Breve historia del racismo en el Perú.
BREVE HISTORIA DEL RACISMO EN EL PERÚ
El racismo es un fenómeno desarrollado especialmente a partir de los siglos XV-XVI, época relacionada al inicio del colonialismo. La construcción del otro como diferente, se establece especialmente en este momento histórico. Las contraposiciones: “salvaje” y “civilizado” se fijan a partir de las diferencias entre las prácticas religiosas y los usos o costumbres de los pueblos. La existencia de distintos niveles de desarrollo cultural, origina contrastes marcados y la justificación de la primacía de unas culturas sobre otras. Sin embargo, como lo demostró Alemania en la segunda guerra mundial las sociedades más “civilizadas”, pueden ser también las más sanguinarias. La hegemonía de la cultura occidental o el paradigma eurocéntrico, serán la base del racismo y la discriminación como prácticas globales normalizadas.
Si bien la esclavitud existió desde los primeros tiempos, fue el comercio negrero el que extiende la idea de la inhumanidad de algunos seres (1). El descubrimiento de América y encuentro entre dos mundos totalmente distintos, generara la afirmación de lo europeo como distinto a lo “otro”. Las luchas contra los pueblos árabes ya habían generado esa idea de otredad civilizatoria, pero es en el siglo XV que surge la Europa moderna y el lastre del racismo. Los horrores de la invasión o conquista de América serán justificados en nombre de la fe verdadera (el cristianismo) y el estado de barbarie de los pueblos nativos (2). Los debates de Valladolid entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé De Las Casas, evidenciaran las contradicciones entre los cristianos sobre la condición de los indígenas en el contexto régimen hispano-católico. En este debate, la condición inhumana del indio se contrapone a la condición de hijo de dios. El reconocimiento de la existencia de alma en el indio lo dotara de la calidad de “súbdito” ante la corona española. Sin embargo, las prácticas de abuso y exclusión serán lo cotidiano o normal en la sociedad colonial (3). Las tempranas uniones entre españoles e indígenas pronto se extenderán, pero sin mermar la ideología discriminatoria. Los hijos de estas uniones, los mestizos no serán aceptados por el mundo peninsular-criollo, aunque tampoco serán considerados indígenas, lo que los librara de mayor discriminación. La idea de pureza de sangre traída desde la península ibérica, dominara el imaginario colonial y hasta postcolonial. Las expresiones: mestizo, mulato, negro, indio, criollo y casta hallan su origen en este periodo, lo cual es muy significativo.
Los esclavos por su parte, son rebajados a la condición de objetos y de ahí lo frecuente de la expresión: “piezas de ébano”. La cosificación del negro, no se expresara solo en su tratamiento como herramienta laboral, sino también en su erotización. Su calidad de bestia, lo ubicara en la esfera de los instintos, entre ellos (especialmente) el sexual. La oposición entre lo intelectual y lo sexual, lo aleja de la imagen de hombres dotados de ideas y lo fija como ser esencialmente instintivo. El negro, zambo y mulato estará estigmatizado por el color de su piel, al igual que el indígena, aunque esencialmente serán discriminados por su cultura y religión.
La “idolatría” y “superstición” del indio y el negro fue la base de la discriminación española durante la etapa colonial. La extirpación de idolatrías (S. XVI-XVII), los proyectos de castellanización a los indios (S. XVIII), son algunos ejemplos de la censura o rechazo hacia la cultura de los pueblos dominados. Por otro lado, durante esta época se difundieron en Europa las tesis de Cornelius De Pauw (inspirado en el naturalista francés Buffon), sobre la inferioridad y degeneración de los habitantes del nuevo mundo. Este filósofo holandés de la corte de Federico II de Prusia, centro sus críticas en los nativos americanos, pero también llegara a describir a las colonias de Norteamérica como “degeneradas y monstruosas” afirmando incluso que “el más débil europeo podría aplastarlos con facilidad” (1768). Esto generaría la respuesta de pensadores como Alexander Hamilton, Benjamín Franklin y Thomas Jefferson quienes rechazaron enérgicamente la “teoría degeneracionista”.
Hacia el siglo XIX se impone la ideología republicano liberal en la América libre, pero también se difunde el denominado racismo científico o racialismo (representado por Gobineau, Taine, Le Bon, etc.); según la cual la especie humana está conformada por distintas razas: negroides, caucasoides, mongolides, etc. Para esta corriente, la naturaleza biológica del hombre determina su desarrollo; en otras palabras, lo innato se impone a lo cultural. Estas ideas serán abrazadas por distintos intelectuales peruanos hasta el siglo XX: Clemente Palma, Alejandro Deustua, Javier Prado, etc. Es en esta época en que surge realmente, el racismo tal como lo conocemos en el mundo. (4)
Por otro lado, la construcción del estado-nación pasara por homogeneizar la población. El discurso del mestizaje se difundirá, pero encubrirá las profundas divisiones en el país. Los proyectos modernizadores no incluirán al indígena, sino al obrero. El futuro del país no está en esa “raza degenerada”, sino en el trabajador de la ciudad vinculado a la producción industrial y el comercio. Bajo esa mentalidad, el “nuevo hombre”, no es el habitante de la sierra (tradicional, atrasada), o el criollo ligado siempre al ocio, sino el obrero mestizo que ha sido educado y habita la ciudad. (5)
A pesar de su discurso modernizante, el estado oligárquico del siglo XX, conservara estructuras señoriales heredadas de la colonia. El gamonalismo y la postración del indio, serán denunciados por los nuevos grupos indigenistas, cuyo discurso se reflejara mejor a través de la literatura (Ciro Alegría, Arguedas). El racismo peruano exhibía tanto el rechazo a una raza, como a toda una cultura (algunos lamentaban que no se aplicaran políticas de exterminio como en EE.UU). El gobierno revolucionario de Juan Velasco Alvarado acabará con las estructuras semi-feudales de la sierra peruana en 1969. Lo cual supondrá un quiebre en el plano económico-social, pero no el plano mental. Un gamonalismo silencioso se desarrollara en la sociedad peruana. A pesar de todo, la conversión del indio a campesino, supuso una reivindicación social y política. La ciudadanía se extiende a los eternos marginados.
Martín Tanaka, apunta que una forma de resistencia había empezado antes: la migración desde la década de los años 40s. La migración del campo a la ciudad, significó el mayor hecho social de nuestra historia en el siglo XX. El rostro del país se modificará y no volverá a ser el mismo. El proceso de cholificación descrito por el sociólogo Aníbal Quijano, significara el nacimiento de una nueva cultura: la cultura migrante, emergente y achorada. Los antiguos indígenas serán tratados como cholos, pero en algún momento el tono despectivo se convertirá en tono descriptivo. La identidad chola se afinca y el mestizaje cultural cobrara notoriedad. La discriminación hacia el migrante serrano pervive, pero la conquista de la ciudad se hará evidente: el comercio ambulatorio e informal, la difusión del arte de origen andino, la creación de múltiples distritos de origen migrante, redes de contacto entre coterráneos, etc. Sin duda, el desprecio a la cultura chicha coexistirá con el avance de una cultura emergente. El mito del progreso se impone en los migrantes y el neoliberalismo los incorpora a la cultura emprendedora (con sus pros y contras). (6)
El racismo en el Perú, será en realidad la discriminación por idioma, cultura y nivel socio-educativo (7). Gritarle a alguien cholo, serrano o indio, equivale a decirle ignorante, sucio o marginal. El dinero blanquea, pero tendrá sus límites en el origen socio-económico y los lugares exclusivos frecuentados. Lo cholo aún conflictúa a los peruanos, a veces conviene serlo y a veces no. Se es más o menos cholo en relación al otro. Es mejor ser un cholo limeño que un cholo puneño. La estética occidental es hegemónica; se multiplican las cholas rubias y los cholos metrosexuales. La publicidad impone arquetipos blancos en la sociedad de consumo. El cholo con dinero desprecia al cholo misio. Las mentalidades oscilan entre el “mejorar la raza” y acumular más recursos para ser (auto)aceptados.
La CVR (Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional) declaró que la mayor parte de victimas en el conflicto armado interno fueron campesinos quechuahablantes, pero olvidó señalar que la mayor parte de los victimarios también lo fueron. La guerra entre Sendero Luminoso y el ejército no solo tiene componentes raciales sino políticos, ideológicos y económicos. El desprecio al pobre o ciudadano sin derechos. Un estado que no cubre los derechos civiles, sociales y económicos es la realidad que se impone hasta hoy. Las masacre de Bagua es resultado de ello. No puede invisibilizarse la existencia de una lógica colonizadora, aún entre el empresariado. Políticos y mineros se burlan de los pueblos o comunidades llamándolos animistas o acusándolos de ser contrarios al progreso. Sólo las leyes y convenios de carácter internacional los protegen frente a un estado avasallado por una nueva oligarquía y grandes corporaciones. El elitismo, exclusivismo y apartheid son fuertes en la sociedad peruana: balnearios, playas, centros comerciales, discotecas, restaurantes, etc. Los casos de discriminación son permanentes y el lenguaje cotidiano lo revela: apestosos, horrorosos, auquénidos, etc. El factor asco también es evidente en el racismo o discriminación racial.
Aníbal Quijano señala que a pesar de todo el paradigma racista y eurocéntrico se acaba. Cada vez hay más denuncias contra el racismo, que evidencian una mayor conciencia sobre los derechos. El activismo y la mirada vigilante contrarrestan estas prácticas; y los discursos de igualdad social cobran mayor fuerza. Lo políticamente correcto, deja de ser sólo discurso, y ya presenta resultados. Quizás hay menos racismo, pero existe aún con fuerza. El problema ya no es tanto la raza en sí, sino la condición de ciudadano o sujeto de derechos reconocido (la historiadora Cecilia Méndez sugiere una ciudadanía étnica). Ser alguien representado verdaderamente ante el estado. Sin embargo, como apunta el psicoanalista Jorge Bruce, el racismo sigue siendo un poderoso y omnipresente organizador de la vida de los peruanos. Una experiencia que aún contamina las interacciones cotidianas.
El racismo es lo más extendido en el mundo, probablemente algo incapaz de desaparecer. Pero si de ser contrarrestado y sancionado. Los estados mejor estructurados demuestran diariamente, su capacidad para desterrar o rechazar actitudes racistas-discriminatorias. Países como el Perú, lamentablemente aún legitiman diferenciaciones, superposiciones y exclusiones. Por suerte, los esfuerzos individuales y colectivos son cada vez mayores para lograr igualdad e inclusión en nuestro país.
Notas:
(1) Los primeros esclavos fueron blancos. Tal es el caso de los pueblos eslavos, de donde deriva la palabra esclavo. Esclavos famosos serán Esopo o Cervantes.
(2) Un ejemplo del imaginario hispano, es el origen de la palabra Caribe, la cual proviene de la palabra caníbal, esto debido a la presencia de algunos pueblos antropófagos en algunas islas de esta región.
(3) Algunos cuestionan que los debates de Valladolid se hayan producido realmente. Una obra de teatro surgida para representar estas posturas existentes en el siglo XVI, habría sido el origen de la leyenda de los debates presenciales entre Sepúlveda y De Las Casas.
(4) Christian Delacampagne afirma en su obra Racismo y Occidente (1983), que el término raza: … se emplea por el racista para dar una unidad biológica – necesariamente imaginaria – a un grupo que no tiene unidad alguna o cuya unidad solo puede ser de origen sociocultural, la raza la inventa el racista (subrayado mío). Citado por Gonzalo Portocarrero En: Racismo y Mestizaje, Fondo editorial del congreso del Perú, Lima 2007, p. 182. Para el historiador Nelson Manrique, el racismo permite que las personas interioricen el orden estamental como natural. Por otro lado, recuérdese que el racismo suele estar también relacionado con el etnocentrismo, el chovinismo y la xenofobia.
(5) Sobre este punto cabe mencionar la obra del historiador Paul Drinot, quien publicó el libro: The allure of labores. El cual fue comentado por el politólogo Alberto Vergara, quien señala: (es) una inspección al Estado peruano durante las décadas veinte y treinta del siglo XX, a través de unas políticas públicas destinadas a mejorar las condiciones de vida de los obreros. Drinot examina la manera en que los gobiernos de Leguía y Benavides se relacionaron con las organizaciones obreras negociando con ellas el establecimiento de unas políticas estatales que buscaban incorporarlos al Estado, otorgándoles derechos y acceso a ciertos servicios básicos. Sin embargo, para Drinot, tan importante como la incorporación de las nuevas capas obreras a esta suerte de Estado de bienestar naciente, resultó la exclusión de las masas indígenas de esos mismos mecanismos institucionales emergentes. Cuando Leguía y Benavides instauran sus políticas sociales destinadas a incluir a las clases urbanas desfavorecidas, también asientan, afirma el autor, un desdén hacia lo indígena: ¿por qué si los obreros constituían una minoría de la población peruana recibieron tanta atención de parte del Estado y no la obtuvo la mayoría indígena que poblaba la sierra del Perú? (p. 11-12). La respuesta de Drinot se mueve en dos planos. En primer lugar, nos muestra el universo mental racializado de la élite peruana. En la introducción y en el primer capítulo, el autor describe a una élite que concibe el progreso del país a través de su industrialización. Pero esta industrialización, más que un proyecto económico, era una aspiración cultural pues el papel último de la fábrica era el de des-indianizar a la población. Un obrero, en definitiva, sería un indio redimido. Ahí radica, entonces, la “seducción obrera”: es la esperanza de la élite según la cual se podrá civilizar a la población a través de una industrialización des-indianizadora… En segundo lugar, Drinot desciende de las mentalidades hacia las políticas públicas destinadas al mundo obrero. Aquí reconstruye espléndidamente los distintos programas del Estado peruano destinados a mejorar los niveles de vida de los obreros: la creación de restaurantes populares, del seguro social, de los barrios obreros, etc. Así, a la pregunta por la exclusión de lo indígena de estas políticas, Drinot responde que ella reflejó las concepciones racializadas de las élites peruanas respecto del progreso. En: Diario La República, 05-02-12.
(6) Una postura contraria a Tanaka, la presenta el psicoanalista Jorge Bruce, quien señala: no queda claro de qué modo se puede asimilar la migración masiva a la capital como un proceso de rebeldía contra el racismo. Una urgencia económica puede producir cambios en los sistemas de creencias y prejuicios, pero no necesariamente constituye un acto de rebeldía. En: Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo. Fondo editorial de la Universidad San Martín de Porres. Lima, 2007. Pág. 40. Ciertamente, la migración no constituirá una acto de rebeldía directo o explícito, pero sus consecuencias o impacto son incuestionables. Nacen nuevas Limas (norte, este, sur) con mentalidades y proyectos distintos a los tradicionales grupos criollos.
(7) Según el sociólogo Guillermo Rochabrún: … todo estaría más claro si 1) se abandonara la palabra “racismo” —no tiene ningún significado preciso, no remite a ninguna estructura ni a ningún mecanismo definido, aunque cada vez que es pronunciada parece como si lo tuviera—, y 2) hablásemos simplemente de discriminación: una sociedad profundamente estamental, aunque carezca ahora de estamentos definidos, donde lo que está claro es lo que debe ser discriminado, pero donde lo discriminante queda borroso o vacío. Rochabrún, Guillermo. “Una vana pretensión: ser racista en el Perú”. En Revista Argumentos (IEP), año 8, n° 2. Julio 2014. http://www.revistargumentos.org.pe/vana_pretension.html . El autor no niega la discriminación, explotación, opresión, menosprecio, humillación, marginación, conmiseración y paternalismo hacia el indio, pero si cuestiona el discurso antirracista vigente por ser excesivamente simplificador.
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