Mariana Garzón Rogé. El peronismo en la primera hora

Reuní las exposiciones que se hicieron en las dos presentaciones del libro de Mariana Garzón Rogé, El peronismo en la primera hora. Mendoza, 1943-1946, Mendoza, EDIUNC, 2014 (ilustraciones de Marcelo Marchese). En la presentación realizada el 26 de abril de 2014, en la 40º Feria del Libro (Buenos Aires) expusieron Carolina Barry, Nicolás Quiroga y Mariana Garzón Rogé; en la presentación realizada en Mendoza el 22 de mayo de 2014, lo hicieron Beatriz Bragoni, Mark Healey y la autora.  Aquí están lo expuesto por Barry, Quiroga, Bragoni y Healey.

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Carolina Barry

El libro de Mariana Garzón es un aporte insoslayable para los estudios del peronismo, en especial para tratar de comprender sus espacios provinciales. El análisis abarca tres años, entre junio de 1943 y febrero de 1946; tiempo breve pero de una intensidad política insuperable, la de los primeros tiempos de una fuerza política en ciernes que signaría y condicionaría los siguientes y últimos sesenta años de la historia argentina.
El peronismo en la primera hora es un libro que está pensado, cuidado, trabajado, estudiado. Se advierte que cada conclusión ha sido elaborada, repasada, recapacitada, madurada, discutida. Es decir, Mariana Garzón aporta no sólo los datos duros que hacen a la dificultosa reconstrucción de un momento histórico sino que avanza y conduce a quien lee por recorridos no librados al azar si no deliberados quizás en soledad o en intercambios en diferentes ámbitos que transitan, también, diferentes disciplinas.
El libro apunta a distintos públicos lectores. Un público interesado, amplio y un público especializado en la materia. Públicos que en ningún momento ella descuida. A uno, dándole la información que pudiera necesitar para comprender el proceso que está analizando, y al otro, planteándole preguntas, hipótesis complejas que se ven más allá de lo que muestra una simple lectura. Es un libro que transmite frescura, que mantiene un guiño permanente con el que lo lee con esas pequeñas aclaraciones históricas que allanan la lectura a quien no está del todo familiarizado con el período. Un libro amable en información y también en su presentación cuidada y respetuosa; en la redacción y los giros que va tomando la misma. De hecho es un libro que atrapa porque está pensando, madurado cosa que no siempre es habitual. En ese sentido son para destacar las ilustraciones realizadas por Marcelo Marchese que le aportan vuelcos por demás elocuentes.
El libro tiene numerosos cruces, cortes y lecturas posibles. Un texto en el que se aprecia una revalorización de los estudios políticos, de una historia política en sí misma. Al tiempo que se inscribe en una historiografía más reciente que transita por las rutas provinciales sin descuidar las nacionales. El libro observa a la rica provincia de Mendoza, en esos años en que pareciera que se hizo la historia. Se trata de un libro atravesado por numerosas corrientes y de las cuales la autora da cuenta con soltura por momentos y capea con magistralidad. Además, da por superada la discusión de tratar de explicar lo inexplicable de la historia Argentina (“Qué nos pasó que pasó el peronismo”) de la que numerosa historiografía ha dado y da cuenta por esa supuesta anomalía en el devenir histórico que fue el peronismo. Ese tipo exámenes es muy tentador para quienes incurren en estudiar los inicios del peronismo. La autora analiza los apoyos iniciales de lo que luego será el peronismo y disecciona con destreza las disyuntivas de estos personajes que se encuentran en una encrucijada y que no conocen, como nosotros, el diario del lunes. Es decir gentes, estos devenidos peronistas, que dan un salto al vacío sin saber qué tan riesgoso, o no, sería ese juego.
Otra de las discusiones historiográficas que plantea el libro pivotea en relativizar el componente conservador del peronismo y dar cabida a los hombres del radicalismo en su horneo. El libro hace una radiografía de lo que implicó el apoyo radical. En ese sentido se inscribe en una nueva historiografía que da cuenta de esa relación, opacada por las polarizaciones políticas posteriores y que la autora rescata y analiza con hondura. Es así que muestra el desprendimiento de estos siameses, dos sectores políticos que luego se presentarían como antagónicos e irremediablemente dicotómicos. Muchas de las prácticas modeladas del peronismo contemplan viejas y antiguas prácticas de ese radicalismo: el personalismo con la exaltación de los nombres, los símbolos como el escudo peronista que tiene su origen en los disidentes del radicalismo o los colaboracionistas, como se los llamaba en la época. Pareciera que hablar del peronismo es hablar del radicalismo, tema que la autora maneja con soltura y solvencia. De hecho, se ocupa de escudriñar minuciosamente lo sucedido al interior de la fuerza política y sus debates internos en torno a apoyar o no a la fuerza en ciernes. Da cuenta, también, de las prácticas de diferenciación que realizaban los otros sectores al interior del radicalismo donde la variable ideológica no era precisamente el parteaguas. Otro punto que atraviesa el libro es el análisis de los moldes que cincelarán al peronismo y el antiperonismo detectados por la autora en esos años y en diversas situaciones cotidianas de conflicto de la vida política y social. Y, maridajes impensados en los años previos como, por ejemplo, entre los comunistas y conservadores mendocinos en contra de ese incipiente peronismo naciente.
Un libro que respeta las temporalidades y da cuenta de ellas. Y no se conforma con visiones largoplacistas o amplias sino que descubre e interpreta situaciones barajadas en cuestión de días. No se extrañan las imbricaciones sociales y políticas, una de las grandes ventajas que tiene estudiar y mirar los procesos en escalas más reducidas como Mendoza. Mariana Garzón busca enfocarse en las dimensiones personales y en historias de vida precedentes que llevaron a determinados actores a involucrarse en un proyecto y proceso político del que formaban parte y que al mismo tiempo los superaba. Sugestiva y sugerente la manera en que la autora se pone en la piel de los contemporáneos tratando de tomar distancia con los conceptos y preconceptos adquiridos con posterioridad. Este punto suma al libro reflexiones más ricas aun, por ejemplo, al plantear qué era la democracia para estos mendocinos de mediados del siglo XX. También la vivida descripción del “pobre” Albino Sánchez llorando, de una fuerza contundente; imagen que da cuenta de los conflictos internos que transcurrirían dentro del peronismo en los años siguientes.
Se observa una decisión deliberada de la autora por apartar a Perón de este análisis o, al menos, no lo centra como única razón y causa del devenir histórico, situación que le ayuda a centrarse en los “otros del peronismo”. Un Perón que (debo decir) se extraña por momentos y que también se encuentra en un status nascendi de su propia construcción política. Las dimensiones humanas y personales cuentan para todos los involucrados, ya sea el líder en ciernes o los implicados en esa historia por hacer.

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Nicolás Quiroga

Gracias a la Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo y a Mariana Garzón Rogé por la invitación.
Lo que está escrito en El peronismo en la primera hora. Mendoza, 1943-1946, dice la propia autora, se escribió antes de otros modos. Lo primero que aparece en la introducción a mi vista es el interés por diferenciar este texto de aquellas escrituras que imaginaron a Perón como un genio todopoderoso, como un demiurgo.
Este libro es un relato sobre la formación del peronismo en la provincia de Mendoza en el que la autora decididamente narra una historia en las que las personas y grupos que intervienen no están investidos de poderes o valores externos a ellos mismos. Por otra parte, no calculan como en un ajedrez; no proceden como si tuvieran un algoritmo ideológico, social o político que los obligara a actuar de un modo u otro. Y es una historia donde el demiurgo importa poco, podría decirse, o mejor, su presencia, cuando merece ser evocada no puede explicar nada de lo que sucede en Mendoza.
Hay que detenerse un poco en esto porque no es sencillo aceptar que una cosa y la otra son distintas. Las dos han sucedido. Perón es considerado por su liderazgo, su carisma, etc. Su figura aparece en varios panteones analíticos. Su influencia en toda la escena nacional es importante. Si hay a quienes puede llamárseles “demiurgos”, entre esos está Perón, etc.. Lo mismo puede decirse sobre la formación del peronismo en Mendoza: eso sucedió sin que Perón estuviera presente (exceptuando las visitas), y sin embargo, de la conjunción de distintas fuerzas, ideas, expectativas e intereses, se formó algo que pasó a identificarse como “peronismo”. ¿Por qué no explicar esto último, el peronismo en Mendoza, principalmente por la existencia de Perón? Y ¿por qué no, inmediatamente después, investigar sobre lo que hizo Perón antes y durante ese tiempo para poder explicar lo que pasó en Mendoza? Bueno, algo así pasaba con algunos libros que se ocupaban de la historia política del peronismo antes de mediados de los ochenta. Estudiaban a Perón y a su entorno sabiéndolo demiurgo y casi todas las cosas se ajustaban a ese principio explicativo. Había muy poco lugar en ese tipo de escritos para libros como este.
¿Qué ha pasado para que este libro surja de canteras académicas y nos cuente una historia pequeña para poder hablar del demiurgo? Dos cosas: una propia de la historiografía académica: para escribir sobre algo hay que pensar problemáticas situadas, disponer de archivos, temas y problemáticas discretas, conducibles y factibles. Por otro lado, podríamos decir, es una idea nomás, que nadie dejó de creer en el gran líder carismático, sino que ya no se acepta discutir si quienes lo apoyaron fueron o no irracionales, ignorantes o vírgenes de toda acción política. Las preguntas sobre los peronistas se impusieron en la agenda de la investigación académica.
Entonces, hablar del demiurgo, hablar de Perón y del peronismo a partir de procesos situados hoy es un camino posible en la investigación académica. Pero este libro podría haber sido un relato de los hechos y un texto sobre los protagonistas de tres años mendocinos; podría haber sido un libro que se ocupe de la cosa local y se dé por satisfecho, y se disponga en tanto parte de un relato mayor, a esperar a que otros lo citen para hablar de Perón o del peronismo. Y no hubiese quedado fuera de la historiografía académica. Hubiese sido un buen libro académicamenrte hablando. En lugar de eso, lo que leemos en El peronismo de la primera hora… es una conversación sobre la forja de un movimiento político, a partir de un momento político intenso, uno de esos momentos que solemos nombrar como “tiempo de la política”, pero con la clara intención de pensar las experiencias del pasado, de rumiarlas en su grave complejidad. Entonces, a Garzón Rogé no le queda más que discutir con esa intención, ideas sobre las personas, sobre los procesos políticos, sobre la investigación histórica. Y por eso es un libro distinto, un libro que revela problemas interesantes a cualquier lector o lectora preocupado por pensar la historia como un problema vital.
Este libro empieza con un capítulo dedicado a las autoridades nombradas por los militares junianos y sus intentos de ordenar el territorio; sigue con otros dedicados a la oposición política y su gesta, y otro a los trabajadores y a sus movimientos y finaliza con uno dedicado al momento de constitución del peronismo como fuerza electoral y su triunfo en 1946. Me gustaría mencionar y resaltar tres ideas que pueden hallarse desplegadas en esos capítulos, a las que considero fundamentos para decir que el libro es muy bueno, y que nos hacen pensar sobre el peronismo de otro modo.
El carácter mágico de la política. Este libro quiere decir que aún si del resultado de la investigación histórica se llegara a conclusiones similares a las que llegaron los que hicieron la historia demiúrgica, la gran historia del peronismo, aun así, habría un camino historiográfico y habría otro, menos respetuoso de la principio de historicidad, de la certeza de que quienes vivieron una época merecen mayor atención que quienes la interpretan muchos años después. El capítulo sobre la “Revolución de junio” no llega a conclusiones diferentes de otros trabajos sobre el tema acerca de lo que la “Revolución de junio” hizo o tramitó, pero se diferencia y mucho de otros textos cuando narra cómo fue construida. La significación de la experiencia militar se torna fundamental en este punto, porque revela el carácter mágico de la política, es decir de las relaciones entre los hombres y mujeres y no el carácter mágico de algunos hombres. Los militares que llegaban para erradicar los males de la política ganaban ascendencia política y además debían conversar con hombres que habían conocido y practicado la política “comiteril” que atacaban. No por casualidad la investigación sobre carisma y sobre faccionalismo, que ocupa mucho tiempo en los estudios sobre peronismo, se remontan al apóstol Pablo y sus cartas…allí está el hechizo de la política poseyendo a los que llegaron para negarle toda legitimidad. A lo largo de todo el libro esta idea surge una y otra vez. Y la autora parece fascinarse por esa versión de la historia.
La poca eficacia de la explicación instrumentalista de las prácticas políticas. La escritora pelea a lo largo del libro contra la idea de la acción política como instrumento. Lo político se muestra en toda su magnitud al exponer los problemas de pensar que todo lo que pasa es sopesado o está ligado a tradiciones que conducen a tomar decisiones. También importan los cálculos errados y apasionados para mostrar que no todo es instrumentalismo o saberes políticos ni los antagonismos estaban prefigurados tal como se conocieron luego del primer peronismo. Al considerar los malos cálculos, las trazas de perdedores o el catálogo de las inhábiles decisiones, la historia se hace más “aventurada” (un término que se usaba para designar la naciente trayectoria de Perón). Pero también, como dice Raanan Rein en uno de sus recientes artículos para estudiar las segundas líneas peronistas, resulta que lo que les pasa a los hombres que nadan en el remolino de la política es lo explica a Perón, lo constituye, y no al revés.
Como parte del movimiento obrero se constituyó a partir del principio de prescindencia, la idea de la política como influjo se expresa con mayor fuerza en el capítulo dedicado a los trabajadores. Los hombres son poseídos por las consecuencias de las relaciones entre personas, instituciones, intereses y prestigios. No es el ajedrez la mejor metáfora para entender la política, o sería en todo caso un ajedrez extraño. Resulta notable cómo este libro se ocupa de pensar y repensar los discursos de gremialistas mendocinos sobre prescindencia política, porque esta puede significar diferentes cosas y ninguna puede tener que ver, en algunos contextos, con “no hacer política”. Por dar un ejemplo: Perón anda por todo el país durante 1944 y 1945. Va a Mendoza, Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, recorre la provincia de Buenos Aires. Les pide a los obreros y obreras: organicen sindicatos fuertes y prescindentes. Luego, un discurso sobre prescindencia en boca de un dirigente obrero ya no podía sonar igual que tres años antes, incluso si ese dirigente quería decir lo mismo que antes.
La tercera cuestión que me gustaría resaltar es el desplazamiento, la fractura de las prácticas políticas con respecto a los conflictos sociales. El libro no supone que la política es el remate de los conflictos sociales, no indica que la política traduce todos los problemas de clase. Creer eso haría de esto un libro que se vuelve peronista. Es verdad que podríamos decir, leyendo a Mariana, que el peronismo fue proveyendo a quienes se identificaban con él, formas de tratar los problemas sociales, pero no podemos decir que los solucionara al nombrarlos. Leemos entonces las marcas de la desigualdad en las estigmatizaciones que atraviesan el sistema de partidos: la contradicción fundamental populista no puede traducir la grilla racista: tan interesante como las burlas cargadas de racismo en la caricatura del “tiro al negro” (un holograma antiperonista), son las burlas de los nacionalistas contra Albino Sánchez, el chofer de colectivos que se dispuso a ser parlamentario pero del que otros peronistas dudaban por su humilde condición.
Estas tres cosas las pienso relacionadas con Perón. Su capacidad de operar sobre la realidad, a distancia, proviene del hechizo de la legitimidad, la resistencia de la política a ser escrita en manuales, y el diseño de un futuro incierto pero tangible porque se inventan palabras para nombrarlo y distinguirlo. En el libro de Garzón Rogé, casi puede advertirse cómo aparecen esos nombres y las sorpresas que causan entre los mendocinos. Hace que me pregunte mientras voy leyendo, ¿quién es el Golem entonces?
La lectura de este libro nos vuelve a hacer hablar de cosas que sirven para hacer historia académica y cosas que sirven para discutir problemas del presente. No puede ser de otro modo si se concibe a la política como la piensa la autora del Peronismo en la primera hora…

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Beatriz Bragoni (CONICET, UNCuyo)

Este libro constituye una contribución importante al campo de la historia política argentina del siglo XX. Su originalidad reside no sólo en que abona un área de estudios que ha adquirido autonomía propia por la centralidad de la invención del peronismo como fuerza política en el país, sino también porque desmenuza el proceso en una provincia del interior (Mendoza) sobre la que se tenían pocas referencias.
Este era el panorama, y eran muchas las preguntas que no habían sido respondidas por la literatura académica cuando Mariana Garzón Rogé se dispuso a incursionar en tan fascinante empresa intelectual. Naturalmente, la mochila e instrumentos que cargaba en sus espaldas constituían un estímulo importante que se sumaba al entusiasmo, y la necesaria disciplina para emprender la marcha, con el fin de empaparse y apropiarse de los insumos que toda la historiografía sobre el peronismo clásico le exigía para recorrer el viaje que la condujo hasta aquí.
Una parte de los resultados obtenidos están a la vista. A lo largo de las espléndidas páginas, el lector curioso (como los más entrenados) encontrarán claves interpretativas fecundas para adentrarse en los recovecos del sistema político provincial y la atmósfera de aquel año decisivo, y lo que no es poco, podrá apreciar las conexiones que hacen comprensible las incertidumbres, estrategias y motivaciones que modelaron las prácticas de los actores que hasta la víspera no habían sido peronistas y que pasaron a serlo infligiendo un antes y un después en la historia política provincial (y nacional).
Como el libro subraya, ese punto de inflexión no estuvo dado tan sólo por el liderazgo omnipresente del “factor Perón”, ni tampoco por las extendidas y efectivas políticas sociales dirigidas desde la cúspide del poder estatal nacional destinadas a democratizar el bienestar entre los trabajadores urbanos y rurales, y frenar el ascendiente de la izquierda entre sus filas; el quiebre del sistema de poder local estuvo arbitrado muy especialmente por el aparato institucional y/o administrativo edificado por las dirigencias demócratas que retenían las riendas del Estado provincial desde la década anterior, el fluido juego de solidaridades políticas animado preferentemente por los radicales disidentes de sus conducciones partidarias, y el discreto elenco de dirigentes sindicales desprovistos aún de conducciones unificadas, y portadores de ideologías no menos diversas que incluían desde católicos a socialistas independientes.
Pero el lector que se deleite al recorrer hasta su última página no sólo obtendrá una versión documentada y estilizada sobre las condiciones y acciones políticas que gravitaron en aquel primer peronismo provincial. También accederá a un excelente ejemplo de una particular forma de hacer historia, es decir, podrá apreciar las destrezas intelectuales y procedimientos que los historiadores despliegan cuando se proponen restituir e interpretar los nexos que conectan pasado y presente, y ofrecer narraciones o relatos documentados sobre la especificidad de la experiencia social que se propone historicizar.
A estas destrezas me referiré muy brevemente por algunas razones que resultan importantes subrayar. Como lo expresé en otra oportunidad, la autora consigue “ponerse en los zapatos” de los actores que animaron ese proceso, esto es, se atrevió a pesquisar las prácticas ensayadas por los actores sociales y políticos para lo cual abrevó en documentación de época que -alojada en anaqueles, cajas o carpetas depositadas en archivos y bibliotecas públicas- no habían sido objeto de estudios sistemáticos. Esa veta o cantera de información primaria constituyó el zócalo primordial para interrogar los orígenes del peronismo mendocino, y apreciar en cuánto la experiencia política, económica, social y cultural que lo precedió lo diferencia y conecta con la familia de peronismos que modeló y dividió el completo país. Pero esa especificidad, esto es, la puesta en escena del proceso histórico que distinguió el ensayo político local con el de otras provincias o espacios nacionales, no está animada por reconocer ningún rasgo identitario provinciano, esencialista, reivindicativo o militante. En su lugar, El peronismo de la primera hora se revela como “laboratorio político” en el que fluyen actores de carne y hueso, organizaciones sociales y políticas, sensibilidades y discursos nacionalistas, acciones políticas colectivas y movilizaciones callejeras regidos todos por la excepcionalidad de la coyuntura de la Segunda Posguerra, la agonía del régimen militar que se había propuesto poner fin a la república fraudulenta, y el debate sobre dictadura y democracia que imantó aquel clima de época. Esa adecuada puesta a punto de las variaciones del contexto y de las prácticas y motivaciones ensayadas por los actores de cara a la incertidumbre abierta entre el declive y la inmediata entronización del líder popular, se convierte en una excelente pieza de restitución “au ras de sol” del cambio político en la dimensión local. A través de ese ejercicio, la autora consigue ofrecer una renovada imagen de aquel quiebre decisivo en la historia de la Argentina contemporánea, que abandona el registro de una mera réplica de acontecimientos y acciones políticas dirimidas desde la cúspide del sistema de decisiones políticas o en las principales plazas del país, y dotan de protagonismos y sentidos a la acción política de las periferias.

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Mark Healey

Quisiera arrancar con dos cosas, una frase y un dato, que traigo desde el norte pero, les aseguro, vienen al caso.
Primero la frase, una síntesis maravillosa del cibernovelista William Gibson: “El futuro ya está aquí—es solo que está repartido de forma algo desigual” (“The future is already here—it’s just unevenly distributed”). Es una condena al presente, pero también una invitación a pensarlo de otra manera, enfocando las dimensiones territoriales—y sociales—de los procesos de cambio. También invita a formar consignas, como “por un reparto más igual del futuro”, apuesta sin duda en el corazón del imaginario peronista.
Segundo, el dato: hace veinte años, Laszlo Horvath, un hungáro que trabajaba en la Hoover Institution de Stanford University publicó una bibliografía extensísima sobre el peronismo. Catalogó ítems de todo tipo—libros, tesis, folletos, cortometrajes—y de toda temática. Pero yo quisiera destacar el componente geográfico de su compilación: de los 3400 ítems que contó, menos de 20 miraban al peronismo fuera de Buenos Aires.
El peronismo siempre fue un fenómeno de alcance y aspiraciones nacionales, pero por muchos motivos, algunos comprensibles y otros no tanto, se había estudiado y pensado sobre todo a partir de la experiencia porteña y bonaerense. Este centralismo se hace evidente en toda la historiografía sobre el siglo xx, pero se hacía más notorio y tal vez más cuestionable justamente en la época del primer peronismo.
Claro que, en las dos décadas desde entonces, el panorama ha cambiado radicalmente. Dentro del país y en el extranjero, hemos prestado muchísima más atención, intelectual y políticamente, a ese reparto desigual del futuro. Y pensar los procesos sociales y políticos en clave territorial no sólo ha iluminado las desigualdades y los destiempos, sino también las aspiraciones a igualdad y modernidad compartidas a pesar de todo. Entre los politólogos ha emergido un rico debate sobre el federalismo realmente existente, con atención a sus raíces históricas e expresiones institucionales. Y entre los historiadores, nos hemos dedicado con renovado tesón a explorar los territorios, las prácticas, las políticas y las instituciones del país más allá de la General Paz.
Darío Macor, Moira Mackinnon, César Tcach, María Mercedes Prol y muchísimos más, entre ellos este servidor, han producido una nueva mirada al peronismo que también representa otra manera de pensar el país moderno, con un pie en la microhistoria y otro en los grandes relatos nacionales.
Con este libro genial de Mariana Garzón Rogé, esta ola llega finalmente a Mendoza. O mejor, podríamos decir que finalmente la complejidad de la experiencia mendocina se vuelve más visible para un público nacional, y también para un público local.
No hay tema más trillado en la historia del peronismo que los orígenes: por décadas, parecía que la tarea principal de las ciencias sociales era descifrar esa etapa, vista a veces como maravilla pero más frecuentemente como condena o desvío. Sin embargo, por mucho tiempo la complejidad y contingencia de ese momento fueron algo ocultadas por la sobre-teorización, y aún hoy gran cantidad de trabajos sobre el peronismo luchan por llegar más allá del horizonte del marco teórico y las elecciones de 1946. También en su estructura el libro respeta algunos esquemas tradicionales: los cuatro capítulos tratan en secuencia a los militares, la política, los trabajadores, y el naciente peronismo. Dentro de esa secuencia, sin embargo, se esconden varias sorpresas. En ese sentido este libro ofrece una linda paradoja: vuelve a la etapa más estudiada, y con un marco más o menos tradicional, pero para pensarla de forma innovadora con datos nuevos y una mirada fresca. Como diríamos en inglés, it wears its theory lightly, lleva su teoría ágilmente. Y cómo este libro forma parte de una proyecto de investigación mayor, el estudio del peronismo mendocino desde el golpe del 43 hasta el fin de la Libertadora, Garzón Rogé no sólo prescinde de la ansia común por mostrar cómo todo fue prefigurado en 2los primeros años sino que además tiene una idea bastante fundamentada de la importancia de los cambios posteriores. Eso en los estudios de los años fundacionales es toda una novedad. Y lo es más aún aplicado a Mendoza.
Es una obra, en otras palabras, que gana su grandeza desde una sana modestia. Como bien dice la autora, “Desde lo pequeño, esta perspectiva puede arrojarnos en la marea de las grandes preguntas, de aquellas preguntas que no son las del ‘deber ser” de las cosas, sino las de cómo fueron.” Hay una insistencia en todo el trabajo en pensar los procesos históricos desde la perspectiva de los actores, fragmentadas y condicionadas como son, de buscar como dice la autora “un acercamiento denso y relacional” a lo que en otro momento llama “la vida cotidiana del desacuerdo”.
Garzón Rogé no ignora factores estructurales ni procesos globales, pero los piensa desde la contingencia y la perspectiva de los actores. Tomemos, por ejemplo, su discusión del legado del laborismo de 1945-6. “La experiencia política en el laborismo, si bien fue breve, les ofreció a los trabajadores un repertorio de prácticas y de maneras de significar su acción que sería más duraderas que el partido mismo. La importancia que adquirieron los trabajadores en la vida política argentina debe ser comparada con la que habían tenido hasta hace muy poco tiempo y no con un destino virtual que no pudo ser”. Dado el peso que el “deber ser” ha ejercido en los estudios del peronismo, este enfoque tiene gran valor.
“¿Algún día terminaremos por disponer de todas las piezas de una virtual rompecabezas nacional?” se pregunta Garzón Rogé, y el dibujante refleja su pregunta en la hermosa tapa del libro. Si el libro fuese sólo una pieza más para llenar ese rompecabezas inacabable, valdría la pena. Pero ofrece mucho más, obre todo una manera astuta de pensar las relaciones entre la parte y el todo, la pieza y el rompecabezas. Abunda en detalles sobre los mundos de la política local, por supuesto, pero nunca pierde de vista la importancia y la complejidad del vínculo con lo nacional. Hay muchos ejemplos en el libro, pero me quiero detener en uno.
En varias provincias, como Tucumán o San Juan, los funcionarios locales de la pujante Secretaría de Trabajo y Previsión jugaron un papel clave en ganar obreros para el experimento político que nacía. Pero Garzón Rogé sostiene que “la Delegación Regional de Trabajo en Mendoza no fue pivote de adhesión al programa de cambios propuesto por Perón durante la Revolución de Junio. Los trabajadores no encontraron en esa oficina un lugar inédito para la concreción de sus viejo anhelos.” Estas falencias en la aplicación de la justicia y política laboral en Mendoza no llevaron a los trabajadores a rechazar la injerencia nacional que caracteriza este momento. Al contrario, en 1945, “el destiempo tenía el efecto de cimentar la idea de que los obstáculos estaban en el plano local. Perón permanecía en el horizonte mientras los trabajadores debían ir a la huelga general por la indiferencia de las esferas de poder vernáculas”. La movilización local se producía para completar la nacionalización de la política, pero en eso proceso se construyeron nuevas identidades, alianzas y aún instituciones provinciales. El reparto desigual del futuro no produjo un rechazo al futuro, sino nuevos sueños y nuevas estrategias para mejorar el reparto.
En la medida que ayuda a armar un mapa cada vez más completo de los peronismos provinciales, este libro también nos invita a pensar de forma más comparativa, relacional, o regional sobre estos años. Notemos la importancia como referente y rival que Mendoza siempre ha tenido para sus provincias vecinas, sobre todo San Juan pero también San Luis, La Rioja y aún Catamarca. En términos de políticas, de instituciones, de prácticas, podríamos mirar esas conexiones. Dados los fuertes paralelos y conexiones entre la política sanjuanina y mendocina en los años antes del peronismo, por ejemplo, las divergencias son notables. Aunque sus enemigos eran los mismos y sus dirigentes eran amigos y a veces primos, los conservadores en Mendoza y San Juan eligieron caminos muy distintos a partir de 1945, con la casi totalidad de los sanjuaninos pasando al peronismo y la casi totalidad de los mendocinos quedando afuera. Los populistas provinciales surgidos en los 20—el lencinismo mendocino y el cantonismo sanjuanino—terminaron siendo engullidos por el peronismo, pero contrasta la importancia del cantonismo, como rival y aliado, en forjar el peronismo en San Juan, versus el rol absolutamente menor del lencinismo en Mendoza. Gran parte de la diferencia se explica en la fragmentación del lencinismo después del asesinato de su líder y la unidad del cantonismo bajo su referente aún vivo, pero también habría que indagar más en la experiencia de los años treinta. Podría abundar en otras conexiones y contrastes, por ejemplo cómo la izquierda jugó un rol importante en San Juan pos-terremoto gracias sobre todo a cuadros mendocinos. Pero no me quiero extender más.
Todos estos ejemplos sirven para destacar cómo este libro nos invita a mirar más de cerca no sólo los años peronistas, sino también lo que vino antes y después. Es una muestra más de cómo pensar el peronismo nos obliga a pensar el país, en las grandes y pequeñas cosas. Y de cómo toda gran investigación va abriendo nuevas ventanas sobre el pasado—y posando nuevos interrogantes para los que siguen.

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