La obra literario-militar del General Bernardo Reyes [Parte II: Ensayo sobre un nuevo sistema de reclutamiento para el ejército y organización de la Guardia Nacional].

BernardoReyesContinuando con el tema de la obra literario-militar del general Reyes, (cuyo primer post sobre sus Conversaciones militares puede consultarse aquí), hablaré un poco sobre el segundo ensayo que redactó con el fin de destacar y, de alguna manera, llamar la atención del gobierno sobre las problemáticas que sufría el ejército porfiriano, ya mencionados en algunas otras entradas de este blog.

Algunos años después de su primer ensayo, y ya con el grado de general de brigada, Bernardo Reyes volvió a tomar la pluma para escribir sobre el mejoramiento del ejército, pero esta vez se centraría un problema en particular: el reclutamiento.

En este segundo opúsculo, titulado Ensayo sobre un nuevo sistema de reclutamiento para el ejército y organización de la Guardia Nacional,[1] publicado en 1885 en San Luis Potosí, dividido en trece capítulos con un total de 145 páginas, Reyes volvió a plantear las diversas problemáticas que ha sufrido y sufre, para la época, el ejército mexicano, poniendo especial atención en la necesidad de reglamentar una nueva forma de reclutamiento, con el objeto de conformar un ejército moralizado y vigoroso, y despojarlo así de la corrupción, ineficacia e indolencia de sus miembros, tal como se encontraba al momento de escribir este Ensayo. Respecto a lo anterior, el autor mencionaba que

las circunstancias del país luchando por constituirse desde que proclamó su independencia de España y sosteniendo guerras internacionales en la breve época de su libre vida, ha obligado a nuestros mandatarios, con la inexorable ley de la necesidad, a reclutar el ejército de un modo irregular, en que naturalmente la equidad y la justicia no han podido ser la base para imponer el servicio de las armas. El reclutamiento se ha hecho unas veces por medio de la forzada leva, otras, y esto es en la actualidad lo más común, por la consignación forzada también de las autoridades políticas, que recae como un castigo contra la gente perniciosa que pulula en las poblaciones; el enganche voluntario, pocas veces puesto en práctica, es de todo punto insuficiente para cubrir las bajas, reconociendo esto último entre otras causas, por principal origen, que las conocidas dificultades de nuestra hacienda, no han dado las suficientes garantías de seguridad para que la tropa reciba íntegros los haberes que por la ley se le han asignado.[2]

Por ello, el estado en el que se encontraba el ejército era francamente lamentable, razón por la que no gozaba de la estimación de la sociedad. Debido a esto, si el gobierno hubiese pretendido hacer un llamado a realizar el servicio militar a todos los hombres aptos, éste habría provocado una gran perturbación, pues dado el desprestigio de la milicia, los jóvenes de la clase alta se consideraría humillada al ser obligada a entrar al cuartel y hacer vida común con esa gente “perniciosa” de la que decía Reyes que estaba compuesto el ejército.

Esto, como es posible pensar, constituía un enorme problema, ya no se diga para el ejército en sí como institución, sino para la nación entera, ya que la idea de que todo ciudadano tenía la obligación sagrada de defender a su patria, no existía más que como una teoría que era imposible de llevar a la práctica por el estado en que se encontraban las cosas. Por eso Reyes afirmó que los ciudadanos no acudirían en el caso de una guerra extranjera para defender al país mientras “exista este modo de ser de nuestras tropas permanentes que son el pie veterano, por más que la patria en su desgracia los llamase a su defensa”. Para evitar este y otros males, el autor propuso llevar a cabo una reestructuración en la forma de reclutar y educar a los elementos del ejército, pues pensaba que éste debía estar compuesto por todos los elementos sociales de la nación —ya que éstos eran los representantes del espíritu nacional en su conjunto—, y poder así servir al país “por el noble sentimiento del deber”.[3] De esta manera, era necesario

inspirar entusiasmo patrio a toda nuestra juventud hasta hacerla capaz de tomar el fusil en cualquiera emergencia desgraciada, hacer desaparecer en general la aversión por el servicio de las armas, poner a todos nuestros hombres […] en condición de luchar como soldados entendidos llegado el caso; no apurar los recursos del país para conseguir esto ni ocupar permanentemente todos los brazos que tan necesarios son en nuestra exangüe población para la industria: he aquí el inmenso programa.[4]

Para llevar a cabo este “inmenso programa”, Reyes propuso el servicio militar obligatorio, el cual reemplazaría a los antiguos y perjudiciales sistemas mediante los cuales se obtenían efectivos para el ejército, es decir la leva, el sorteo y la consignación forzosa, sistemas que el autor ataca de manera constante a través de todo su ensayo. Se pensó que la adopción del servicio militar obligatorio daría una imagen de equidad al ejército, pues dicho método repartiría en todos los nacionales la carga que hasta ese momento se había echado sobre los hombros de las clases bajas. Esto haría aparecer a todos los hombres iguales ante la ley y, por si alguna cuestión no prevista se eximiese del servicio a ciertos jóvenes, dicha excepción se daría bajo ciertas condiciones que no vulneraran la obligación y la equidad de las disposiciones legales, lo que fortalecería la disciplina marcial aún desde el momento mismo del reclutamiento.[5]

Asimismo, el autor adujo que el sistema que proponía era el más económico, ya que el hecho de instruir a todos los hombres de cierta edad durante un periodo relativamente corto, para que luego pasaran a la reserva (sin goce de sueldo, pero en disponibilidad), provocaría un ahorro en el presupuesto al no haber necesidad de tener que entrenar tropas en el caso de necesitarlas de emergencia, pues se les tendría inmediatamente disponibles, numerosas y formadas de verdaderos soldados. La virtud de este sistema residiría en el hecho de que todos los hombres útiles para tomar las armas, estuviesen aptos para defender al país sin distraerlos permanentemente de sus tareas, esto es, no habría necesidad de arrebatar numerosos brazos a la agricultura, a la minería y a la industria, “donde tan necesarios son en un pueblo que poseyendo inmenso territorio se encuentra tan escaso de habitantes”.[6]

Los lapsos en que se realizarían los llamamientos al servicio militar obligatorio eran otra virtud, según el autor, del sistema propuesto, pues no se efectuarían anualmente, como sucedía entonces en otras potencias, sino que tales llamamientos al servicio de las armas se llevarían a cabo —en un principio al menos— cada tres años, con la mira de que no se perjudicaran las labores económicas, como se ha dicho más arriba.

Dicho llamamiento tenía tres características principales: a) habría de ser hecho para aquellos jóvenes que por sus condiciones físicas fuesen aptos para soportar las fatigas que ocasiona el servicio de las armas; b) debería hacerse de forma tal que los convocados tuviesen las mayores facilidades para concurrir a los lugares de reunión designado, y c) la edad habría de ser 18 años.[7]

Además de lo anterior, la propuesta que Reyes hizo relativa a la educación, debió de parecer bastante radical para buena parte de la sociedad de entonces, e incluso descabellada para la elite intelectual del régimen, pues cualquiera habría pensado que el proyecto ideado por Reyes se basaría en tratar de instaurar y mejorar la educación no sólo para los oficiales del ejército —quienes se instruían en el Colegio Militar— sino que también habría innovaciones para las clases subalternas de la milicia, lo que podía ser aceptable. Sin embargo, el proyecto de Reyes era bastante más ambicioso e iba mucho más allá de un simple mejoramiento de la enseñanza de oficiales y jefes.

Lo que Bernardo Reyes propuso fue la introducción, con la ayuda y acuerdo de los gobernadores de los estados, de un moderado régimen semi-militar en todas las escuelas de la República, toda vez que, según el autor, para que la sociedad adoptara el servicio militar obligatorio, tenía que principiarse por inculcar en los niños y jóvenes el amor a la patria y el sentido del deber para con ésta a todas las clases sociales de un modo práctico y de manera temprana, por lo que la solución se encontraba en implantar en los planes de estudio vigentes, cursos y prácticas que tuvieran que ver con la formación militar:

El plan general desarrollado por medio de adecuados reglamentos en que la disciplina tendría gran parte, consistiría en emplear las horas en que no hay ocupación expresa en los educandos, para iniciarlos del modo más ameno posible en las ideas y en las prácticas que sirven de preparación para obtener mayores conocimientos militares; pudiendo desde luego ser útiles a los jóvenes en caso de emergencia; enaltecida ya con educación tal, la virilidad de su espíritu y desarrollada higiénicamente la robustez material por medio de los ejercicios tácticos.[8]

De esa forma tales enseñanzas irían echando raíz en la vocación de los jóvenes, lo que permitiría que muchos de éstos adoptaran la carrera de las armas por verdadera convicción y no por obligación, como sucedía entonces. Esto revitalizaría al ejército al contar con verdaderos elementos útiles dentro de sus filas, que tuvieran aprecio a la clase militar y que no desdeñaran pertenecer a ella.[9]

La cuestión educativa hizo que Reyes tocara un punto medular en la reforma del ejército: la raza indígena. De ella afirmó el general que los individuos pertenecientes a las diferentes razas indígenas que entonces poblaban el territorio mexicano, debían sumar unos dos millones los cuales, además, eran los que conformaban buena parte de la tropa del ejército, lo que resultaba un problema, pues la mayor parte de éstos, junto con los mestizos que más allegados eran a dichos indígenas, no concurrían a la escuela ni participaban para nada del “movimiento civilizador de la nación”, por lo que era necesario “ilustrarlos” para que conocieran sus deberes para con la patria y, de esta forma, adoptaran con agrado el servicio militar pues, según Reyes, una vez “ilustrada esa raza de suyo sobria, resignada y con el valor del estoicismo que en lo general la caracteriza, calentada con el sentimiento de amor por su patria, dará al país, si llega el caso de guerra, soldados de envidiables cualidades”.[10]

Lamentablemente para la institución marcial, las ideas arriba expresadas no fueron tomadas en cuenta, lo que tiene cierta lógica, pues las propuestas del general Reyes tendían a un fortalecimiento del ejército, justo cuando el gobierno de Díaz pugnaba por disminuirlo y debilitarlo, con el objeto de que no fuera un peligro para su poder.

Asimismo, el proyecto de introducir cursos militares en todas las instituciones de educación del país, debió de haber alarmado a más de un integrante de la élite, pues dicha medida habría provocado la militarización de la sociedad lo que, acorde con los deseos del régimen, era algo inaceptable, pues entonces se promovía el civilismo por encima del militarismo, este último considerado como la causa del rezago del país durante varias décadas, según la concepción que de los militares se tuvo en la época.

Como puede apreciarse, el general Reyes tenía una propuesta bien concisa sobre los pasos a dar para comenzar a dar al ejército la renovación, en sus preceptos, reglamentos y protocolos, que tanto requería con el fin de que se ilustrara, se moralizara y, en términos generales, se mejorara su desempeño como institución y sirviera así no sólo para defender la soberanía al exterior y la seguridad al interior del país, sino que funcionara como un referente internacional del progreso mexicano, que ya se podía apreciar en otras áreas, especialmente la económica con los adelantos porfirianos en este rubro.

Si bien sus ideas enfrentaron resistencia o simplemente no fueron tomadas en cuenta para los años que las hizo públicas, encontraría el momento perfecto para aplicarlas cuando, años más tarde, fue nombrado secretario de Guerra en enero de 1900, tras lo cual inició una ambiciosa política reformadora del ejército que, un par de años después sería —irónicamente— el motivo de su renuncia, especialmente ante el éxito de la institución de la Segunda Reserva.

Dejo pues a quien le interese, el archivo PDF del Ensayo del cual se ha hablado en esta ocasión, para su descarga y consulta.

 Ensayo sobre...

Descarga: Ensayo sobre un nuevo sistema de reclutamiento para el ejército y organización de la Guardia Nacional.



[1] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, 145 pp.

[2] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 15-16.

[3] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 19, 25. Reyes debió de tener muy en cuenta lo sucedido en la guerra contra los Estados Unidos (1846.1848), cuando los ciudadanos aptos para tomar las armas no lo hicieron, a pesar de las excitativas que frecuentemente hizo no sólo el gobierno, sino también la prensa, véase Josefina Z. VÁZQUEZ, México al tiempo de…, 1998, 724 pp. Asimismo, debió recordar el episodio de la segunda intervención francesa en México (1862-1867), cuando buena parte de la población del país apoyó la instauración de un imperio encabezado por Maximiliano de Habsburgo.

[4] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 27-28.

[5] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 34-35.

[6] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 36-37

[7] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 39-40. A pesar de que en algunos países de Europa la edad para concurrir al servicio militar era de 20 años, Reyes propuso que en México fuera de 18, afirmando que los mexicanos se desarrollaban más rápidamente debido al clima, además de que contraían compromisos familiares a más temprana edad, por lo que era necesario hacer acudir a los jóvenes al servicio militar antes de que contrajeran dichas responsabilidades como cabezas de familia.

[8] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 48-49.

[9] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 50-51.

[10] Bernardo REYES, Ensayo sobre un…, 1885, pp. 51, 53, 70.

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