Armamento histórico mexicano: El “sable-pistola” del Porfiriato
En una visita más o menos reciente al archivo del general Porfirio Díaz (resguardado por la Universidad Iberoamericana y cuya visita no puedo cansarme de recomendar), así como de los fondos de José Yves Limantour y Bernardo Reyes (custodiados a su vez por el Centro de Estudios de Historia de México Carso), tuve la fortuna de encontrarme con una serie de documentos e imágenes sobre una muy particular fusión de armas: un sable-pistola.
A pesar de haber visto varios ejemplares de este tipo de arma en diversos museos y en las incontables horas de navegación en Internet, debo confesar que al encontrármela diseñada por un mexicano, a pesar de que datara de fines del siglo XIX, me pareció revolucionaria. No por su utilidad, pues salta a la vista que su diseño no permite usarla eficientemente ni como sable ni como pistola, sino por lo original de la idea. Pasada pues la primera impresión decidí investigar en la red de redes para ver qué es lo podía encontrar al respecto y, como esperaba, existían numerosos antecedentes.
Para empezar este tipo de armas combinadas pudieron ser diseñadas desde el siglo XVI para cazadores, principalmente alemanes, quienes tuvieron así la facilidad de herir desde lejos a su presa y, una vez más cerca, rematarla con la daga incluida en un arma probablemente parecida a la que se puede observar abajo y cuyo origen y antigüedad se remontan a los principados prusianos del siglo XVIII[1]:
Un poco más tarde, durante la primera mitad del siglo XIX, un armero de nombre George Elgin diseñó el arma que sería conocida como la daga-pistola Elgin que se caracterizó por su sistema de percusión y una daga (o chafarete / alfanje) de casi 30 centímetros de longitud que tuvo como objetivo dar versatilidad de combate a quien la manipulara, idealmente, algún oficial de la marina estadounidense durante la expedición Wikes que dio inicio en 1838. Un ejemplar de dicha arma puede apreciarse en la siguiente imagen, tomada de Wikipedia Commons:
Cuando los revólveres comenzaron a tomar impulso más tarde durante este mismo siglo, los diseños cambiaron para adaptarse a la nueva tecnología que permitía más de un disparo sin necesidad de recarga. Así, salieron a la luz armas como el revolver-sable belga que se muestra abajo, al igual que el arma de similar diseño creada por el alemán T. A. Rauh:
Pasemos pues al arma diseñada por nuestro compatriota, el tantas veces citado en este blog Bernardo Reyes a fines del siglo XIX. Debo empezar por lamentarme el no haber encontrado las características “balísticas” y de rendimiento del arma, que habría dado luz sobre su funcionamiento en sus características ofensivas tanto a larga distancia, como su eficacia en un combate mano a mano. A pesar de lo anterior, pude encontrar documentación respecto a los problemas de esta arma para ser aceptada para su fabricación.
En primer lugar, el mismo gobierno mexicano no encontró en el sable-pistola de Reyes las características deseables como para construir algunos modelos de prueba. Así se lo hizo saber el entonces ministro de Hacienda, José Yves Limantour al general en misiva firmada el último día de 1898, y en la que textualmente afirma lo siguiente:
Parece que la pistola sable no fue considerada por los peritos que la examinaron y estudiaron en la Secretaría de Guerra como un arma práctica para el Ejército, por razones que si bien en parte me comunicó el Sr. Presidente, no he comprendido lo bastante para transmitírselas a Ud. con claridad. Pudiera suceder muy bien que dichos peritos se hayan equivocado en sus exposiciones, y por lo mismo el Sr. General Díaz, lejos de tener inconveniente, cree que haría usted bien en aprovechar la ocasión que se le presenta para ceder su patente a la compañía americana que la solicita. De esta manera, si la experiencia demuestra que el arma no tiene los defectos que se le suponen, siempre será tiempo para que el Gobierno Mejicano [sic] la adquiera; y, como Ud. dice muy bien, nunca habría sido posible conservar para nosotros el invento, evitando que las demás naciones se lo apropiaran, llegado el caso de que lo juzgaran útil. Me permito solamente sugerir a Ud. que si llega a enagenar [sic] dicho invento, se reserve el derecho de explotarlo en Méjico [sic] y aun solicite de la Secretaría de Fomento la patente respectiva para disponer de ella conforme a los fines patrióticos que Ud. tiene.[2]
La carta es curiosa por diversas razones, para empezar, Limantour trata de “dorarle la píldora” a Reyes diciendo que probablemente los peritos, al rechazar el arma, “se habían equivocado”, cosa que era evidentemente falsa y que el ministro trataba de suavizar. Por otro lado y conocedor de que el gobierno mexicano no estaba interesado en un arma como la propuesta por Reyes, le sugirió que entregara la patente a una empresa estadounidense aunque, eso sí, recomendándole que se reservara los derechos para explotarla en México. Otra cuestión que llama la atención es esa frase de “conservar el invento para nosotros”, temiendo que otras naciones se lo apropiasen con el paso del tiempo, pues alude a una de tres opciones: la primera haría referencia a la ignorancia de Reyes respecto al tipo de arma que estaba diseñando, pues como ya vimos más arriba, este tipo de armas se venían fabricando, salvadas las diferencias que el tiempo y la tecnología pudieran imponer, en otros países desde uno o dos siglos atrás. Como segunda opción podríamos pensar en que Reyes no ignoraba los antecedentes de su “invento” (después de todo es tremendamente similar a otros de lustros y décadas atrás), pero que con el objeto de destacarlo y convencer de ser construido, mintió sobre su importancia y novedad o, en el mejor de las casos, omitió ciertos datos históricos; recordemos que con quien está intercambiando correspondencia es con Limantour, una persona que a pesar de su cultura, bien habría podido ser un completo neófito en el tema de las armas. Una tercera opción es que la propuesta de Reyes hubiese incluido algún sistema o funcionalidad que la hiciera verdaderamente revolucionaria; lamentablemente no pude encontrar información específica al respecto, pero las ilustraciones del arma (al final del post) no muestran nada fuera de lo común, o de lo que podría esperarse de la época.
Como sea que haya sido, Reyes siguió las indicaciones de Limantour respecto de enviar la patente a la compañía estadounidense, la American Patent Agency, que se mostró interesada en el invento del entonces gobernador neoleonés. A este primer acercamiento respondió Reyes en misiva de enero de 1899[3] que para avanzar hacia un trato o compromiso, debía de tener a la vista el modelo del arma (que se encontraba en la ciudad de México, y que ya había mandado a pedir), así como un estudio sobre la caballería del ejército mexicano, sin los cuales no podía dar una respuesta definitiva, y que además serviría, en el caso del modelo, por si la agencia estadounidense deseaba enviar un agente con el fin de evaluar el proyecto. Además de lo anterior, dejó en claro que en el caso de que se cerrara el negocio, era su deseo explotar la patente en México, si así era requerido por el gobierno:
[…] y desde ahora les manifiesto que cualquiera que sea el negocio que se emprenda, me reservaré el derecho de que el Gobierno de mi país, si lo cree conveniente alguna vez, pueda fabricar la pistola sable.
Reyes cerraba su misiva pidiendo que por favor le contestaran tan rápido como fuera posible, pues la Ynventors [sic] and manufacturers Association y otras agencias habían mostrado interés en el sable-pistola. Lo anterior, teniendo en cuenta el fracaso de la daga-pistola de Elgin casi 70 años antes, resulta un tanto difícil de creer y podría haberse tratado más de un treta para interesar a la agencia, que un hecho verdadero, aunque faltaría documentación para poder probarlo en un sentido o en otro, aunque me inclino a creer que efectivamente se trataba de una treta, pues un año después el general seguía buscando dónde colocar su invención. Francia fue esta vez el lugar donde el ya secretario de Guerra (había sido nombrado a principios de enero de ese mismo año, 1900) se encontraba haciendo gestiones, a través de un agente suyo, J. M. Vega Limón, cónsul general de México, quien investigó los presupuestos para fabricar un arma modelo que pudiese ser presentado a las autoridades francesas respectivas, y pudieran evaluar el sable-pistola del mexicano.
La actividad del señor Limón, junto con la del general Mondragón, quien también estuvo metido en el asunto, y quien por cierto fue conocido por la invención (modificación, mejor dicho) de algunas armas francesas que le dieron cierto renombre, aunque no tanto como las corruptelas que llevó a cabo en el ejército entre 1903 y 1909, así como por su participación en la “Decena Trágica”, pero esa es harina de otro costal. Decía, en fin, que estos individuos finalmente pudieron hacer fabricar un modelo de la invención de Reyes, que mandaron de vuelta a México[4] y que, supongo, no tuvo mayor éxito en Francia, pues no hubo noticias al respecto. Sin embargo, gracias a los prototipos enviados, podemos al menos ser testigos del aspecto final del arma que con tanto ahínco trató Reyes de que viera la luz. A continuación las imágenes, que fueron encontradas en la colección fotográfica del Archivo Porfirio Díaz, resguardado, como ya se dijo, por la Universidad Iberoamericana:
Las anterior fueron fotos, a continuación esbozos mostrando exáctamente los mismos perfiles y características:
Para cerrar este post, debo mencionar que me pareció extremadamente curioso que al buscar en Google (¿dónde más?) referencias sobre este tipo de armas, lo primero que el buscador devolvió fueron items usados en videojuegos, especialmente uno llamado Final Fantasy VIII, en el que uno de sus protagonistas usa un arma que luce como se ve en la imagen:
Sin duda los productos culturales (como los libros, películas y, en este caso, los videojuegos) no son sino un reflejo de nuestra realidad.
Fuentes y sitios de interés:
| Armas curiosas | Elgin Cutlass Pistol | The Arms Guide | Firearms history, technology & development |
[1] GREENER, W.W., The gun and its development, p. 90.
[2] José Y. Limantour, ministro de Hacienda a general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León, México, D.F., 31 de diciembre de 1898, Fondo José Yves Limantour, Centro de Estudios de Historia de México Carso, CDLIV, 1a. 1883. 43, fs. 11387-11387v, 11388.
[3] General Reyes, gobernador de Nuevo León a José Y. Limantour, ministro de Hacienda, Monterrey, Nuevo León, 4 de enero de 1899, Fondo José Yves Limantour, Centro de Estudios de Historia de México Carso, CDLIV, 1a. 1883. 44, Fs.11387-11387v.
[4] J. M. Vega Limón, Cónsul general de México en Francia a general Bernardo Reyes, Ministro de Guerra y Marina, París, Francia, 15 de mayo de 1900, Fondo Bernardo Reyes, DLI, Carpeta 29, f. 5752.
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