Túpac Amaru II, entre el mito y la realidad

TÚPAC AMARU ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

TÚPAC AMARU II, ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

 

Recientemente en el diario El Comercio, la editora central Marta Meier Miró Quesada, publicó un artículo titulado: “Túpac Mouse”. En este menciona la evocación del presidente Ollanta Humala al gobierno revolucionario de Juan Velasco Alvarado a propósito de la inauguración de algunas obras en Talara. A partir de esto, desarrolla o expone unas ideas muy “singulares” sobre la figura de Túpac Amaru II, símbolo del velascato. Veamos algunos fragmentos:

 

Cuando Fidel Castro necesitó marketear su revolución bananera usó una imagen del Che Guevara, tomada por Alberto Díaz ‘Korda’. El Che había sido asesinado en Bolivia (rojoides, lloren: todo indica que Fidel reveló su ubicación). Castro convirtió la cara del argentino en su marca, un logo de odio e ineficiencia que sigue dando la vuelta al mundo en polos, gorros, afiches y más. El dictador Juan ‘Chino’ Velasco necesitó, también, un sello tipo Mickey o el Che; una imagen que comunicara el cambio  prometido por su ‘robolución’. Mitificó al mestizo y próspero comerciante José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II), lo graficaron como algo parecido a una letra “A” con sombrero, y esa y otras imágenes suyas estaban en todas partes.  Y decretaron que era el “fundador de la identidad nacional”, que  intentaron inventarse los militares.

 

En la parte final del artículo señala:

 

Túpac Amaru II fue en realidad un adinerado comerciante que vestía elegantemente, al estilo europeo, y reclamaba un título de nobleza inca pese a que, al parecer, fue hijo de un fraile (esto, según Alexander von Humboldt, quien investigó su rebelión). Fue “educado con algún esmero en Lima –escribe Humboldt–, y se volvió a las montañas después de haber solicitado en vano de la Corte de España el título de marqués de Oropesa, que lleva la familia del Inca Sayri-Túpac. Su espíritu de venganza lo condujo a sublevar los indios montañeses que estaban irritados contra el corregidor Arriaga”. Dijo no estar contra la corona sino contra el “mal gobierno” de los corregidores; luego se radicalizaría, pero su “rebelión” no cuajó y los propios indígenas se opusieron a él.

 

El pobre terminó desmembrado y su gesta generó épicos poemas, se lo usó como figura reivindicadora del indio (a él, un elegante criollón) y acabó convertido en un mito. Disney lo hubiera llamado Túpac Mouse y hoy, probablemente, sería el héroe de la era de la comunicación. Como vemos, todo depende de quién inventa la caricatura.(1)

 

Sin duda, se trata de un artículo provocador y controvertido sobre el pasado peruano. Vale la pena entonces hacer algunas precisiones históricas e interpretativas sobre este personaje.

 

El origen de Túpac Amaru II

 

El mayor especialista en Túpac Amaru II, el historiador norteamericano Charles Walker, indica que José Gabriel Condorcanqui Noguera, nació el 10 de marzo de 1738 en Surimana (Cusco). Su padre fue cacique de tres pueblos: Surimana, Pampamarca y Tungasuca. José Gabriel fue educado en el prestigioso colegio de caciques San Francisco de Borja. A su vez heredo 350 mulas, que hizo trabajar en la ruta comercial Cusco-Alto Perú. También poseyó modestos intereses en la minería y en los cocales de Carabaya.

 

Ciertamente el origen de Túpac Amaru II, no era modesto, sin embargo no alcanzaba para ser considerado entre los caciques más importantes de la antigua ciudad imperial. No es de extrañar entonces que este personaje buscara demostrar su linaje (descendiente del último inca de Vilcabamba) para obtener mayores tierras, así como prestigio en la sociedad colonial. Como miembro de la clase media virreinal, era común que vistiera como los criollos y peninsulares. Tras casi 250 años de presencia europea en el Perú, sería extraño no ver manifestaciones de mestizaje o asimilación completa en el vestir, por parte de los nobles indígenas, más aún en una época tan estamental o jerarquizada.

 

La gran rebelión

 

Charles Walker señala que existen básicamente tres interpretaciones del levantamiento tupacamarista, estas serían las siguientes:

 

a)      Movimiento precursor de la independencia (en el sentido anticolonialista)

b)      Nacionalismo neo-inca (identidad inca / “tradiciones inventadas”)

c)      “Viva el Rey” (tradición de negociación de derechos)

 

Estas interpretaciones son correctas tales como son presentadas, y evidencian además que en el levantamiento indígena más importante del siglo XVIII, confluyeron tanto factores ideológicos, como económicos y políticos.

 

Es por ello que frente al opresivo régimen colonial, el poder de la aristocracia limeña y el gran impacto de las reformas borbónicas; Túpac Amaru esbozó un programa que el historiador Alberto Flores Galindo, resume del siguiente modo (2):

 

  1. La expulsión de los españoles. No bastaba suprimir los corregimientos y los repartos, debía abolirse la Audiencia, el virrey y romper cualquier dependencia con el monarca español.
  2. La restitución del imperio incaico. Fiel a la lectura del inca Garcilaso, pensaba que podía restaurarse la monarquía incaica, teniendo a la cabeza a los descendientes de la aristocracia cusqueña.
  3. Introducción de cambios sustantivos en la estructura económica: supresión de la mita, eliminación de grandes haciendas, abolición de aduanas y alcabalas, libertad de comercio.

 

La rebelión de Túpac Amaru fue un movimiento protonacional que busco acabar con el antiguo régimen colonial. Charles Walker afirma que: “la invocación de José Gabriel al Rey de España, y la idea de erigirse en nuevo emperador no debe ser rebajada con calificativos de retrógrada o conservadora, pues resulta anacrónico el cuestionamiento de la naturaleza política del movimiento con el argumento de que no defendía algún  tipo de plataforma republicana”. El autor añade: “en ese momento, casi una década antes de la revolución francesa, la idea republicana apenas si estaba incluida en el discurso político de los Estados Unidos (…) no existía una clara alternativa postcolonial: Túpac Amaru intentaba construir una”.(3)

 

Las causas de la derrota

 

Uno de los prejuicios sobre esta época es presentar a los indígenas como un grupo homogéneo o indiferenciado. La sociedad colonial fue muy compleja, y los grupos indígenas estuvieron divididos por conflictos regionales, étnicos y de clase. El levantamiento de Túpac Amaru, “nunca llego a ser un movimiento anticolonial multiétnico” (Walker: 2004). Los antagonismos entre los nobles o caciques cusqueños fueron sin duda un factor de peso en la derrota de la rebelión sureña. Los intereses, prebendas y prerrogativas se impusieron en un escenario de conflictos permanentes por el reconocimiento de derechos entre los descendientes o supuestos descendientes de los incas. Esto sumado a otros importantes factores tales como: la dispersión de los pueblos indígenas, el tibio apoyo de otros grupos sociales (mestizos, criollos, negros), así como la oposición de la iglesia, la superioridad militar española y los errores estratégicos de los rebeldes; se explica el resultado final de la gran rebelión.

 

Jerarquizar todas las causas es complicado, pero sin duda la primera mencionada es la más mentada y menos comprendida.

 

Túpac Amaru y el general Velasco Alvarado

 

El historiador Antonio Zapata, recuerda en un artículo titulado: “Generaciones e Independencia”, que fue Pablo Macera y otros autores de la generación del 50, quienes rescataron a la figura de Túpac Amaru II. En este interesante texto publicado por el Instituto de Estudios Peruanos, señala: “Gracias a su capacidad para dirigir una gran rebelión, Túpac Amaru fue elevado al pedestal de gran figura paradigmática del pasado combativo que caracterizaría al pueblo peruano. La historiografía había hallado al héroe perdido que fundamentaba una nueva narración de la independencia (…) Esa idea estaba clara en la historiografía nacional años antes de Juan Velasco. Pero, recién con el gobierno revolucionario de las FF. AA., Túpac Amaru fue elevado a la categoría de padre de la patria, verdadero fundador de la emancipación americana (…) Pero, luego cayó Velasco y se derrumbó el edificio del nacionalismo militar. Sus principales proyectos y mensajes se desacreditaron y Túpac Amaru fue relegado. El de Velasco ha sido un gobierno sin continuadores y nadie lo ha reivindicado ni salvado a las figuras que fueron proyectadas en ese tiempo. Por el contrario, los héroes de Velasco han acabado siendo detestados por una buena parte de la opinión pública. Pocos años después, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru tomó el nombre y figura del cacique de Tungasuca para sumarse a la violencia desatada previamente por Sendero Luminoso. Con ello, el héroe Túpac Amaru volvió a perder ante la opinión pública, porque su nombre quedó asociado a la violencia de los tenebrosos años ochenta”. (4)

 

Coincidentemente la historiadora Cecilia Méndez en una entrevista reciente ha indicado que: “la historia hegemónica y las narrativas actuales han desaparecido a Túpac Amaru del discurso de la independencia, que se cuenta como si fuera obra de los criollos. Es interesante ver que el héroe oficial se ha convertido en proscrito, a pesar de que todavía existe una pintura de Túpac Amaru en el Palacio de Gobierno, y de que hay una resurrección de su imagen en el ámbito popular”. (5)

 

El gobierno de Juan Velasco Alvarado, fue un periodo de nacionalismo militarista, que generó a su vez una nueva narrativa histórica nacional, una de corte indigenista, popular y reivindicativa. Si bien es cierto Túpac Amaru no ocupa el lugar central de antaño; no es un personaje menor en el imaginario histórico vigente, ya sea en las escuelas, así como en la esfera política. Lastimosamente el odio y rencor hacia el reformismo de izquierda encarnado en Velasco se ha proyectado en el rebelde cusqueño, como se evidencia en el artículo citado al inicio de este texto.

 

La historia es un instrumento político del nacionalismo, así como también lo es para los grupos conservadores u oligárquicos. Túpac Amaru no puede verse bajo los anteojos de la derecha e izquierda política, sino bajo la mirada reflexiva y crítica de la historia.

 

Reflexiones finales

 

Si bien es cierto que los regímenes revolucionarios buscan adecuar el pasado a sus intereses, no es menos cierto que a veces visibilizan espacios que la historia oficial no toma en cuenta o ignora convenientemente. Túpac Amaru II, fue el símbolo del velasquismo y la segunda fase del gobierno militar; encajo con el espíritu antiimperialista y populista de aquellos años. No es raro que los herederos de las viejas oligarquías sientan aún aversión por José Gabriel Condorcanqui, así como a su continuación expresada en la figura del general Velasco.

 

Una acusación frecuente contra ambos personajes es la de resentidos y vengativos; ciertamente un juicio que responde más a pasiones u odios que a meditación imparcial. Túpac Amaru y Velasco removieron las estructuras sociales de sus épocas y representaron la mayor revolución política de sus tiempos. Es cierto que Túpac Amaru II, ha sido mitificado y merece ser historizado, sobre todo para el gran público. Por ahora se corre el riesgo, simplemente, de caer en funestas leyendas blancas o negras sobre su significado en la historia peruana.

 

Sin duda alguna, la señora Marta Meier Miró Quesada, no aporta nada en ubicar históricamente a Túpac Amaru II, y sólo alienta, las viejas divisiones y rencores político-sociales de antaño.

 

Notas:

(1)   Diario El Comercio. 04 de junio del 2014. http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/tupac-mouse-martha-meier-m-q-noticia-1733944

(2)   Alberto Flores Galindo. Buscando un Inca. Identidad y utopía en los andes. Colección biblioteca imprescindibles peruanos, editorial El Comercio. Lima, 2010. Pág. 90.

(3)   Charles F. Walker. De Túpac Amaru a Gamarra. Cusco y la formación del Perú republicano 1780-1840. Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas. Cusco, 2004. 2ed. Pág. 74

(4)   Antonio Zapata V. Generaciones e independencia. Revista Argumentos, año 4, n° 4. Septiembre 2010. http://www.revistargumentos.org.pe/generaciones_e_idenpendencia.html

(5)   Cecilia Méndez. Revista ideele n°229. Mayo 2013. http://www.revistaideele.com/ideele/content/cecilia-m%C3%A9ndez-%E2%80%9Cla-historia-hay-que-reescribirla-todita

3 Comments on “Túpac Amaru II, entre el mito y la realidad

  1. El tema creo puede tomarse desde dos caminos: Túpac Amaru II (TA) como personaje histórico (dentro de una narrativa histórica de identidad de clase) y TA como ícono ideológico (un significante que puede ser rellenado una y otra vez por las narraciones de clase en función a sus estrategias de dominio). Desde el primer camino creo que la visión historiográfica nos ayuda a valorar y comprender la función del personaje en su tiempo y entorno, lo que nos ayuda a su vez a comprender su valor en ciertas comunidades, ciertas prácticas políticas, ciertos discursos políticos y ciertas reivindicaciones sociales (cosa que se puede apreciar en este artículo). Pero desde el segundo camino la historiografía pierde su carácter explicativo al verse enfrentada a intereses políticos en disputa e imaginarios sociales persistentes; en ese sentido lo dicho por Martha Meier Miró Quesada (MMMQ) toma relevancia, no como discurso teórico sino como discurso ideológico. La pregunta que tengo se formula así: ¿cómo se relaciona el TA historiográfico con el TA ideológico?, ¿puede una explicación historiográfica del contexto e impacto de este personaje desmontar el fin ideológico que se le impone impone como significante de un discurso de clase?, ¿puede el discurso historiográfico, científico en general, hacer irrelevante al sujeto que lo enuncia, como si fuera un sujeto puro? Creo que en este caso una de los elementos que más importan del discurso de MMMQ es que lo dice MMMQ desde su columna del Comercio. ¿Qué bicho le habrá picado a MMMQ para escribir una columna sobre Juan Velasco (JV) / TA en uno de los diarios de mayor rotación y (a pesar de todo) prestigio del país? Creo que aquí está la cuestión. Dice Humala en el discurso de inauguración de la refinería de Talara: “Los diferentes gobiernos de turno decidían, muchas veces mal, qué hacer con Petroperú. A Petroperú lo desmembraron como si fuera Túpac Amaru. Vendieron
    todo lo que se podía vender en la época de las privatizaciones. Y por eso empezaron a vender Petroperú. Vendieron los grifos, los lotes petroleros, la refinería de La Pampilla”. Esto respecto a TA. Ahora le toca a JV: “cuando un expresidente dijo a los campesinos del país, ‘no comerán de tu pobreza’, hoy día le decimos al Perú que no se aprovecharán de su ignorancia”. Aquí el ícono TA tiene poco que ver con las narraciones de identidad nacional o anticolonialistas o lucha por la independencia, aquí TA es el representante de una fuerza popular que no se deja desmembrar por intereses “privados”, representante de una fuerza que defiende los intereses de “todos”. Asimismo, JV es el representante de una consigna, “no comerán de tu pobreza”, no el personaje histórico de un proyecto político (o anti-politico) y económico. En tanto que íconos, TA y JVA son resumidos y rebajados en su potencia histórica a la imagen (MMMQ diría al slogan), y toda imagen es representante de algo en los sujetos que las reproducen. Claramente, MMMQ tiene una relación antagónica con TA y JV. Y aquí va otra pregunta, una que me hago cada vez que yo mismo no puedo tomar distancia de ciertas imágenes, conceptos, palabras, etc.: ¿para qué MMMQ toma posición contra estas imágenes ideológicas?, ¿qué espera sacar de ello? Sinceramente no creo que su intensión haya sido académica ni educativa, aunque ella pueda creer que sí.

  2. Hola Gonzalo, interesantes observaciones. Sobre el “¿Cómo se relaciona el Túpac Amaru historiográfico con el Túpac Amaru ideológico?, creo que existe tanta distancia entre ambos, como entre la “explicación histórica” y la “memoria histórica”. La primera basada en cierta rigurosidad investigativa propia de una disciplina científica, y la segunda de carácter más subjetiva, selectiva o intencionada (las distintas memorias sobre un hecho histórico). La política aprovecha la historia como instrumento ideológico y enfatiza (o construye) una memoria histórica común, conveniente al discurso vigente. Túpac Amaru II, es despojado de su contexto histórico y transformado en un “paradigma” de la resistencia y lucha de “una nación” (comunidad imaginada), la peruana.

    En torno a la segunda pregunta: ¿Puede una explicación historiográfica del contexto e impacto de este personaje desmontar el fin ideológico que se le impone como significante de un discurso de clase?. Creo que la historia como ciencia, tiene tanto impacto en la sociedad como lo tiene la producción académica de humanidades en general. Creo que el camino pasa por aproximar la producción historiográfica al gran público, cuestionar los viejos discursos históricos y generar debates de carácter explicativo y no solo impositivo. Lamentablemente la mayoría de historiadores del Perú se solazan en la comodidad de sus universidades y no se detienen a responder artículos como este publicado en El Comercio.

  3. Al final ¿Qué se puede decir de Tupac Amaru como tal? simplemente que fue un revolucionario, sus intereses pueden ser cuestionados, al fin y al cabo, todos son movidos por algún interés de cualquier tipo y no necesariamente estos son del todo altruistas. Pero algo se puede destacar y es que buscaba un cambio para un regimen del cual al sentir en carne propia podía tener la certeza de que estaba mal y debía ser arreglado. Si bien es estigmatizado al ser el símbolo de una revolución, esto no desacredita lo que representó, pues si bien las revoluciones resultan muchas veces contra producentes, en algunos casos como la revolución francesa resultaron necesarias para poder desechar un sistema ya obsoleto. En el caso de Tupac Amaru, resultó necesario pero ineficiente a la larga.
    Eso sí, resulta un despropósito total el intentar usar a este revolucionario como un símbolo para movimientos políticos actuales no resulta en más que un completo despropósito de caracter sentimentalista y hasta nacionalista limitándolo a lo que estos buscan lograr ignorando en buena parte el contexto en el que este se encontraba e intentando apelar a este para justificar ciertos ideales de los que se podría cuestionar la efectividad en nuestra sociedad.
    Otro dato a agregar es que el que la historia sea manejada de tal manera solo demuestra la decadencia de la ética política peruana que apela tanto a métodos populistas mostrando un nulo respeto hacia la historia o la veracidad y demostrando como es fácil que los ciudadanos y votantes seas sumamente perceptibles a este tipo de métodos de campaña

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