflictos, la destacada historiadora Carmen Mc Evoy se preguntaba incluso, por qué el Perú en estos escenarios de guerra civil, invasión y derrota, finalmente no se dividió o balcanizo. Finalmente, la respuesta la hallaba en la voluntad de preservar la república por parte de los caudillos, esto a pesar de la tendencia conflictiva de ellos. (5)
Esta reflexión la realizaba la autora a raíz de la publicación de su libro “Soldados de la República. Guerra, Correspondencia y Memoria en el Perú (1830-1844)”, donde se difunde la correspondencia de los principales militares de inicios de la república: Agustín Gamarra, José de Orbegoso, Andrés Santa Cruz, Domingo Nieto, Ramón Castilla, además de diversos personajes civiles y militares que escriben a estos caudillos. Lo interesante de la obra es que contribuía como ninguna, a superar la tradicional visión que etiqueta a este periodo como de “pura anarquía”.
El sociólogo Alberto Adrianzén, lo describe perfectamente en su comentario acerca del texto: Para Mc Evoy esos años no fueron pura anarquía sino más bien una etapa de lucha, de política intensa y de búsqueda por crear el Estado peruano. No estamos frente a simples caudillos militares ambiciosos y sin idea políticas, sino frente a militares que buscaban, muchos de ellos imbuidos de un espíritu republicano, construir el Estado y poner fin, incluso, a lo que podemos llamar el “militarismo”. En realidad, casi todos ellos, finalmente, buscaban construir una patria. Ello no implica desconocer el caudillismo militar (comprensible luego de varios años de luchas y guerras por la independencia) sino más bien reconocer que hay que ir más allá de ese mismo caudillismo y de la trampa conceptual llamada anarquía. Lo que nos plantea Mc Evoy es que el Estado peruano se construyó en medio y gracias a las guerras de esos años. Dicho de otra manera: la violencia –como ha sucedido en otros países– es la manera en que se constituyen los Estados. En este contexto la trampa conceptual llamada anarquía es tal en la medida que nos conduce, por contraposición a la idea de anarquía, a pensar que es posible construir un Estado sin conflictos y sin violencia, es decir, sin política. Es la famosa “promesa de la vida peruana” que al rechazar ese periodo por “anárquico” y “negativo”, termina por excluir –y esto no es una apología– a la violencia y a los conflictos en el proceso de constitución del Estado peruano y como parte (y partera) de nuestra historia republicana. (6)
Los conflictos no son la excepción, sino la constante en la dinámica de las sociedades. Comprender el Perú del siglo XIX implica acercarse sin prejuicios (de tipo antimilitarista) y visiones anacrónicas donde se juzga las acciones de los protagonistas desde valores del presente.
Es importante apuntar también, la persistencia de una memoria derrotista entre los peruanos, sobre los conflictos externos que ha atravesado el país. Las afirmaciones del tipo “el Perú ha perdido siempre sus guerras”, son frecuentes y dominan el imaginario histórico en las escuelas, por ejemplo. Ello se debe sin duda a lo traumático de la Guerra del Pacifico, derrota militar que constituyó un hecho clave en nuestra conformación como nación (fue el primer conflicto de características nacionales). La invisibilización de los demás conflictos a partir de esta guerra de impacto continental, representa uno de los principales obstáculos para entender nuestra historia decimonónica.
Consideramos que este recuerdo persistente de las derrotas y la omisión de las victorias militares, se inscriben en aquello que el sociólogo Gonzalo Portocarrero denominó la “la idea critica del Perú”, o sea aquel discurso que basó su legitimidad en la construcción de una “memoria herida”, para luego propagar reivindicaciones político-sociales.
Por otro lado, es necesario desarrollar visiones más amplias sobre la dinámica de los conflictos que enfrento el Perú. Así, por ejemplo, las guerras internacionales que enfrentamos fueron antecedidas o seguidas por guerras civiles; sin embargo estas son estudiadas como unidades aisladas, totalmente desarticuladas de un contexto mayor que permita una comprensión más integral de nuestra historia.
Debe complejizarse el fenómeno de las guerras internacionales. Las cuales además, muchas veces van paralelas a las guerras civiles y hallan su explicación justamente en estas.
Consideramos que hay tres eventos históricos que describen claramente lo anteriormente señalado, estos serían:
a) Las Guerras de la Independencia: conflicto de magnitud continental y características de una gran guerra civil. En el caso peruano, comienza con levantamientos regionales (Tacna, Huánuco, Cusco) que incluso buscaron articularse con otros movimientos (el río platense por ejemplo). Esto fue seguido por una gran contrarrevolución dirigida por el virrey Abascal, que significó el envío de tropas desde el Perú contra Quito, Santiago y el Alto Perú para acabar con las primeras juntas independentistas. Finalmente, tras largos años de lucha, las corrientes libertadoras de don José de San Martín (sur) y Simón Bolívar (norte), confluyen en el Perú (centro), principal bastión español en América del sur. Estas guerras se caracterizaron por la participación activa de criollos, mestizos, indios, negros, mulatos y peninsulares tanto en los ejércitos realistas como en los ejércitos separatistas. Todo este proceso inscrito además, en el gran contexto internacional del avance del liberalismo en el mundo.
b) La Guerra de la Confederación: antecedida por una guerra civil que enfrentó a caudillos como: Orbegoso, Salaverry, Gamarra y Santa Cruz. Supuso luego una gran guerra internacional que coloco a peruanos y bolivianos versus peruanos y chilenos; o sea una evidente guerra civil en el caso peruano. Lo cual fue seguido por una guerra entre el Perú y Bolivia, donde la muerte del presidente Agustín Gamarra dio paso a disputas internas por el poder, que desembocaron en el caos político de 1842-1844, lapso en el cual sumamos hasta cinco presientes.
A nuestro parecer, la guerra de la confederación no puede ser entendida hoy, sin comprender las dinámicas regionales, las pugnas entre librecambistas y proteccionistas, los proyectos restauradores y la geopolítica continental.
c) La Guerra del Pacifico: guerra de expansión de fronteras por parte de Chile y presencia de intereses económicos extranjeros vinculados al salitre (Inglaterra). Conflicto que abarco casi la totalidad del territorio nacional (combates navales, ocupación costera y resistencia en los andes) y que se prolongo hasta cuatro años. Significativos fueron, la imposición de un gobierno de ocupación en Lima por 35 meses y las luchas entre caudillos peruanos que buscaban resistir o negociar con los representantes chilenos. Esta guerra fue seguida por una guerra civil abierta entre las tropas del gobierno de Iglesias y las montoneras del general Cáceres. Esta compleja guerra involucro la participación inicial de Bolivia, la mediación de representantes norteamericanos y la intervención de fuerzas extranjeras para impedir la destrucción de la capital peruana tras la invasión del sur de Lima. Esta guerra, de alguna manera, se vio extendida tras el desconocimiento del Tratado de Ancón (1883) por parte del gobierno chileno, al no cumplirse el plebiscito sobre las ciudades de Tacna y Arica en 1893 y permanecer cautivos ambos territorios hasta 1929, año en que fue recuperado sólo Tacna (Tratado de Lima). La hostilización sobre la población peruana de estas provincias durante esos años (la denominada “chilenización”), significó una de las principales fuentes de resentimiento peruano sobre Chile, hasta el día de hoy.
Las guerras, revoluciones y conflictos, no solo poseen una dimensión militar y política, sino también ideológica, psicológica y cultural. Se enmarcan en procesos históricos mayores y corren paralelos a otros hechos relevantes. Lamentablemente, la simplificación del relato histórico en las escuelas y universidades, hace que se pierda la riqueza explicativa de esta disciplina, para comprendernos como sociedad en el tiempo. Un estudio más detenido de nuestras guerras civiles y una visión más amplia de la dinámica de nuestros conflictos externos, es imprescindible incluso, para ayudar a despertar el debate académico tan ausente en nuestro medio.
Notas:
(1) Jorge Basadre. La promesa de la vida peruana y otros ensayos. Editorial Juan Mejía Baca. Lima, 1958. Pág. 135. En este texto mismo el autor señala: … de estas nueve guerras, tres resultaron afortunadas y tres no, quedando otras tres en una situación peculiar por haber girado alrededor del problema de la estructura misma del país, solucionado en el sentido de la permanencia de la república peruana (se alude dentro de estas tres últimas a las contiendas de la confederación)… Sería curioso indagar en cuantos colegios, escuelas y universidades se recuerda hoy que el Perú tuvo necesidad de entrar en nueve guerras durante el siglo XIX para defender su existencia, luchando en su propio territorio seis veces y viéndose obligado a atacar en tres ocasiones para impedir la invasión o el humillante vejamen. pp. 138-139.
(2) Ibíd., pág. 135.
(3) Ibíd., pág. 136.
(4) Cecilia Méndez. “La guerra que no cesa: guerras civiles, imaginario nacional y la formación del estado en el Perú”. En L’Atlantique Révolutionnaire. Bécherel: Editions Les Perséides, 2013. Pág. 379. En este mismo texto la autora señala: La amnesia peruana con respecto a las guerras civiles no se debe a la ausencia de conflicto. Las guerras fueron tantas que carecen de una adecuada periodización. El historiador Jorge Basadre estima que entre 1820 a 1842 el país pasó por catorce años de guerras. Posteriormente, los conflictos retornaron de manera intermitente —pero continua—hasta casi el fin del siglo. Para citar sólo a aquellos que tuvieron un mayor alcance e impacto nacional, cabe mencionar la guerra entre Luis José de Orbegoso contra el golpe de Pablo Bermúdez y Agustín Gamarra entre 1833 y 1834, que Basadre considera la primera guerra civil con participación popular masiva a nivel nacional; las guerras de la Confederación Peruano-Boliviana (1836-1839), un periodo decisivo de la forja de fronteras nacionales, y en que una guerra doméstica se entrecruza con una guerra externa; la guerra civil de 1854-1855, o la revolución popular que llevó al poder al Mariscal Ramón Castilla y trajo consigo la abolición del tributo indígena y la esclavitud negra; y la revolución de 1894-1895 que llevó a la jefatura de Estado a Nicolás de Piérola, el segundo presidente civil del siglo y cuyo gobierno puso fin a la era de las guerras civiles; en medio de ambas estuvo la menos conocida guerra civil de 1865. La lista dista de ser exhaustiva, pero ninguna de estas guerras ha sido estudiada como tal, y menos en conjunto. Más aún, pese a que desde la proclamación de la independencia en 1821 hasta 1895 el Perú fue gobernado por militares —con excepción del breve interregno civil de 1872-1876—, la historiografía, hasta hace poco, ha prestado más atención a este breve gobierno civil que a las ocho décadas de administraciones militares marcadas por enfrentamientos armados. ¿Por qué las guerras civiles del siglo XIX no se han estudiado en el Perú? ¿Por qué la memoria de un conflicto externo que fue excepcional, ha eclipsado las guerras civiles que fueron la norma? Más allá del razonamiento obvio de que, psicológicamente, es más fácil identificar a un enemigo externo que a uno interno, una respuesta puede estar en el hecho de que la Guerra del Pacífico afectó a todos los sectores sociales y vastas regiones del Perú. Pero esta explicación es insuficiente porque la memoria histórica nunca es meramente espontánea. Para que perdure públicamente exige la intervención del Estado a través de monumentos, conmemoraciones, textos escolares, mapas e iconografía oficial. Por tanto, es posible que la memoria de dicha guerra haya sido especialmente promovida desde el Estado porque se trató de una guerra en que las clases altas, y especialmente la oligarquía de la costa y de Lima, perdieron más que en ningún otro conflicto. Por ello, quizá no deba sorprender que cuando gobernó el Perú el General Juan Velasco Alvarado (1968-1975) bajo una bandera anti-oligárquica y pro-campesina, la memoria de la Guerra del Pacífico pasara a un segundo plano, para priorizar hechos del pasado con mayor contenido social y “antiimperialista” como la rebelión de Túpac Amaru II ocurrida en el Cuzco entre 1780 y 1781, la más devastadora que afrontó el gobierno español en América antes de las guerras de independencia. Velasco convirtió a Túpac Amaru en ícono oficial del gobierno militar, símbolo de la reforma agraria, el “anti-imperialismo”, y la lucha anticolonial. El rebelde cuzqueño adquirió, bajo los militares, una prominencia que hasta entonces nunca había tenido desde el Estado, y que nunca volvió a adquirir de allí en adelante. pp. 380-381
(5) Entrevista a Carmen Mc Evoy. Diario La República, suplemento “Domingo”. 18 de julio del 2010. En la mista entrevista la historiadora añade: Luego de leer estas cartas ha cambiado mi visión de la República –que siempre fue civilista–, pues he descubierto que estos caudillos también están pensando en ella. Claro, es una república que tiene un elemento de violencia en su matriz. Primero porque cada caudillo trata de imponer su propio proyecto, que considera el mejor; segundo, porque aún no estamos hablando de un ejército nacional. Son facciones que se disputan una legitimidad siempre elusiva. Ya no existe el poder del rey y se discute qué liderazgo lo reemplazará. Además, mientras se producen estas guerras intestinas hay muchos civiles que siguen en sus puestos. http://clioperu.blogspot.com/2010/07/las-guerras-entre-los-caudillos.html
(6) Alberto Adrianzén, “Soldados de la república”. Diario La República, 27 de noviembre del 2010. http://librosdeccss.blogspot.com/2010/11/libro-soldados-de-la-republica-guerra.html
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