Carpinteros virreinales, entre el problema de la madera y el terremoto de 1687[1]

Los primeros carpinteros en suelo peruano fueron conquistadores, hombres de Cajamarca, estos se llamaban Pedro de Anadel y uno se apellidaba Escalante, como dice James Loockhart, el primero recibió 362 marcos de oro, mientras el segundo solo 181, la diferencia consistía en su estatus[2], mientras uno era hombre de caballo, el otro solo lo era de a pie. El primer contingente que pisó las tierras del territorio perteneciente al imperio inca estaba compuesto por hombres que tenían condiciones humildes (91 eran plebeyos), pertenecían a las clases menos favorecidas de regiones como Extremadura y Andalucía, solo de estas dos provincias llegaron 70 hombres de un total de 168 conquistadores. Estas regiones fueron dominadas varios siglos por la presencia mudéjar, un tema que ya ha sido estudiado por historiadores como Américo Castro, Stuart Schwartz, Louis Cardaillac y el tradicional libro de Claudio Sánchez Albornoz [3]. Para una recopilación reciente sobre el estilo artístico desarrollado en las provincias del Al Andalus véase el libro coordinado por María de Carmen Lacarra denominado Arte mudéjar en Aragón, León, Castilla, Extremadura y Andalucía[4]. De esta forma estas regiones dominadas por un estilo cultural produjeron un estilo artístico denominado mudéjar que se caracterizaba por el preferente uso de la madera en las construcciones, de ahí la aparición de carpinteros como los favoritos artesanos de este estilo. No sorprendería que esta influencia haya llegado a nuestro país debido a la condición humilde, posiblemente artesana, de muchos conquistadores que llegaron procedentes de una región de influencia árabe[5].

 

El uso de la madera en el estilo artístico mudéjar se expresa en las confecciones de los alfarjes mudéjares, un arte de la construcción también denominado “alfarjes de cinco paños” que eran vigas cruzadas en formas horizontales y verticales denominadas jaldetas y jandetas, uno de los últimos se encuentra en la antesacristía del convento de San Agustín, otra expresión son las bóvedas de media naranja como la que se encuentra en el convento de San Francisco, la introducción de balcones, los jardines interiores y el uso de zaguán son influencia mudéjar que conformaban la“típica casa musulmana” para tomar las palabras de Nelsón Manrique[6].

 

No es muy difícil imaginar lo que sucedió inmediatamente después a la fundación de Los Reyes, la demanda de construcciones de viviendas y espacios urbanísticos hizo necesaria la aparición de artesanos dedicados al oficio de la albañilería, carpintería, etc; no sabemos si hubo una migración en masa de especialistas en estos artes a América por la demanda de trabajadores especializados, pero si sabemos que la mayoría de los que vinieron fueron de estas zonas del Al Andalus, no necesariamente eran mudéjares o conversos, pudieron ser (llamémosles) españoles que tuvieron contactos culturales propios de la zona y adoptaron la influencia en materia culinaria, artística, científica, etc. Lo cierto es que la influencia de este estilo mudéjar durante las primeras décadas del virreinato permitió el florecimiento de un grupo de carpinteros que son demandados para las construcciones civiles y religiosas de la ciudad. Estos primeros carpinteros virreinales de influencia mudéjar moldean y decoran la ciudad durante el siglo XVI, Jorge Bernales decía que su estilo artístico se impuso sobre otros, nos queda muy claro que es imposible realizar tal información por la convivencia de varios estilos artísticos en Lima durante los siglos de influencia hispana y sobre todo porque la elección de un estilo dependía del gusto subjetivo del beneficiado de la obra, pero en cambio si podemos mencionar que la lenta desaparición del estilo mudéjar se debe a una situación histórica determinada, cuando Lima se está urbanizando en España (llamémosle así) Felipe II expulsa a los moros y judíos, y se prohíbe el ingreso de estas malas sangres en los reinos de ultra mar, por lo tanto el estilo mudéjar dejó de renovarse y se hace menos difundido, de ahí se explica las pocas expresiones que tenemos hoy en día.

 

Volviendo a Lima, la gran demanda de construcciones religiosas impulsadas por las ordenes demandó la aparición albañiles, constructores, carpinteros, alarifes, es por ello que el trabajo gremial empieza a ser promovido. La masiva aparición de estos artesanos promueve rápidamente una competencia entre ellos a nivel estilístico (mudéjar, isabelino, gótico, manierista, etc) pero sobre todo a nivel de eficacia y rapidez, por ello el Cabildo para garantizar el trabajo orgánico y formal impulsa la composición de gremios en los artesanos de la madera que empezó a diversificarse en silleros, carroceros, etc. Francisco Quiroz mencionaba que un gremio era una corporación que controlaba las actividades industriales, además de ser un ente fiscalizador y restrictivo[7]. Este cuerpo contenía a todos los especialistas oficiales y formales cuyo estatus demandaba el pago de impuesto, estaban organizados por maestros, oficiales y aprendices. Los maestros eran una cúpula de dirigentes que vigilaban la práctica del oficio entre los formales y los ilegales, que generalmente recibían denuncias y prohibiciones por su clandestinidad; así el 27 de mayo de 1575 se elevó una queja de los carpinteros al cabildo de Lima porque desde hace años la ciudad tenía varias tiendas de mulatos, mestizos y negros que no eran especialistas oficiales en la obra de carpinteros[8]; se pide que se cumpla las ordenanzas y que ninguno que no esté agremiado pueda ejercer el oficio.

 

Esta denuncia corporativa fue temprana en relación a la antigüedad del gremio, solo un año antes en 1574 los alcaldes del Cabildo Francisco de Ampuero y Sancho de Ribera habían ordenado el 12 de noviembre que los profesionales de la madera se organizaran y eligieran alcaldes y veedores mediante un sistema de votos[9], estas autoridades serían electas una vez al año después de la fiesta del Corpus Christi, los primeros nombrados fueron Francisco de Xuara como alcalde y Francisco Castilla y Enrique Senepe como veedores. Como el oficio de la madera se diversificó este gremio no incluyó solo a carpinteros, sino también a carroceros, guitarreros, aserradoras, alarifes; también estaban el gremio de albañiles, y en fin hombres de la construcción, de hecho la competencia entre los carpinteros y albañiles por controlar los principales puestos de los gremios y tener participación en el cabildo a través del alarife fue una constante, por ejemplo los primeros conflictos se dan rápidamente al año cuando el alarife nombrado en el cargo renuncia y es reemplazado por el carpintero Francisco de Castilla. Las principales dificultades del gremio era controlar y ordenar la profesión legal e ilegal de la construcción y por supuesto solucionar el problema de la madera.

 

El crecimiento de la ciudad, la construcción de los edificios públicos, las refacciones y construcciones privadas eclesiásticas y civiles demandaron, ya dijimos, la gran cantidad de hombres dedicados a la construcción, carpinteros y albañiles, pero pronto las materias primas que rodeaban la ciudad apareció como insuficiente, por lo que se tuvo que buscar la madera en otros lados. La aparición del puerto incluyó el aceleramiento del comercio e intercambio de materias primas, la madera llegada de Ecuador era necesitada por los carpinteros que trataban de cumplir con la demanda de las poblaciones que tenían favoritismo por las construcciones que incluían madera en sus balcones, columnas, patios, etc. Pero no era sencillo este tema, la competencia entre artesanos del mismo oficio (y las diversificaciones entre especialistas de la madera) llegaba a casos de incluso robo, esto el gremio tenía que solucionarlo. Muchos carpinteros no oficiales eran acusados de robar o acaparar la compra de las maderas. Pero el problema también era institucional, la madera que llegaba al puerto no iba directamente a las manos de los artesanos, estaba prohibido al gremio adquirir directamente este recurso, solo eran vendido a instituciones y particulares; esto afectaba considerablemente al carpintero, porque a la hora del contrato el privado ponía la materia prima y el artesano solo la mano de obra, esto significaba que el avance de su trabajo estaba condicionado por el contratista y además implicaba una disminución en su pago final, esto le ejemplificó Bartolomé Calderón cuando en un concierto el 2 de agosto de 1629 el Hospital de San Pedro se compromete a poner la madera, a los carpinteros les convenía que la madera fuera vendido a ellos para revertir las dos situaciones dadas.

 

Los carpinteros empezaron a buscar otras soluciones, empezaron a movilizarse al Callao para obtener la madera por contrabando y los regatoneros, las innumerables quejas del gremio se solucionó cuando en 1628 el virrey Diego Fernández de Córdova emitió una ordenanza en favor de los carpinteros que les facultaba para comprar la madera en iguales condiciones a un particular e instituciones, poco tiempo después el carpintero Bartolomé Calderón firmó un concierto donde se consigna que él se encargaría de la materia prima.

 

Hay que tener en cuenta que ante todo los carpinteros eran artesanos, es decir no producían en escala sino por lo general establecían un servicio a través de un contrato (el concierto) personal con un privado[10], estos documentos sirven porque se consigna las característica de la obra, que simula la especialidad del artesano y la demanda -gusto del contratista, recordemos que el estilo de la obra define el estilo del carpintero, también se extraen de esos documento los materiales (que determina quién tiene las materias primas) y las formas de pago, que no siempre era dinero, podía ser bienes o servicios. El trabajo del carpintero por lo general dependía de las coyunturas como fue la llegada de los españoles y el inicial crecimiento urbanístico, la demanda eclesiástica y por supuesto las refacciones y reconstrucciones después de un terremoto. Precisamente esta situación inestable los obligó a que buscaran representantes en el gremio para que velaran y protegieran sus intereses generando conflictos con los otros artesanos de la construcción, los albañiles. Los alarifes era una participación en la cual querían acceder tanto los profesionales de la madera como los de la piedra para tener representación y peso político en el cabildo, la pelea era por mantener activo un mercado laboral, así se generó un conflicto profesional que se manifestó a través de las elecciones de alcaldes y alarifes en la ciudad de Lima.

 

Aunque los albañiles dominaron por su número esta escena conflictiva, los carpinteros mudéjares tuvieron un mercado laboral activo por lo menos hasta la mitad del siglo XVII, Antonio San Cristóbal a través de varios textos ya ha manifestado como a través de los contratos de conciertos en los protocolos notariales se pueden extraer hasta tres generaciones de carpinteros. Estos hombres fueron Alonso Velásquez, Bartolomé Calderón y Diego de Medina que trabajaron en la Iglesia de la Concepción, en la capilla mayor de la Iglesia de San Marcelo, en el hospital de Nuestra Señora de Santa Ana, en la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, entre otros, generalmente eran confecciones de alfarjes mudéjares, es decir los “cinco paños”[11]. No queremos decir que todos los dedicados a la madera hayan tenido influencia del estilo mudéjar, pero el trabajo de la madera relacionada a la construcción por lo general era parte de ese estilo.

 

El terremoto de 1687 acabó con la participación de los carpinteros en el mercado laboral dedicado a la construcción y con su influencia política, La historiografía tradicional llama la atención sobre este terremoto (el más fuerte que tuvo Lima hasta antes de 1746) porque se creía fue un factor de la caída de la economía colonial relacionada al agro, porque supuestamente dañó los suelos, efectivamente afectó la economía del campo pero por la destrucción de los molinos e infraestructura que obligó a importar trigo de regiones como Chile, pero su importancia en este texto se refiere al estilo urbanístico. Con la destrucción de la ciudad rápidamente se pensó en su construcción, pero empezó a usarse preceptos que antes no se habían tomado en cuenta en las edificaciones. Antes la definición del estilo arquitectónico en la casa privada, en el templo o en el edificio público se basaba en criterios como la habilidad del artesano o el gusto del contratista que deseaba cierto tipo de modelo artístico, pero con el terremoto de 1687 la subjetivada dio paso a criterios como la resistencia[12]. Así, la construcción basada en la madera quedó desprestigiada y se prefirió la que se constituía sobre la piedra, el ladrillo, la quincha, entonces también se necesitó de un cambio de especialistas, así los carpinteros mudéjares desaparecieron y los carpinteros en general dejaron de tener peso en el mercado laboral y en la participación política del Cabildo, perdieron las elecciones de alcaldes y alarifes y los albañiles se hicieron con el mercado de consumo y con los cargos representativos. Creemos que esto fue premeditado, el terremoto fue natural, pero los discursos que se generaron con el fin de desprestigiar el trabajo de carpinteros fue tratado por alarifes y albañiles. La idea de los materiales duros y la resistencia le ganó al estilo mudéjar desaparecido por el siniestro y por la concepción de una madera muy débil ante los desastres naturales.

 

Los alarifes jugaron un papel esencial en este discurso, ellos como funcionarios por lo general respondían consultas a privados o instituciones, cuando en 1609 la Catedral les preguntó sobre el uso de la madera ellos respondieron de la siguiente forma: “Y en lo que se propone si para la seguridad y perpetuidad conviene deshacer y bajar el edificio y cubrirlo de madera… a esto no se responde porque no es justo se ponga en práctica cosa tan fuera de razón […]”[13],el alarife Pedro Blasco el mismo año de 1609 también mencionaba lo siguiente “y en lo que toca si es conveniente cubrir la dicha iglesia de madera respondo que no soy de parecer por muchos respetos e inconvenientes… y sin estos hay otros inconvenientes en la madera bien ordinarios que son incendios corrupciones y carcomas que le van comiendo y ella misma se corrompe […]”[14], otro alarife llamado Juan del Cerro mencionaba que la carpintería tiene muchos riesgos de fuego y duran poco las maderas. Estos discursos son del temprano siglo XVII, se dieron en 1609 en la coyuntura de un terremoto que sacudió Lima, ¿por qué no pensar que el mismo discurso se reprodujo en 1687?, sobre todo porque este último siniestro fue más devastador que el primero, y porque los reclamos contra las construcciones con la madera tenían sentido, ya que esencialmente esa materia prima se destruía con los desastres, por lo que actualmente solo tenemos un vestigio de este tipo de estilo. Los alarifes no solo desprestigiaban a la madera por su resistencia sino por sus costos, como era una construcción básicamente ornamental, su lujo y magnificencia era muy cara, y en situaciones de desastres podría ser omitido ese gasto sobre todo en épocas donde el duque de la Palata tenía conflictos económicos con el Arzobispo de Liñan y Cisneros por la reconstrucción del palacio eclesiástico, generalmente los mayores clientes de construcción ornamental basada en la madera eran los religiosos. Estas actitudes de los alarifes se deben a que posterior al terremoto de 1609 como anota Antonio San Cristóbal los albañiles querían desterrar a los carpinteros del mercado laboral y tener la exclusividad de las construcciones, reparaciones y ampliaciones de la ciudad, sobre todo de las iglesias, capillas e inmuebles eclesiásticos, los más ricos.

 

La contradicción entre los artesanos se intensificó para finales del siglo XVII, como anota San Cristóbal entre 1665 a 1670 todavía había carpinteros que eran elegidos como alarifes como Pedro de Céspedes, pero posterior al terremoto de 1687 estos dejaron de tener cargos de importancia, seguramente por su disminución en las edificaciones y su debilidad como gremio activo, el estilo mudéjar desprestigiado y no renovado desapareció de la escena limeña y los carpinteros se dedicaron posteriormente ya no a la construcción sino a la fabricación de enseres, muebles y objetos prácticos del inmobiliario del hogar, mientras los albañiles se hicieron los protagonistas del mercado laboral de la construcción, hasta ahora.

 

* Detalle del retrato de Manso de Velasco (se ve su mano), la imagen es anacrónica, el referido virrey ejerció su cargo entre 1745 y 1761 cuando los carpinteros ya no estaban insertos en el mercado laboral de la construcción, en la imagen se ve albañiles trabajando en la reconstrucción de la Catedral después del terremoto de 1746; una variación de la pintura fue usada como portada del libro de Charles Walker, Colonialismo en ruinas, Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, Lima: IEP/IFEA, 2012.

[1] Este ensayo está compuesto por extractos con algunas ideas de un artículo original llamado “El arte mudéjar y los carpinteros en la Lima colonial del siglo XVII” en Síntesis Social, N° 4, Lima, 2012, pp. 64-90.

[2] James LOOCKHART, Los de Cajamarca. Un estudio social y biográfico de los primeros conquistadores del Perú. Lima: Milla Batres, p. 50, 110 y 113

[3] De estos autores puede revisarse, Americo CASTRO, “Islamic tradition and Spanish file” in The Spaniards: An Introduction to Their History, Berkeley: Universidad de California, 1971; Stuart SCHWARTZ, Cada uno en su ley: Salvación y tolerancia religiosa en el Atlántico ibérico. Madrid, Akal, 2008; Louis CARDAILLC; Moriscos y cristianos. Un enfrentamiento polémico (1492—1640). México: Fondo de Cultura Económica, 1979 y Claudio SÁNCHEZ ALBORNOZ, España y el Islam. Buenos Aires: Sudamericana, 1943 y también La España musulmana según los autores islamitas y cristianos medievales. 2 vols. Buenos Aires: El Ateneo, 1946.

[4] Zaragoza: Institución Fernando, el Católico, 2006.

[5] Esta posible influencia cercana y directa ya ha sido tratada por Antonio del Busto cuando menciona que posiblemente Francisco Pizarro y Diego de Almagro eran de descendencia árabe en La huella árabe del Perú. Farid KAHHAT y Leyla BARTET (comps.), Lima: Fondo Editorial del Congreso, 2010.

[6]Nelson MANRIQUE. “El racismo colonial” en Imágenes en un espejo roto: El Perú contemporáneo a través de las Ciencias Sociales. Conquista y orden colonial. Lima: Derrama Magisterial/ SUR, 1996. P. 19.

[7] Francisco QUIROZ, Gremios, razas y libertad de industria en Lima colonial. Lima: UNMSM, 1995. p. 17.

[8]Libros de cabildo de Lima. (1575-1578) T. 8. p. 101.

[9] Francisco QUIROZ, Gremios, razas…, p. 27.

[10] Francisco QUIROZ, Artesanos y manufactureros en Lima colonial. Lima: Instituto de Estudios Peruanos/ Banco Central de Reserva, 2008, p. 49.

[11] Véase de Antonio SAN CRISTÓBAL los siguiente artículos, “Alfarjes mudéjares en Lima durante el siglo XVII” en Sequilao, N° 8, 1995; “Historiografía sobre los estudios de la arquitectura virreinal peruana” en Revista Histórica, T. XLII Lima: Órgano de la Academia Nacional de Historia, 2005/2006 y “El carpintero mudéjar Bartolomé Calderón” en AGN, N° 12.

[12] El cambio de criterios en la construcción es algo que también veremos en el terremoto de 1746 cuando las reformas de Louis Godin, cortesano del virrey Manso de Velasco, propone reducir los altos, las bóvedas, las torres en las clases aristócratas y con las mismas edificaciones eclesiásticas acabando con el estilo barroco de la espectacularidad y la dimensión, las reformas ilustradas de los borbones planeaban los criterios de orden, seguridad y control.

[13]Antonio SAN CRISTÓBAL, “Alfarjes mudéjares…”. p. 28.

[14]Antonio SAN CRISTÓBAL, “Alfarjes mudéjares…”. p. 28.

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