El Imaginario Histórico Peruano: Representaciones y Mentalidades sobre la “Historia Nacional”.

IMAGINARIO HISTÓRICO PERUANO

EL IMAGINARIO HISTÓRICO PERUANO: REPRESENTACIONES Y MENTALIDADES

 SOBRE LA “HISTORIA NACIONAL” (*)

 

La “historia nacional” es producto de una narrativa o discurso oficial. Un conjunto de creencias transmitidas a través de las escuelas, los medios e instituciones. Una concepción del pasado, como una herencia común que nos encamina al progreso. El Estado-nación se origina y legitima en la aceptación de esta visión de nuestra historia. Sin embargo, el discurso oficial es cuestionado por otras miradas al pasado histórico, discursos que van desde el indigenismo (y derivaciones) hasta el marxismo (y sus versiones). Es así como al entrecruzarse estos “relatos históricos”, surge un “imaginario histórico peruano”, el cual es plural y diverso en sí, pero con regularidades que permiten una aproximación y caracterización general.

 

La historia es un instrumento ideológico antes que ciencia propiamente. Las batallas por apropiarse de ella son permanentes, pues se legitiman posturas, intereses y concepciones de grupos determinados. El discurso hispanista, indigenista, dependentista, etc., finalmente generan imágenes, ideas y sentires que se superponen o mezclan en la mentalidad colectiva. En los últimos años, el acelerado proceso de globalización ha operado de manera distinta sobre este imaginario histórico, ya sea fortaleciéndolo o transformándolo.

 

El imaginario histórico peruano, es heredero (al igual que muchas sociedades) de tres corrientes decimonónicas: el liberalismo, el positivismo y el romanticismo. El primero a través de una mirada histórica donde inexorablemente nos encaminamos como nación hacia la libertad y la democracia. La segunda, una visión de la historia que enfatiza los grandes personajes y hechos político-militares; mientras el tercero, una percepción heroica y patriótica del pasado. Proyecto nacional, nacionalismo e identidad se ubican dentro del imaginario histórico peruano, el cual se ancla a su vez en prejuicios, subjetividades y deseos.

 

El imaginario histórico peruano, ha estado tradicionalmente marcado por una mirada escéptica, pesimista o negativa del “pasado nacional”. Esta mirada, sin embargo alterna con miradas que aspiran al optimismo o generadoras de orgullo nacional (pasado pre-hispánico, riqueza natural-cultural, herencia gastronómica, etc.).

 

La diversa producción historiográfica, trabajos desde la sociología, la educación, el psicoanálisis, encuestas de opinión, foros y otros espacios de discusión-expresión (arte, publicidad, cine, internet, etc.) permiten aproximarnos al imaginario histórico peruano y explorar sus sentidos y transformaciones en las últimas décadas.

 

Las visiones sobre las antiguas culturas o culturas milenarias, la percepción sobre los incas o imperio del Tahuantinsuyo, las miradas sobre la conquista y virreinato, las ideas y sentires sobre la etapa de la independencia y la construcción de la república, serán abordadas en este trabajo y se buscara explicar su conexión con la visión de país e identidad nacional.

 

A lo largo de la ponencia se explicara además, la relación bi-direccional entre narrativa histórica y nacionalismo. Se evidenciara la instrumentalización de la historia en varios momentos de la construcción del Estado-nación. Finalmente, se describirá las características del imaginario histórico peruano en el contexto del siglo XXI, bajo la sombra del proceso de globalización.

 

 

***

 

 

Comencemos definiendo a que nos referimos con imaginario. Para el sociólogo Gonzalo Portocarrero, el imaginario es: “el sentido común sobre lo que somos como colectividad. O, más precisamente, el (des) orden imaginado o (dis) conjunto de representaciones colectivas que nos fundan como sociedad”. (1)

 

Para el semiólogo Walter Mignolo, el imaginario seria: “la construcción simbólica mediante la cual una comunidad (racial, nacional, imperial, sexual, etc.) se define a sí misma”.

 

Sin embargo, en esta exposición, nos referiremos exactamente al imaginario histórico, para el cual tomamos la definición del historiador español Jaume Aurell, quien la conceptualiza de la siguiente manera: “todas aquellas realidades del pasado que se han consolidado en la mentalidad de una sociedad determinada, conformando una visión de la historia, bien a través de una tradición escrita por literatos, intelectuales o historiadores o bien a través de la tradición oral, transmitida secularmente a lo largo de las generaciones”. (2)

 

Cada sociedad, cultura o ámbito de una sociedad compleja posee su imaginario. Este se ubica entre el mundo de las ideas y las creencias, del cual hablara el filósofo español Ortega y Gasset.Ideas en tanto está representando por un conjunto de ideas o ideologías y creencias al poseer profundas raíces inconscientes. El imaginario histórico está conformado por ideas explícitas, pero sobre todo por creencias implícitas. Forma parte de las mentalidades de una sociedad, y por lo tanto su ritmo de cambio es muy lento.Resiste al tiempo.

 

Si el momento presente depende de la concepción que se tenga del pasado, vale entonces reflexionar sobre el imaginario histórico de la sociedad dada. Recordemos que las representaciones que tengamos de nuestra historia, es la que determinara la(s) explicación(es) que elaboramos del presente.

 

En ese sentido, la historiografía tiene el poder de contribuir de manera decisiva en la construcción de los imaginarios nacionales (Regalado de Hurtado: 128). El Estado a través del discurso histórico oficial se disputa este imaginario con otros discursos históricos (indigenista, marxista, etc.) Pero sin duda, lo más determinanteen todo esto, serán los medios encargados de la transmisión de estas narrativas históricas o imágenes del pasado; entre ellos destacan,la escuela, las instituciones civiles y militares, la televisión, el cine, internet, etc.

 

Especial énfasis merecería la escuela en la construcción del imaginario histórico, ello a través de la historia escolar, el cual como señala Gonzalo Portocarrero, es un producto moderno del nacionalismo y representa el equivalente funcional de lo que son los mitos de origen en las sociedades primitivas (Oliart y Portocarrero: 13). El relato escolar en tanto historia oficial, es más discurso político que científico.

 

El imaginario histórico peruano oscila entre una visión trágica del pasado y una mirada que aspira a ser optimista, al respecto el politólogo Martín Tanaka, no ha dudado en afirmar en una entrevista que:

 

El Perú está cambiando en muchos sentidos y hay esos dos imaginarios en la gente, es un magma que no está cristalizando. Tenemos esa tradición donde todo es una porquería, nuestra historia es una vergüenza de derrotas y traiciones. Y esta otra mirada optimista que dice, “no, el Perú está saliendo adelante”.(3)

 

Por otro lado, la instrumentalización de la historia por parte de diferentes corrientes de pensamiento, ha calado y aún se mantiene vigente. La perspectiva hispanista y el discurso del mestizaje. Las posturas indigenistas reivindicativas o beligerantes, así como el legado marxista y la construcción de una historia crítica y determinista.

 

Estas miradas, concepciones o visiones se entremezclan o cruzan y constituyen junto al discurso oficial el imaginario histórico vigente. Este se expresa de manera consciente o inconsciente en la cotidianeidad, ya sea a través de conversaciones, publicaciones, imágenes o expresiones de diversa índole. La historia academicista por su parte, se mantiene encerrada en bibliotecas, universidades y centros de investigación, y su impacto en el imaginario nacional es limitado.

 

Pero cabe también anotar lo señalado por el historiador inglés Tony Judt, para quien en estas dos últimas décadas existiría: una tendencia a olvidar más que a recordar, a “negar la continuidad y proclamar la novedad”. Este imperio del presente y esta voluntad de olvido, unidos a la constante aceleración de los ritmos y los cortocircuitos entre lo concretamente sensible y los productos de la imaginación, generan ciertamente la sensación de vivir en un presenta atemporal. Ello afecta la percepción del transcurrir del tiempo que parte de un presente – fugaz por antonomasia – que está precedido por un pasado y seguido de un futuro. (Hernández: 256).

 

Se percibe al parecer una mayor inclinación al olvido. En tiempos de modernidad líquida al decir de ZygmuntBauman, tiempos de hegemonía de lo efímero y generaciones definidas por vivir aceleradamente, la reflexión histórica es cada vez menor. La historia es reducida a una colección de hechos pasados, sobre los cuales predominan prejuicios y estereotipos antes que ideas razonadas. En el Perú, a pesar de todo, la historia aún ocupa un lugar central en la definición de nuestra identidad nacional y las referencias al pasado son por lo tanto permanentes: calles, plazas, conmemoraciones, iconografías, publicaciones, nacionalismo gastronómico, etc.

 

El imaginario histórico peruano, es sin duda una generalidad, vale por lo tanto realizar una revisión de nuestras distintas etapas histórica y describir la ideas, creencias o imágenes que giran alrededor de estas.

 

 

EL PERÚ ANTIGUO

 

Comúnmente llamada etapa precolombina o periodo pre-hispánico, lo cual denota cierto sesgo eurocéntrico de la historiografía tradicional. Clasificada a su vez como periodo pre-incaico e incaico, lo que revela el lugar central que ocupan los incas en el imaginario histórico nacional.

 

Llamado el pasado milenario, es fuente de orgullo e identidad. Constituye la etapa más feliz de nuestra historia, según la concepción de la mayoría de peruanos. La construcción del Estado-nación parte de la búsqueda de los orígenes culturales, y es así como en el Perú, se encuentra en esta etapa, la fuente de nuestra identidad como nación. Cabría acá destacar un concepto, el de “primordialismo”, según el cual la nación se funda en vínculos orgánicos-naturales o sea una “comunidad viva”, un grupo humano que comparte parentesco, lengua, religión y costumbres. El discurso indigenista se erige sobre estos presupuestos y por ello se autodefine como expresión auténtica del Perú.

 

En el imaginario histórico nacional, este periodo es una etapa grandiosa y merecedora de toda admiración. Sin embargo, surge el conflicto al identificarse al indio actual. El racismo y su carga subjetiva es más fuerte que la ideología nacionalista: ¡Incas sí, indios no!, como señalara el título de un ensayo de la historiadora Cecilia Méndez.

 

Desde el legado marxista y la teoría de la dependencia, esta etapa de nuestra historia constituye un periodo de “culturas andinas libres” o etapa de autonomía, a diferencia de la Colonia y República, donde se produce una dependencia y semi-dependencia. El historiador Pablo Macera, será uno de los mayores divulgadores de esta idea, fuertemente vigente en los 80s y que aún pervive entre muchos docentes.

 

El alto nivel de desarrollo cultural de las sociedades que ocuparon el actual territorio del Perú es indudable. Civilizaciones como Caral, Chavín, Nasca, Moche, Wari, Chimú, Incas, etc. causan interés y admiración entre peruanos y extranjeros; sin embargo han caído en idealizaciones o imágenes falsas desde Garcilaso hasta el presente. Miradas desde el nacionalismo, regionalismo o localismo. Algo normal en muchas sociedades, pero marcado en sociedades con un pasado especialmente rico en culturas. El problema es cuando estas visiones caen en esencialismos, donde lo andino es superior cultural y moralmente a otras expresiones (como la occidental). El culto a los orígenes conduce a sobrevaluar lo autóctono por el mero hecho de ser lo propio (Mansilla: 33). El imaginario histórico peruano, está fuertemente influida por una retórica indigenista, que hace por momentos indistinguible la verdad histórica y la simple celebración del pasado.

 

 

LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO

 

 

El imaginario histórico sobre estos periodos son marcadamente negativos. La conquista es percibida como una cruel invasión, mientras la etapa virreinal es vista como la de una colonia sujeta absolutamente a España (lo cual es mas propio con los borbones del siglo XVIII, que con los Austrias del siglo XVI-XVII).

 

Hispanistas e indigenistas han polemizado durante muchas décadas sobre esta etapa. Pizarro y Cortés generan rechazo visceral entre muchos, mientras otros defienden su legado como fundadores de la nacionalidad: el mestizaje.

 

La conquista, representa el mayor ejemplo de una “memoria herida” en una colectividad; y es fuente de rechazo contra el legado español o hispano, y la cultura europea u occidental por extensión. Por otro lado, el discurso del mestizaje, busca reconciliarnos con esta herencia racial-cultural, y reconocernos como producto histórico de la mezcla o síntesis de lo andino y lo europeo. Una fórmula que resulta a veces, una forma asolapada para esconder fenómenos de superposición o hegemonía cultural.

 

Una aproximación a las opiniones de la gente sobre este tema,nos la brindan los foros de internet. A continuación citamos algunos de ellos:

 

 

Foro Perú Educa. Pregunta: ¿invasión o conquista española?

 

Desde pequeño me enseñaron que fue la conquista española, pero desde que educo a los niños les digo siempre que fue una invasión española. Rolando Aurelio Cerquin Segura.

 

Invasión española, ya que la historia que nos contaron no es realidad sino se conto y se escribió de acuerdo a los interese de los españoles, pero todos sabemos la gran sabiduría que tenían nuestros antepasados, que eran sabios por excelencia y que tenían normas morales que las cumplían a cabalidad, y es que los españoles desde antes de la llegada de Pizarro ya habían invadido nuestro país. Luz Amparo Julca Reina.

http://www.perueduca.pe/foro/-/message_boards/message/351185466

 

 

Comentarios sobre Francisco Pizarro en la página web del diario El Comercio

 

LA INVASION DE LOS ESPANOLES A TODA LA AMERICA NO TIENE NADA POSITIVO YA QUE ELLOS SOLO SE DEDICARON A SAQUEAR LAS RIQUEZAS Y MATAR EN NOMBRE DE UN DIOS DURANTE SIGLOS NADA COMPARABLE A LO QUE HICIERON LOS INGLESES Y FRANCESES EN NORTEAMERICA QUE TAMBIEN TUVIERON COSA NEGATIVAS PERO SON + LAS POSITI. felipepumahuanca.

 

Pizarro el INVASOR vino a malograr nuestra raza; y hay q ser bien caidos y decir a España “Nuestra madre patria”… Viva el Perú, Viva la Raza Incaica.ulianov Guadalupe.

 

Pizarro es uno de los fundadores de la nación peruana (trajo el mestizaje), y no lo es Atahualpa o Huascar, metanse en la cabeza que somos mestizos, no europeos o indigenas.. Lupe Ca.

 

no reniegues tanto de tu raza, que de español tenemos todos, lee aunque sea un poco de historia, Pizarro así no te guste es parte de nuestra historia Conquistador del Perú esa es la verdad y fundador de nuestra hermosa ciudad de Lima, por eso sus restos reposan donde debe de estar punto. Roberto Castillo Gonzales.

 

A mi me interesa que investiguen los huesos de Atahualpa y no de ese Ignorante analfabeto ladrón,criminal, que destruyo una gran cultura deberian de haberlo quemado vivo,y sus restos que aún esta en la catedral enterrado deberian de votarlo a España Y El rey y el Pueblo español deben pedir perdo. Irma Peres.

 

29/06/14.http://elcomercio.pe/lima/sucesos/video-conoce-al-arqueologo-que-estudio-huesos-francisco-pizarro-noticia-15961166

 

Pizarro es un personaje que ha sido maltratado por la ignorancia y por quienes sólo pueden hacerse populares mancillando la honra del gran capitán. En un país donde casi todos son mestizos, ¿cómo pueden odiar a los españoles y a Pizarro? Daniel G.

 

Si hubieras vivido en aquella época, lo más probable es que lo hayas odiado. Bien sabemos que los Españoles vinieron a saquear cuantas tierras encontraban. Ya se les acabó el oro, ahora la crisis. Dennis X.

 

04/02/14.http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/francisco-pizarro-y-peru-hector-lopez-martinez-noticia-1707062

 

 

Las opiniones expresan más que el pensar, el sentir hacia Pizarro y lo que representa la llegada española a estas tierras. Los foros consultados, presentan en su mayoría posiciones de rechazo o abierto desprecio hacia los conquistadores. Son percibidos como ignorantes, sanguinarios, ambiciosos o incluso inferiores a franceses e ingleses. Los incas son victimizados y se contrapone su sabiduría y civilización a la barbarie y codicia española. Sin embargo, es notoria la presencia de varios comentarios que apelan a la crítica sobre la exageración de la postura descrita. Estas opiniones apelan al discurso del mestizaje, y colocan a Pizarro como fundador de ciudades y la nacionalidad en el Perú.

 

Un apunte relevante es el empleo del lenguaje en estos comentarios. Donde lo más destacado es la peruanidad de los incas. Los españoles no habrían invadido el imperio del Tahuantinsuyo, sino el Perú. Atahualpa es más peruano que cualquier descendiente de los españoles nacidos acá. El Perú de los incas constituye una nación usurpada por España. Este anacronismo que equipara a incas y peruanos está todavía muy vigente.

 

Hace años se hablaba del trauma de la conquista, para señalar los conflictos de identidad nacionales, así como los complejos de inferioridad al saberse herederos de un pueblo derrotado. Una “catástrofe psicológica” para la población indígena al decir de Uriel García en El Nuevo Indio. No es de extrañar que Gonzalo Portocarrero, quien es el que más ha explorado el tema del imaginario nacional, caracterice al Perú como un país de memorias heridas y una nación que se haya entre el (auto)desprecio y la amargura. En gran medida esta imagen proviene de la interpretación sobre la conquista y virreinato (al cual deberá sumarse la guerra con Chile).

 

Se afirma que los vencidos idealizan el pasado en clave utópica y los vencedores con notas épicas. He ahí la explicación del fuerte nacionalismo incaico o andino. La conquista, por su parte, simboliza la usurpación y nos hace hijos de una violación histórica. Hecho profundo y psicológico, que subleva aún a criollos blancos. Al respecto, el notable pensador mexicano Octavio Paz, reflexionando sobre Los hijos de la chingada, nos dirá: Si la chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista (española), que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es la Malinche, la amante de Cortés. (Paz: 94)

 

Por su parte, el imaginario histórico peruano sobre el virreinato o colonia, mantiene la estructura maniqueísta de la conquista. Una visión general u homogénea predomina sobre este periodo: tres siglos de yugo español. Imagen en gran medida deudora de la etapa de la independencia donde había que cuestionar las bases y legitimidad del dominio de la metrópoli española. El periodo colonial se asocia inmediatamente a abuso sobre la población indígena: encomienda, mita, tributo y discriminación. La imposición religiosa, la esclavitud y el expolio de las riquezas: oro y plata.

 

Ciertamente se trata de una etapa más compleja, donde existió una legislación de protección (Leyes de indias), instituciones de participación directa (Cabildo), élites indígenas que participaron de la explotación, gran autonomía criolla (s. XVII), mercados de gran articulación interna (circuitos comerciales en la sierra) y nuevas expresiones culturales que hoy conforman nuestro más apreciado patrimonio (arquitectura, poesía, música, pintura, etc.).

 

La simplificación es una característica del imaginario histórico. Se erige sobre prejuicios y estereotipos como antes se ha señalado. El gran problema es que ha alimentado posiciones excluyentes frente a los legados históricos. El legado andino es positivo en sí, mientras la herencia colonial es totalmente negativa. Ciertamente la sociedad colonial fue injusta, pero no fue bárbara como sostienen los que han profundizado en esta etapa. La leyenda negra sobre España es algo muy extendido en el mundo, como se sabe es una visión negativa difundida por reinos rivales como Inglaterra y Holanda durante esos siglos. El imaginario peruano no escapa de ello. La imagen de las minas, el esclavismo, la discriminación y abuso sobre indígenas es más fuerte que cualquier consideración sobre un legado positivo del virreinato.El trasfondo emotivo siempre será más fuerte que las consideraciones teóricas.

 

 

LA INDEPENDENCIA Y LA REPÚBLICA

 

 

Hace algunos años el sociólogo Gonzalo Portocarrero, buscó aproximarse al imaginario nacional, a través de frases representativas de nuestra historia, surgidas en los dos últimos siglos: “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”; “El que no tiene de inga tiene de mandinga”; “Donde se pone el dedo salta la pus”; “¿Cuándo se jodió el Perú?, “Todas las sangres”; “¡Y no podrán matarlo!”. Un análisis interesante que permitía descifrar nuestra idiosincrasia colectiva o social. Nuestro imaginario esta poblado de frases e imágenes, las cuales ostentan una enorme carga significativa. Tal es el caso del famoso cuadro de Juan Lepiani (1904), el cual representa la proclamación oficial de la independencia el 28 de julio de 1821 por el general San Martín. Es la pintura más difundida sobre esta etapa, pero que tiene el efecto de anclar la visión de la independencia en esta fecha. Responsabilidad del discurso oficial y no del artista por supuesto. Se invisibiliza así, casi una década de luchas previas, como las rebeliones de Tacna, Huánuco o Cusco.

 

La visión sobre la independencia es heroica, maniqueísta, elitista, machista y centralista. Enfatiza a los grandes personajes (próceres), contrapone bandos perfectamente definidos: españoles y americanos (cuando indios y criollos en realidad podían hallarse en ambos bandos), no destaca la participación popular, la participación de las mujeres y las acciones de regiones distintas a Lima.

 

Recientemente el concurso, “Narra tu independencia desde tu pueblo, distrito o ciudad”, impulsado por los historiadores Cecilia Méndez y Juan Carlos Estenssoro, ha buscado “dessanmartinizar” la independencia, visibilizando los distintos movimientos rebeldes, surgidos desde varios puntos del territorio del virreinato peruano. Esfuerzo loable, pero de efecto mínimo frente a una academia aislada y maestros de escuela que repiten cada año el discurso oficialmente aceptado. A ello, se suma el lugar central que ocupa el 28 de julio en el calendario cívico-patriótico, un feriado no laborable que se extiende hasta el 29 de julio (“fiestas patrias”), y que además sirve de ocasión para los mensajes a la nación del presidente, así como los cambios de mandato. Ello sin mencionar todo el ceremonial de esos días (Te Deum, discurso presidencial, desfile militar) y que cala en el imaginario nacional (ritualismo religioso, civil y militar).

 

La república es el gran tema de reflexión, predominando la acusación de ser una república criolla. O sea una república de espaldas a las mayorías, los indígenas. La voz de Manuel González Prada es especialmente fuerte en este señalamiento, mirada especialmente crítica en años de derrota militar y humillación nacional. Son numerosos los herederos del discurso incendiario de González Prada, su voz aún se trasluce en aquellos que cultivan y difunden la historia de denuncia (tal es el caso del influyente periodista César Hildebrandt).

 

El siglo XIX es el siglo de la construcción del Estado. Época caótica por el militarismo y los continuos golpes de estado. El auge guanero y el descontrol de estos ingresos, hacen que se perciba esta época primero como de anarquía y después como de despilfarro y corrupción. El imaginario nacional, oscila así, entre “La prosperidad falaz” (Basadre) y “Un siglo a la deriva” (Bonilla). El caudillismo será nuestra principal herencia junto a un constitucionalismo más ficticio que real. Dictadores constitucionales en muchos casos. La figura del caudillo, reúne en sí la búsqueda de los pueblos: un padre y un salvador u ordenador (patriarcado, heroísmo y mesianismo). En el imaginario nacional aún está la esperanza del caudillo, hoy llamado outsider. El problema es que se acepta fácilmente, que tenga derecho a estar sobre o más allá de la ley (Fujimori, Castañeda).

 

La historia oficial está poblada de héroes, en su mayoría provenientes de la guerra más significativa de nuestra historia republicana: La Guerra del Pacifico o Guerra con Chile. Hecho determinante en la construcción de una identidad nacional al cohesionarnos (después del conflicto) frente a la permanente amenaza del vecino agresor. El sentimiento anti-chileno, es similar al sentimiento anti-español, en ambos se hayan las heridas del pasado no superado y el resentimiento consecuente (una “rabia narcisista” en torno a una injuria psicológica no resulta, como señala el psicoanalista Max Hernández). El revanchismo contra Chile aflora cada cierto tiempo, desde la prensa, el deporte, la política y otros ámbitos. Sentimiento autodestructivo en última instancia. El imaginario histórico peruano, se ha erigido sobre cierto autopadecimiento y victimización.

 

Anecdóticamente, hace unos años un diario local, saco nuevamente a la venta la colección de la notable “Historia de la República” de Jorge Basadre. De los 18 tomos, los más difíciles de ubicar son los dos dedicados a la guerra del Pacífico. El destacado semanario Hildebrandt, no deja de pasar una sola edición, sin dedicarle un espacio a la guerra con Chile o rechazar la amenaza chilena actual (invasión económica, armamentismo u otros). El diario La Razón, por su parte, se ha erigido como el panfleto antichileno por excelencia. Finalmente, no hace mucho tiempo se publicaba con éxito el panfleto “Ollanta”, luego llamado “Antauro”, el cual exacerbaba hasta límites insospechados el anchilenismo nacional. Todo ello, sumado a las innumerables reacciones chovinistas suscitadas durante el proceso de la Haya y el límite marítimo, denotan cuan presente esta Chile en nuestro imaginario y cuanto nos falta para superar los complejos sentimientos que ha dejado esa guerra.

 

El imaginario histórico nacional, está poblado de imágenes, recuerdos, deseos e impulsos. Oscilamos aún entre la aceptación y el autodesprecio. El discurso criollo del mestizaje, no será suficiente, y es así como se legitima y cobra relevancia el discurso indigenista, el cual cuestiona la narrativa histórica oficial. En el siglo XX, el neoindigenismo será la base de lo que Portocarrero y Oliart denominaron “la idea crítica”, la cual tendrá como credo los siguientes artículos de fe:

 

– El Perú es un país de una civilización varias veces milenaria. La autonomía ha sido la condición básica de la historia peruana.

– La invasión española representa una injusticia monstruosa. Los conquistadores trataron de arrebatar el país a sus legítimos propietarios, quienes siempre resistieron y nunca se dejaron vencer.

– La injusticia se ha perpetuado y hoy las clases altas y el capital extranjero continúan con la depredación del mundo andino.

– Las clases altas son foráneas, pero controlan el Estado y están aliadas con el imperialismo para oprimir al pueblo.

– A pesar de todo hay una creciente toma de conciencia sobre esta realidad. La lucha armada y la revolución llevaran a un cambio radical en el país. Estará nuevamente en manos de sus legítimos propietarios. (Portocarrero: 388)

 

Esta “idea crítica”, nace además del encuentro entre el indigenismo y el discurso marxista más simple y dogmático. La difícil realidad del Perú en los años 80s: crisis económica y la lucha armada, será el momento propicio para la difusión de estas ideas. A veinte años de distancia hoy, se mantienen todavía vigentes, a excepción del fuerte antiimperialismo y el entusiasmo por la revolución. Se trata de una historia que se pretende crítica, pero termina sólo como historia negra.

 

Sería necesario reactualizar la notable investigación de Portocarrero y Oliart: “El Perú desde las escuelas”, y descubrir exactamente el impacto del neoliberalismo, la globalización de las comunicaciones y la reactualización del nacionalismo en el país. Por ahora, es posible observar la vigencia del imaginario histórico de finales del siglo XX, pero también la creciente influencia de un optimismo Marca Perú, Mistura y Machu Picchu nueva maravilla del mundo. Optimismo de una generación que ya no se agobia tanto con la pregunta: ¿Cuándo se jodió el Perú?, ya sea por no conocer la obra de Vargas Llosao por el simple hecho de ser la generación post-zavalita.

 

(*) Ponencia presentado en el XIX Coloquio Interdisciplinario de Investigaciones Históricas (Universidad Villarreal, 15 de octubre del 2014).

 

 

Referencias:

 

(1) Gonzalo Portocarrero: “¿Inacabadas Ruinas? Notas críticas sobre el imaginario Peruano” en Racionalidad e Irracionalidad en la Cotidianidad del Sujeto. Huancayo, 2006. Pág. 15.

(2) Jaume Aurell. La formación del imaginario histórico del nacionalismo catalán, de la renaixenca al noucentisme (1830-1930). http://www.ehu.es/contenidos/boletin_revista/00021_revista_hc22/es_revista/adjuntos/22_12.pdf

(3) Martín Tanaka. Entrevista en el diario El Comercio, 24/08/14. http://es.scribd.com/doc/237935656/Cuando-el-Peru-nos-da-vueltas-Entrevista-Martin-Tanaka-en-El-Comercio

 

 

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