La obra literario-militar del General Bernardo Reyes [Parte I: Conversaciones Militares]

Reyes jovenYa se ha mencionado en este blog más de una vez: el ejército que México había podido levantar desde sus primeros años como nación independiente, estaba plagado de una serie de irregularidades que hacían que su desempeño no fuese el más adecuado: se daba la consignación forzosa de reclutas; las entidades enviaban a criminales a las filas; los oficiales inflaban las listas, se quedaban con sueldos y extorsionaban a los soldados; consecuentemente, éstos carecían de todo espíritu de cuerpo, su moral estaba relajada y la deserción era un problema recurrente y alarmante; la sociedad mexicana veía con horror la simple posibilidad de pasar un día sirviendo en el ejército; la leva se usaba como amenaza y castigo para los sectores sociales más desfavorecidos; los militares de más alta graduación se caracterizaron por su prepotencia y venalidad, entre otras linduras que abundaron durante todo el siglo XIX y buena parte del XX.

Desde luego, ni todos los jefes, ni todos los oficiales, ni todos los soldados eran corruptos, robaban haberes ni recurrían a la deserción (respectivamente), pero esos problemas existían y afectaban en buena medida el buen funcionamiento de una institución que debía de trabajar como producto del más hábil relojero suizo, es decir, de manera casi perfecta.

Estos problemas no pasaban desapercibidos, la ciudadanía general los notaba, los literatos y periodistas e, incluso, los políticos y militares de las más altas esferas. Pero esas voces no eran escuchadas o, si lo eran, sus ecos no lograban superar la prueba del tiempo (ni de la inestabilidad político-económica del país).

Estas cuestiones fueron cambiando de aspecto durante el Porfiriato, periodo en el que personajes como Justo Sierra afirmaría que la “leva, junto con el alcohol y la ignorancia, [constituía la] trinidad de las enfermedades endémicas nacionales”. O Francisco Bulnes, quien respecto al reclutamiento decía que:

Se consignaban al servicio de las armas, por los jefes políticos, a los delincuentes acreedores a arresto mayor o menor, o multa. Ese menudeo, era suficiente para reemplazar las bajas anuales del pequeño ejército, convertido en madriguera de malhechores, en cuanto a la clase de tropa. Para contingentes mayores, las circunstancias los negaban. Cuando antes de la Dictadura los gobernadores de los Estados eran hombres de armas, fieros y audaces, con partido personal y fuerza armada capaz de grandes operaciones, si eran amigos del centro, le enviaban cuerdas de esclavos, cogidos de leva en gran cantidad, y sin que les importara el disgusto de las víctimas.[1]

Una de las voces que más que criticar, se preocupó por señalar los defectos de la institución armada y proponer una serie de soluciones, fue la del general Bernardo Reyes. Iniciado en la vida militar desde temprana edad —él mismo nos dice que desde los 16 años— Reyes prácticamente había pasado toda su vida sirviendo en las filas del ejército pasando por todos y cada uno de los escalones hasta que, en 1879, ostentaba el grado de coronel en el 6º regimiento de caballería en San Luis Potosí. Por ello, conocía a detalle las virtudes y defectos de la institución que lo había recibido desde su adolescencia.

Consciente de que la tarea de fomentar una mejora en el ejército debía de comenzar de alguna forma, se decidió por escribir un pequeño ensayo (99 páginas) que abordara lo que para él eran los puntos más importantes en los que tenía que poner especial atención el ministerio de Guerra, si quería fortalecer la moral, disciplina y eficiencia de sus soldados.

titulo conversaciones militares

Suman un total de trece las problemáticas enunciadas en las Conversaciones: I. Ejército; II. Moralidad; III. Ilustración; IV. Dignidad; V. Disciplina; VI. Valor; VII. Abnegación; VIII. Honor; IX. Deber; X. Fidelidad; XI. Discreción; XII. Clemencia; y XIII. Espíritu de cuerpo.

Una rápida ojeada a los temas que se tratan en el texto, permite saber el objetivo del autor: llamar la atención sobre las diversas carencias que padecía el ejército federal. Pero no se contenta con poner el dedo en la llaga, sino que propone una serie de medidas para contrarrestar o, al menos, comenzar a subsanar dichas deficiencias.

A pesar de que todos los apartados que conforman las Conversaciones tienen una gran importancia para entender lo que, en opinión de Bernardo Reyes, debería de ser el ejército, mencionaré sólo algunos de los apartados que creo más interesantes, y dejaré el resto al lector para que forme su propio juicio (link para descargar las Conversaciones Militares al final del post).

En el primer apartado de su texto, el Ejército, Reyes hace hincapié en la necesidad que tienen las naciones de tener a su disposición elementos de guerra para que puedan defenderse de amenazas tanto externas como internas, toda vez que, según el mismo autor, “la guerra ha sido la constante historia de los pueblos”, por lo que considera “desgraciada” a una nación sin ejército, pues ésta no podría sostener sus derechos frente al avance de otras. Asimismo, el autor considera que la milicia por sí sola no es una garantía de paz al interior ni de seguridad contra el exterior, sino que para que ésta cumpla cabalmente con sus responsabilidades hacia el país, debe de estar a la altura de sus tareas, por lo que es necesario ilustrarla y atenderla debidamente, ya que “el ejército disciplinado es el defensor de los pueblos, es el firme cimiento donde debe descansar el edificio social, es el que garantiza el respeto a las leyes, es el que sostiene el derecho de la patria”. De lo contrario, dice Reyes, se corre el peligro de que la institución marcial se convierta en un “germen de inmoralidad y desorden”.

Así, en Moralidad, Reyes menciona que debido a las frecuentes revoluciones intestinas que el país sufrió, el ejército no pudo organizarse con perfección, lo que ocasionó que personas “indignas” de llevar el uniforme de militar hubiesen podido llegar incluso a colocarse a la cabeza del Ministerio de Guerra. Esta situación dio al ejército una muy pobre reputación, siendo la causa de que tal institución no hubiese sido mirada con el aprecio y respeto que se merecía.

Aquí Reyes menciona otra de las causas por las que el ejército había perdido su prestigio, y ésta es, precisamente, la escasa moral de los elementos del ejército, puesto que fue frecuente el abuso que hicieron los militares de su posición de fuerza, desde la cual insultaron a la sociedad con sus malas costumbres, “viviendo en el escándalo” y “dando rienda suelta a sus instintos depravados”, fungiendo, muchas veces, como verdaderos bandoleros. Por ello, uno de los primeros pasos para regenerar a la institución militar, era moralizar a sus efectivos.

En cuanto al tercer apartado, el de la Ilustración, el autor destaca que la educación es uno de los elementos más importantes para los miembros del ejército, pues ésta eleva el espíritu del soldado y lo fortalece. Además, la educación es necesaria para compensar las deficiencias de aquellos que se hubiesen formado en el campo de batalla, así como necesitan de la práctica, aquellos que se han formado en las aulas.

Es necesario señalar que la educación, si bien es ineludible en cualquier actividad humana, es en todo punto indispensable en la carrera de las armas, ya que el soldado que se equivoca por causa de su escasa preparación, puede tener como consecuencia la pérdida de millares de vidas, el quebranto de su causa, la ruina de su patria.

Además de lo anterior, el continuo progreso que se vivió durante esta época en la rama de la ciencia militar, hizo afirmar a Reyes que era una obligación para México seguir con anhelo todos los adelantos del movimiento científico-militar[2] que en Europa se estaban dando, con el objeto de que, en el caso de una guerra internacional, la ignorancia no constituyera la causa de la ruina del país.

Como se ve, en este apartado el autor de las Conversaciones resalta lo importante que es la educación para moralizar a los miembros del ejército, lo cual era un elemento mayúsculo, teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de la población en México se encontraba hundida en el analfabetismo, y que era esta misma población la que se encargaba de llenar los cuarteles, la más de las veces, en contra de su voluntad.

Otro apartado que merece atención, es el de la Disciplina, de la cual el entonces coronel Reyes nos dice que

es tan indispensable en el ejército, que sin ella, el conjunto de soldados no es más que una reunión de hombres armados, que amenaza no sólo a la sociedad, sino a los jefes que pretenden dominarla. Es un torrente que se desborda sin que haya ningún dique que lo encauce y encamine a su objeto, destruyendo lo que encuentra al paso; ni respeta el ajeno hogar, ni la propiedad, ni la honra. Una fuerza sin disciplina, no pertenece a lo que verdaderamente se llama ejército.

Como puede verse, el autor otorga a la disciplina una importancia capital, pues es ésta la que define al ejército en sus diferentes tareas. Una fuerza sin disciplina no vendría a ser, para Reyes, más que una turba de bandoleros dedicada al despojo y al desorden. Por ello, también hizo énfasis en las capacidades de mando de que deben gozar los encargados de ministrar las ordenes a la tropa, es decir, los jefes y oficiales del ejército, ya que lo único que hace un oficial a quien falte energía para imponer la obediencia de la fuerza a su mando, es mostrar debilidad, debilidad que provoca un daño moral no sólo a la tropa, sino a la institución marcial en su conjunto, mostrándola a los ojos de la sociedad como un desordenado conjunto de hombres armados. Si dicha incapacidad queda patente, además, en una acción de guerra, se corre el peligro de perder vidas de manera innecesaria. Por ello, el oficial que no se hace obedecer, el que no es capaz de disciplinar a sus hombres, constituye, por tanto, un peligro para la causa por la cual se pelea.

El Deber es otra de las cualidades de que se ocupa Reyes en sus Conversaciones, pues este es uno de los elementos que habría de templar el espíritu del soldado, y el que le permitirá llevar a cabo sus tareas con moralidad, disciplina, honor, valor y abnegación. En palabras de Reyes, para el cumplimiento del deber

es forzoso instruirse en las obligaciones que impone, es necesario no degradar el alma en la prostitución, es fuerza nutrirse en la subordinación que él demanda, es indispensable el valor para afrontar los peligros, es necesaria la honra, y más que todo, precisa templar el espíritu en el fuego de la abnegación, con lo que se soporta y se supera cuanto se halla en la esfera de lo posible.

Así, el sentido del deber resume todas las cualidades de que debe disponer cualquier elemento de la milicia para entregarse por completo a la realización de sus labores y poner en alto el nombre del ejército, para lo cual es necesario una buena instrucción, una moral alta, una férrea disciplina, honor, valor y, probablemente lo más importante, abnegación ante las carencias y penas que caracterizan a la carrera de las armas.

Finalmente y, a mi parecer, uno de los elementos más importantes pero a los que menos atención se confirió durante el periodo porfiriano fue el Espíritu de cuerpo, pues fue precisamente el escaso compromiso de los soldados (la mayor parte de ellos reclutados ilegalmente mediante la leva), su poca ilustración y, por ende, la baja moral, lo que dio como resultado un espíritu de cuerpo muy laxo, que provocó deserciones, bajos rendimientos y, en última instancia, su derrota militar ante las tropas revolucionarias en 1910-1911.

Reyes define al espíritu de cuerpo, como

esa fraternidad exenta de todo egoísmo, que funde los intereses de todos; son los diversos elementos individuales que uniéndose con el lazo del compañerismo forman un armonioso conjunto. Cada uno de los individuos que componen el cuerpo lo cuidan como bien colectivo, defienden con anhelo su reputación y la levantan al más alto grado. Cuando ese espíritu no alienta a una corporación, ella es débil, quebradiza, y su reputación y su existencia está en peligro con los mismos que la forman, y que en lugar de conservarla la desgarran con su discordia interior.

Aun cuando sin lugar a dudas debió de haber existido entre las filas del ejército cierto grado de compañerismo, es improbable que un espíritu de cuerpo tal como se expresa en la cita anterior hubiese tenido cabida, precisamente por las inequitativas formas de reclutamiento, la escasa educación, los malos tratos y la competencia al interior del cuartel.[3]

De esta manera, aunque el ejército se encuentra naturalmente fraccionado en distintas corporaciones, era necesario, según Reyes, unificarlas condensándolas en un solo espíritu que dotara de identidad a todos aquellos que conformaban a la milicia, sin importar su grado y arma.[4] Para esto, lo ideal según el autor era establecer un sistema de reclutamiento en el que se alistaran sólo los individuos deseosos de hacerlo, mejorar la educación y los sueldos en los cuarteles, promover la vida en sociedad con los compañeros de armas, así como el trato cortés —que no obsequioso—, de los grados más altos en la jerarquía militar.

El correcto seguimiento de todas las ideas plasmadas en estas Conversaciones, tendrían como resultado, según su autor, “un ejército instruido, elevado en su moralidad, bien organizado, [con] el corazón valiente, el acerado escudo, la espada justiciera de nuestra patria, que tan gran papel tiene que desempeñar en este mundo nuevo, en este continente americano, en cuyo centro está situada, dividiendo sus mares, sus tierras y sus dos predominantes razas”.

portada conversaciones militares

Este texto fue el principio de una serie de esfuerzos por partes de Reyes para tratar de enmendar —aunque fuese de una forma limitada— muchos de los defectos que a su juicio plagaban al ejército.

En una publicación posterior hablaré un poco (y pondré a disposición para su descarga) la siguiente obra —en términos cronológicos— de este militar, titulada Ensayo sobre un sistema de reclutamiento. Por el momento, dejo aquí abajo un enlace para descargar en PDF el ensayo titulado Conversaciones militares, que fue tomada originalmente de la Colección Digital de la Universidad Autónoma de Nuevo León.


Descarga: Conversaciones militares, escritas para las academias del 6° Regimiento de caballería permanente, por el jefe del mismo, coronel C. Bernardo Reyes, año de 1879 (esta es una tercera edicion, tirada en 1886 en Monterrey).


[1] Francisco BULNES, El verdadero Díaz y…, 1960, p. 301.

[2] El Imparcial, 11 de enero de 1900.

[3] Francisco L. Urquizo narra, en su novela Tropa Vieja, las penalidades que sufre la tropa del ejército, desde el brutal reclutamiento, hasta las infamantes condiciones de vida en los cuarteles, Francisco L. URQUIZO, Tropa vieja, 2002, 283 pp.

[4] El término “arma” corresponde a cada una de las corporaciones que se mencionan, y que son: infantería, caballería, artillería e ingenieros, Eduardo PAZ, El nuevo proyecto de…, 1912, p. 11.

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