Luis de la Puente Uceda y el mito del árbol[1]
Los historiadores deberían advertir que las culturas
modelan la manera de pensar, aún en el caso de los grandes pensadores
(Robert Darnton)
El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) inició su despliegue guerrillero en 1965, sólo pocos meses después fueron abatidos por las fuerzas militares. Entre los que cayeron estuvo su líder Luis de la Puente Uceda, ex militante y disidente del Partido Aprista, exiliado del Perú en 1953. Hay que llamar la atención en la cultura escrita que desenvolvió el MIR durante su corto periodo de vida (fue fundado en 1962), esto, de alguna manera, es entendible si tomamos en cuenta que los militantes del MIR pasaron de una burocratización aprista a la acción guerrillera[2]; por lo tanto se tuvo que tomar las precauciones para erigir una rápida conciencia revolucionaria tomando al marxismo como fuente ideológica. Hasta aquí, no hay nada nuevo, nada que no se haya escrito o dicho antes. Sin embargo, una mirada distinta podría llevarnos por nuevos caminos.
En el periodo de preparación ideológica el disidente aprista no encontró mejor forma de transmitir sus pensamientos políticos doctrinarios que a través de cuentos. Cuentos revolucionarios es el título de un pequeño compilado de relatos donde destaca “Los dos árboles”. El lector interesado en estos temas tal vez conozca el relato, sin embargo, por respeto trataremos de esbozarlo brevemente. Refiriéndose a un pasado indeterminado Luis de la Puente menciona la existencia de un árbol grande y bueno que traía beneficios a la población, sin embargo gentes extrañas lo cortaron y sembraron un árbol distinto que sólo daba frutos podridos y anidaba alimañas. Para acabar con aquel mal se formularon tres salidas: Unos planteaban subir a la copa del árbol y destruirlo ramita por ramita, otros planteaban construir una tarima tan alta como el árbol para empezar a cortarlo, por último unos terceros planteaban cortar el árbol con un hacha desde su base[3]. Estas tres formas son los símiles de tres tendencias políticas, la socialdemocracia por un lado (es decir los sectores que pensaban en las elecciones como una salida), el trotskismo por otro lado (o aquellos que pensaban que la organización sindical era lo único), y por último se encontraba las fuerzas radicales que pensaban en la acción guerrillera. Al cuento, le sigue una explicación del propio autor que comentaremos más adelante, por ahora nos basta con decir las siguientes preguntas. ¿Por qué un árbol?, ¿es la elección de un carácter arbitrario?, y por último ¿fue realmente Luis de la Puente Uceda autor de esta ficción?.
Estudiar la dimensión mental de los cuentos populares no es más difícil que investigar su dimensión histórica. La interpretación de un texto tiene que establecerse a través de por lo menos dos premisas: a) la fuente original en la que se basa, y b) el contexto histórico en el cual surgió la fuente original y las versiones estudiadas. No hay nada más desgastante que tratar de interpretar un texto como documento en sí, si no tomamos sus múltiples referencias, influencias, y tal vez, versiones[4]; sobre todo si los textos son cuentos populares. Así, nuestro trabajo será tratar de entender (desde la historia cultural, que tiene en sí mucho de espíritu “etnográfico”) el significado de “Los dos árboles” de Luis de La Puente Uceda, y responder a las preguntas ya establecidas en el párrafo anterior.
El mito del árbol sagrado es una constante en todas las religiones del mundo. El árbol aparece aquí con una connotación sacra que es representado en cuentos, tradiciones, canciones, mitos, himnos, arte e iconografía popular en casi todos los pueblos del mundo. El árbol como centro del cosmos ha sido representado en diferentes contextos y culturas lo que permite que su estudio en el mundo andino tome ciertos criterios particulares. Antes que nada, el árbol en nuestro medio debe ser considerado como el medio fundador de los mitos etiológicos. Así, innumerables cuentos y tradiciones de los andes centrales y amazónicos hacen referencia a un mito donde los humanos obtuvieron varias plantas para cultivar de un árbol mítico que ellos habían cortado, por este hecho los hombres que derribaron a este árbol sagrado fueron condenados con la mortalidad[5]. La coincidencia con una tradición popular de los andes denominado el cortamontes es indiscutible, cuando en aquel ritual los hombres cortan un árbol alto levantado en una plaza para apropiarse de los objetos que lo adornan (esta tradición es una versión del carnaval del que nos ocuparemos más adelante). Hasta aquí, el árbol aparece como símbolo de vida, ya que de sus frutos de vegetación los hombres consiguen sobrevivir, es el árbol de la vida[6] pero que al ser cortado la niega a sus extintores.
Una simple comparación encontraría semejanzas entre estos mitos y ritos populares con el cuento elaborado por Luis de La Puente. A simple vista podemos apreciar las referencias que se corresponden. Un árbol que daba frutos y vida, un árbol alto y grande que fue cortado, y se sembró otro árbol que mataba a quien comía de sus frutos (la mortalidad humana). Un análisis de las formas narrativas del cuento nos induce a pensar que esta ficción no es propia de nuestro personaje, aunque haya sido escrito según su biografía en 1964, parece que sus referencias se encuentran en la niñez de este personaje, tal vez todavía durante sus primeros años de vida en Santiago de Chuco, es decir en los andes del norte donde habitan los innumerables cuentos que hemos mencionado, y se sigue practicando los ritos que hemos expuesto. Sin olvidar el carnaval que tiene referencias míticas y se compenetran. ¿Por qué Luis de La Puente no pudo extraer de sus experiencias una ficción que contenga en sí los gérmenes de la realidad para conseguir una función pedagógica más eficiente?.
Esta explicación demasiado elaborada tiene muchas falencias, pero los motivos de este ensayo pretenden más que concluir, aproximarse. De alguna manera la presencia constante del árbol en las tradiciones, cuentos y fiestas religiosas de los andes es una referencia exacta a la ficción de Luis de la Puente. Sin embargo un cuento popular que tenga como fin adoctrinar no puede basarse únicamente en una raíz prehispánica. La imposición cultural y la hibridación que resultó complejizaron los elementos simbólicos de las tradiciones y ritos populares. Así, el árbol como centro de vida cada vez se aproximó más a la cruz cristiana que a sus antiguos valores etiológicos. Actualmente muchas locaciones de los andes hacen referencia a la inquebrantable relación entre la cristiandad y el árbol. De hecho el mito del Edén ayuda en ello si conocemos su resultado final. Adán antes de morir solicita a su hijo que pida redención en el Paraíso, el arcángel que cuida este lugar sagrado le da tres semillas para que sean depositadas debajo de la legua del primer hombre. Al morir Adán, de las semillas crece un árbol de cuya madera se construirá la cruz donde morirá Cristo, y así su sangre redime a Adán y a la humanidad[7]. Aún ahora muchas locaciones de Ecuador refuerzan ese carácter íntimo entre la cristiandad, el árbol y la cruz. Sólo en el pueblo de Cuicuno se celebra en setiembre la fiesta del Señor del Árbol. De esta manera la importancia de la relación entre una fiesta popular que combine los elementos prehispánicos (tradiciones y ritos) con simbolismos cristianos es muy significativo para entender el mundo mental de los campesinos y su relación con los cuentos.
Giovanni da Modena. Misterio de la caída y redención del hombre. Siglo XV (tomado del texto citado de Virgilio Freddy Cabanillas [2010])
Las diversas fuentes orales y rituales del que el líder guerrillero pudo servirse son innumerables en el mundo andino. Este como todo espacio cultural se complejiza de una forma irremediable. Así, una taxonomía mítica nos mostraría que las variaciones de cuentos populares se diferencian entre los andes del sur y los del norte. Así, en esta última zona está más viva las tradiciones que hacen referencia al árbol cósmico. El cortamontes que es una variación del carnaval también es una fiesta que encuentra mayor intensidad en el norte, y los andes centrales, y sus referencia en el sur son escasas – según el autor citado – [8]. En esta fiesta es muy particular el mensaje (una de las variantes para entender un cuento) que se brinda al final de la celebración. Hiroyasu Tomoeda tomando como ejemplo el cortamones celebrado en Huacllas (Jauja) menciona como en el segundo día de la fiesta el árbol colocado en la plaza (es decir en el centro del pueblo, en el centro del universo) es cortado por la pareja que desea realizar la festividad el siguiente año (la regeneración). En cualquier variante de esta festividad se llama la atención la referencia del hacha que corta el árbol y asegura la siguiente festividad como un ciclo. En el cuento de Luis de la Puente los hombres que son afectados por este árbol nocivo deciden plantear varias propuestas, siendo descalificadas por el autor. Sin embargo la última propuesta que es cortar el árbol con un hacha es relacionada directamente a las fuerzas guerrilleras, a la acción armada. ¿Es coincidencia?. De alguna manera el autor sabía muy bien que la función religiosa del árbol en las zonas del norte era ser el medio por el cual se prometía la regeneración de la fiesta, y que al ser cortado solo aseguraba el mito.
Hasta aquí hemos presenciado como varias tradiciones (incluso al parecer contradictorias) se han mezclado dentro de una misma ficción. Por un lado un árbol cortado que trae mortalidad, y por otro un árbol que trae vida y regeneración. Ambas tradiciones son la expresión de mitos etiológicos y rituales híbridos mezclados dentro de una misma comunidad social. Luis de la Puente no identificó ni separó la diferencia que hay entre ambas tradiciones, solo las mezcló produciendo de dos tradiciones distintas dos árboles que significaba el bien por un lado y el mal por otro. Este dualismo (que también es conocido dentro del arte popular prehispánico como yanantin) se produce y manifiesta entre el árbol que al ser cortado produce muerte, y el otro que al correr la misma suerte asegura la vida. En cualquiera forma el hacha final (que es el arma que se define y explícita en el caso del segundo árbol) es la forma mitológico que se produce en el cuento, en el ritual y en la ficción de Luis de la Puente. Aquí, el hacha es sinonimizado como la fuerza armada que traerá liberación a los pueblos oprimidos, el mismo autor como colofón deja en claro este símil premeditado.
Una biografía bastante improvisada de Luis de La Puente Uceda nos lleva a Santiago de Chuco, nació en 1926; estamos ante regiones – qué como describió César Vallejo – estaban cambiando producto de la introducción de la capitalización de las provincias. La alternancia entre un sistema gamonal y capitalista fue el contexto de las provincias del norte. Aún así como menciona José María Arguedas la alternancia entre un mundo rural y un mundo industrial se hizo cada vez intenso. El joven de La Puente nació sobre todo en el seno de una familia latifundista que tenía vínculos familiares con Víctor Raúl Haya de la Torre. Su inicial niñez dentro de un mundo latifundista que él mismo reclama llama de manera obligatoria la consideración de intermedios culturales que hayan servido como puente entre las tradiciones míticas, cuentos populares, ritos y las primeras experiencias del joven Luis de la Puente, que pudo servirse del profundo bagaje cultural que después usaría[9]. Darse cuenta que a las poblaciones del campo donde nació era muy importante los rituales religiosos y que veían al árbol como una señal de regeneración de la vida, que el árbol cortado implicaba algo más que una fiesta pudo ser de utilidad a la hora de emprender su función pedagógica. Sin embargo esta no debió ser la única experiencia que tuvo el fundador del MIR. Él fue deportado en 1953 hacía México donde estudio las experiencias revolucionarias en Rusia, China y México en la Universidad Autónoma[10]. Es posible que en esta nuevo sistema cultural haya presenciado manifestaciones rituales similares a su originaría Santiago de Chuco.
En el ámbito mesoamericano el árbol sagrado tiene una connotación muy arraigado en las religiones populares. Así, para los antiguos creyentes nahuas los dioses han descendido y ascendido por medio de estos árboles cósmicos[11]. También era considerado como un padre, ya que para muchas tradiciones los árboles fueron hombres en otros siglos por lo tanto tienen almas racionales. En estas tradiciones donde se combinan los elementos culturales de las religiones prehispánicas podemos situar al árbol como un elemento de profundo contenido cósmico y religioso que se sigue manifestando en rituales contemporáneos con distintas formas. El árbol dentro del simbolismo también supone la esencia de una figura vertical que conecta el mundo terrenal con el mundo celestial por ello se le asocia también a una escalera[12], el árbol en ese sentido de trasluce como místico, sagrado y cósmico. La relación que este elemento ha tenido con el cristianismo ya ha sido expuesto brevemente en párrafos anteriores, por ello no nos detendremos ahí.
Hasta aquí hemos visto las diversas fuentes y tradiciones de las que Luis de la Puente pudo servirse para crear su ficción literaria. Esta breve aproximación no puede determinar si el cuento narrado por nuestro personaje tuvo una influencia directa de algunas tradiciones, tal vez la forma en su totalidad se encuentre gravitando en los pueblos del Ande, pero eso lo demostrará un investigación más exhaustiva en materia etnográfica. Hasta aquí solo hemos mostrado los indicios que nos puedan acercar al universo mental que presenció Luis de la Puente. Así, encontraremos que la elección de un árbol no es arbitraría sino totalmente comprensible. El uso del árbol sagrado y cósmico reviste motivos políticos, ideológicos y sagrados. Para los pobladores del norte, donde empezó a germinar las guerrillas, era muy importante los rituales donde se contemplaba al gran árbol como materia de vida y regeneración (el árbol muere y rejuvenece), de este gran ente según las tradiciones se extrajeron los vegetales que dan vida a los hombres; a su vez para garantizar el continuo homenaje ritual este árbol es cortado por un hacha. Estas celebraciones son representadas así en el cortamontes, en las yunzas, en los humisha, etc. En total son conocidas como carnaval. Así, Luis de la Puente conocía muy bien que su función pedagógica tendría mayor sentido y éxito si utilizaba aquellos elementos simbólicos que tenían un sentido más profundo en las personas del mundo andino.
Según las versiones propias del MIR, junto al líder mirista murieron varios hombres suyos, la mayoría de Santiago de Chuco; personas que celebraban el carnaval de la misma forma que las otras localidades del norte, es decir colocando al árbol cósmico en el centro de la plaza y cortándola con un hacha para que los beneficios y regalos que éste contiene pueda ser ofrecido a las personas de la comunidad. Así, los dos árboles fue la confluencia de estas tradiciones, mitos y rituales populares que Luis de la Puente presenció y escuchó. Mezclando en ello tanto las referencias al árbol que da vida de sus entrañas, y al que da muerte mediante el acto de cortar. Haciendo claramente referencias a las formas de cómo vivían los hombres en su época. Sus referencias siguen siendo más explícitas, ya que si Luis de la Puente estaba convencido de que estos mitos y cuentos populares hundían sus raíces en ceremonias y tradiciones prehispánicas, entonces tendría sentido cuando él hacía referencia a que el árbol bueno era el antiguo imperio “socialista” de los incas cuando los gobernantes – refiere él – se preocupaban por los problemas del pueblo. Así, para él el hecho fundacional de su ficción está localizado en el proceso de conquista, son los españoles que acaban con el árbol bueno e implantan el sistema de explotación que es el árbol malo. De esta forma el líder guerrillero sitúa al árbol bueno en un sistema libre de injusticias de un pasado indeterminado, antes de la Conquista, que corresponde con las tradiciones y mitos de árboles sagrados que escuchó. Posiblemente por medio de esta ficción literaria Luis de la Puente tuvo un gran auditorio donde adoctrinar políticamente.
¿Cuál fue el contexto?. El cuento se supone fue redactado en 1964. En ese mismo año el MIR recién había fortalecido sus premisas ideológicas y sus posiciones políticas estaban articuladas. Ese mismo año se publicó Manual de capacitación ideológica destinada a los jóvenes que quisieran añadirse al movimiento. El texto es fundamental porque tiene en esencia la característica ideológica del MIR (que sería compartido por otros textos de Luis de la Puente), este era considerar al Perú como un país semifeudal y semicolonial. Esto es importante ya que bajo ese esquema poblacional, se supone que la revolución debería estar orientada al campo[13] [como Luis de la Puente efectivamente lo hizo], por lo que los diversos escritos que tuvieran una función pedagógica deberían estar orientadas a los hombres campesinos del Ande. De esa manera era mucho más fácil adoctrinarlos con elementos suyos que con ideologías importadas. Esa posiblemente fue una conclusión de Luis de la Puente.
Un mundo campesino, rural, semifeudal era la premisa principal del MIR. Luis de la Puente creía que el enemigo principal era el latifundismo. Él lo consideraba como la expresión más escandalosa de la opresión[14]. Un sistema que tendría que ser desterrado por la acción armada, y no por una revolución pacífica que para nuestro personaje era una formula hueca, una “sarcástica mentira”[15]. Vemos que en varios de sus textos publicados se encuentran varias referencias a sus cuentos revolucionarios, que en esencia atacaba a la socialdemocracia, a los partidos electorales y era un llamado a la acción organizada. Su posición política se encerraba en un mundo de mistis y pongos (del que hablaba Arguedas) donde los campesinos tendrían que levantar su conciencia política. Sin embargo, la gran paradoja de todo esto es su mismo objetivo.
Recientemente Daniela Rubio Giesecke demostró claramente que las guerrillas del MIR más que un autentico poder político que movía masas se convirtió en el sur (donde fueron derrotados, específicamente en la zona de Mesa Pelada en el Cuzco) en una secta armada peligrosa para los campesinos que intentaba defender[16]. Una revolución levantada en nombre de una población que ni siquiera conoce está condenada al fracaso[17]. Esto reviste un problema, el del foquismo. El MIR se levantó rápidamente como un movimiento guevarista, y como todo movimiento de aquella vertiente política adolece de paternalismo. Es decir creer que los campesinos se plegarían a las fuerzas por el simple hecho de que las guerrillas significan libertad. Así, Luis de la Puente ¿cómo pudo emprender una tarea pedagógica si creía en el fondo que los campesinos se plegarían a su movimiento armado casi de manera espasmódica?. De cierta forma, ambas posiciones se complementan y no son excluyentes. Luis de la Puente consideraba que el campo era el escenario más débil y más explotado del Perú, era por donde tendría que iniciar la guerra de guerrillas[18], sin embargo los campesinos aparecen como meros ayudantes, no como protagonistas. “tiene que ser el campesinado quien ayude a destruirla” sentencia nuestro autor, a la vez que hace referencia a una Vanguardia guía. Daniela Rubio demuestra que el MIR consideraba que la agencia del campesinado necesitaba de una ayuda de vanguardia, en el fondo Luis de la Puente subestimó al movimiento campesino desconociendo las movilizaciones que internamente ya existían. De esta manera, el fundador del MIR no tenía la intención de dar a los campesinos una conciencia política y revolucionaria (pues la subestimaba en los pobladores del mundo andino), su intención parece solo moverlos al proceso revolucionario como soporte, como ayuda, y para ello bastaba los cuentos que contenía muchos elementos simbólicos que los campesinos conocían.
El líder mirista consideraba el campo como un escenario de atraso, veía en las comunidades indígenas a los ayllus primitivos del incario, y no tenía reparos en decirlo o escribirlo[19]. Más que eso creía que la condición de explotación eran factores que podía contener los gérmenes revolucionarios de una clase sin conciencia: “Millares de campesinos huyen de la opresión latifundista serrana, de la miseria y del atraso, y emigran hacia las ciudades costeñas en busca de nuevas perspectivas. Se diría que los indígenas cansados de tanta explotación y de tantas promesas, se hacen presentes en los reductos de sus señores, con su miseria, su ignorancia, sus idiomas, sus costumbres, su música”[20]. Bajo esos esquemas políticos y doctrinarios Luis de la Puente el mismo año escribió Cuentos revolucionario destinado a un “público determinado”: esos eran los campesinos, su función era adoctrinar, atraer, bajo estos esquemas nuestro personaje más tarde mencionaba que la función de un intenso trabajo ideológico habían fortalecido la presencia campesina dentro de los núcleos de apoyo del MIR, nosotros dudamos que estos haya sido realmente fruto de un trabajo ideológico político, más podría suponerse se debió a una intrincada labor pedagógica que iba de la mano con la transmisión de cuentos populares con elementos simbólicos propios del mundo campesino y que Luis de la Puente conocía muy bien.
Así, el árbol, los frutos y el hacha que dentro de la cosmovisión de los hombres andinos adquieren un profundo simbolismo ritual dentro de las narraciones de Luis de la Puente también obtuvieron una función revolucionaria. El hacha que garantiza el ritual del siguiente año, derribando al árbol, ahora se convertía en el arma guerrillera que garantizaba el fin de la explotación e inicio de la libertad. En ambos escenarios se aseguraba la continuación de la vida. Los campesinos encontraban lógica de esta forma a los cuentos elaborados por Luis de la Puente. Este se refería al hacha como “Unos terceros, afirman que ninguno de los dos métodos señalados antes son los correctos, un campesino para cortar un árbol-dicen-agarra un hacha fuerte y bien filuda y empezar a dar cortes en su base […]El único poder valedero y real es el que sostiene en los fusiles, por eso el campesinado y el propio pueblo en general debe tener su propia fuerza armada cuyos embriones son las guerrillas. Estos son los que quieren cortar el árbol malo con un hacha”[21]. Para Luis de la Puente el mundo campesino explotado y oprimido tenía que coger el hacha para seguir con la reproducción de la vida. Explotación/revolución aparecían como sinónimos de vida/muerte. El sentido simbólico es exaltado por el fundador del MIR cuando resalta la comparación final. Para asegurar la vida hay que coger el hacha, y en palabras del guerrillero eso objeto se traduce como guerrilla. El “hacha“(guerrilla) es un instrumento del pueblo. De los explotados del Perú, con ella vamos a cortar el árbol de nuestras desgracias en su misma base; su aparato represivo, Mientras mas “hachas” existan, mas rápido podremos traer abajo el árbol malo. A medida que aumentemos el número de guerrillas fuertes, aceleraremos la caída del actual sistema de explotación insoportable que padecemos.
Así, los elementos simbólicos se intercambian de una forma conveniente. Esto tiene lógica, si tomamos en cuenta que en las tradiciones populares los símbolos nunca son excluyentes y únicos, pueden, por el contrarío, transmitir significados múltiples. Esto se consigue mediante la transferencia metafórica de los símbolos a través del color, las formas, su posición en relación a otros objetos, etc. Así, sabemos que esos elementos que constituyen la esencia del símbolo son la referencia a un conjunto de categorías que ordenan el mundo. Esos mismos elementos si son alterados pueden cambiar el significado del símbolo. En el caso del árbol cósmico y sagrado, este en los cuentos de Luis de la Puente seguía revistiendo los mismos elementos que en las tradiciones orales y en las fiestas populares, por lo tanto su transmisión simbólica seguía siendo la misma[22].
Como ya se ha demostrado con trabajos anteriores Luis de la Puente Uceda se precipitó en el camino que optó, y muchos de sus análisis fueron descontextualizados. Esto desde un aspecto ideológico y táctico no importa en este ensayo, sin embargo hasta este hecho sugiere algo. En una coyuntura donde el movimiento en Cuzco con Hugo Blanco fracasó, donde las elecciones democráticas al mando de Fernando Belaunde parecen derrumbar todo tipo de camino revolucionario, y sobre todo cuando había una gran eclosión de movimientos contestatarios en América Latina que parecían dejar atrasado al Perú. En esos momentos el MIR dentro de sus cánones doctrinarios proponía elevar la conciencia revolucionaria[23]. Esto en materia política implicaba incrementar las fuerzas revolucionarias a través de la presencia humana. Atraer a jóvenes, obreros y al mundo campesino al movimiento armando debió significar una tarea emblemática que tuvo ecos muy limitados. Pero conociendo el principal interés del ex líder aprista, este al parecer se interesó en aquel mundo que le serviría de apoyo, así identificando su población a “concientizar” elaboró ciertos discursos ideológicos que llegaran a ser asimilados con facilidad (pues la premura del tiempo revolucionario era cercano, para muchos la revolución en esa época estaba a la vuelta de la esquina). Muchos de estos discursos fueron transformados en ficciones, es decir cuentos, luego llamados “revolucionarios” con un fin pedagógico y político; en ese sentido Luis de la Puente (un hombre que vivió y conoció bien una parte del mundo rural) se sirvió de sus antiguas experiencias y vivencias para dotar de elementos simbólicos y míticos propios del mundo rural a sus ficciones narrativas.
Hasta aquí, el lector se habrá dado cuenta que este ensayo no pudo responder con total firmeza, a las preguntas planteadas, más ha sugerido salidas; en ese sentido hemos fracasado. Sin embargo esas preguntas siguen abiertas para que puedan ser respondidas por investigaciones de mayor rigurosidad. Lo que he pretendido ha sido prácticamente sentar lineamientos, exponer y tal vez justificar propuestas. La relación evidente entre los grupos armados y las narrativas pedagogías que se traducen en cuentos o parábolas es totalmente visible, y hay que tratar de buscar los vínculos más allá de la ideología que la expedita, hay que localizarlos en las entrañas mismas de sus autores, del público a donde pretenden llegar, en su contexto real, en sus versiones y fuentes de inspiración y creación.
ANEXO
CUENTOS REVOLUCIONARIOS.
LOS DOS ÁRBOLES.
Antes había un árbol grande, alto, verde, con muchas ramas y hojas, y que daba frutos muy ricos, que tenían flores muy lindas y de delicado perfume. Allí anidaban los pajarillos y con su canto alegraban el ambiente. La sombra que extendía refrescaba el descanso de los caminantes. Era un árbol bueno y querido.
Pero llegó a ésta tierra gente extraña, de otras costumbres y de otro modo de vida. Ellos cortaron aquel árbol bueno, lo destruyeron y en su lugar sembraron otro árbol distinto.
Este árbol nuevo era grande y malo, daba frutos venenosos que mataba a quien los comía, no olía agradable, apestaba, no servía de nido a los pajarillos, era mas bien madriguera de alimañas de toda especie;: culebras, víboras, arañas y lagartos y todo animal conocido como enemigo y dañino del hombre.
Este árbol malo hasta ahora existe. Nosotros deseamos destruirlo ya que no brinda ningún bien-al contrario- nos ocasiona toda clase de desgracias y todo los males y daños posibles, pues somos sus victimas desde hace tiempo.
Unos plantean que hay que echar lazo a las ramas mas altas, subir a la copa y así subidos empezar a cortarlo hoja por hoja, ramita por ramita.
Otros, plantean que de ese modo no es posible ni es practico, proponiendo construir una tarima, un andamio de la misma altura que el árbol para empezar a cortarlo desde allí.
Unos terceros, afirman que ninguno de los dos métodos señalados antes son los correctos, un campesino para cortar un árbol-dicen-agarra un hacha fuerte y bien filuda y empezar a dar cortes en su base.
Entonces, como ven, la gente se ha agrupado en tres sectores y cada uno propone formas distintas de cortar el árbol malo que todos deseamos destruir.
Algo parecido, muy semejante, ocurre con nuestra historia y nuestra tarea actual de liberación nacional.
El árbol que había antes, grande, bueno y querido, es el Imperio de los Incas (que estaba organizado a manera de un estado socialista primitivo o como otros consideran un estado esclavista paternalista)
Los gobernantes de entonces se preocupaban de los problemas del pueblo y los resolvían con la ayuda de todos; los campesinos vivían en ayllus, cada hombre y cada mujer tenía tierra y ganado suficiente parta satisfacer sus necesidades; para tiempos de sequía había graneros donde almacenaban sobrantes de los años de abundancia; la forma de trabajo era colectiva: ayuda mutua entre los campesinos que laboraban como hermanos, estrechamente unidos; de esta época quedan restos de andenes, canales de irrigación, caminos , fortalezas que hoy admiran hombres de todo el mundo. No hay duda que- para su tiempo y con las herramientas muy sencillas que poseían- los Incas estaban muy adelantados y el pueblo vivía con sus principales necesidades satisfechas, salvo cuando las calamidades de la naturaleza se prolongaban y provocaban hambrunas.
El árbol bueno fue destruido por la conquista española y en su lugar fue plantado el árbol malo que es el sistema de explotación que desde hace tiempo nos oprime.
Los españoles destruyeron la organización social y económica, estableciendo en su lugar el sistema de haciendas que usurpo (robó) las tierras de los ayllus y convirtió a sus pobladores en siervos, o los llevó a trabajar como esclavos en los telares y minas donde murieron por millones.
Fue como si el día de pronto se convirtiera en noche; una sombra muy negra cubrió los corazones de los peruanos de entonces. Desde aquella época nuestros recuerdos son amargos, la tristeza congelo nuestra alegría, el grito jubiloso de vivir se volvió pena ahogada en la garganta; el contento de trabajar se transformó en pesadilla; los rostros alegres empezaron a reflejar gritos de angustia y quejas a nuestros espíritus adoloridos; el bien se volvió mal; la felicidad, desgracia.
Con la Independencia y la República nos liberamos del dominio español, pero no cambió la situación del pueblo peruano, especialmente la del campesinado; este hecho histórico solo significó el traspaso del poder de los gamonales españoles a los gamonales peruanos. El campesino siguió sufriéndola misma explotación e injusticia de antes. Es el mismo árbol malo que hasta hoy padecemos.
Ahora todos queremos destruir esta organización mala que nos impusieron los españoles. Y como en el caso del árbol, no todos los peruanos nos hemos puesto de acuerdo todavía.
Unos, creen que con elecciones-postulando para Presidente, senador o diputado- se puede llegar al poder y cambiar la situación. Pero ocurre que no pueden subir, o que si alguno lo logra no puede hacer nada, ni siquiera dar una gota del río de promesas que hizo como candidato; todos conocemos como es el carnaval electoral y nunca hemos visto mejorar nuestra vida por ese método. Estos son los que quieren subir al árbol echándole lazo y cuando alguna vez lo hacen. Son picados por las alimañas que hay arriba, haciéndolos caer o corrompiéndolos.
Los segundos, creen que hay que basarse solamente en la organización sindical de cada hacienda, distrito , provincia, departamento, etc., hasta que sea tan fuerte que se cree otro poder igual al de los explotadores y que entonces habrá llegado el momento de establecer el poder revolucionario. Pero nuestros enemigos no nos permiten este desarrollo, pues con las suspensiones de garantías, redadas, masacres, detienen cuando se les da la gana el avance sindical y la propia experiencia de esta lucha prueba que la organización de masas sola es impotente para tomar el poder o gobierno en sus manos. Estos son los que quieren construir el andamio que muchas veces cae y ofrece una postura muy incómoda para dar el corte.
El tercer grupo, piensa que hay que formar guerrillas y empezar a luchar por los derechos de los campesinos con estos grupos armados y preparados. La experiencia de las recuperaciones de tierras nos prueban que si los campesinos no se organizan, unen y arman, son masacrados y derrotados por los enemigos del pueblo cuando tratan de reclamar sus derechos. A la violencia represiva de los gamonales y demás explotadores hay que oponerle la violencia organizada popular revolucionaria. El único poder valedero y real es el que sostiene en los fusiles, por eso el campesinado y el propio pueblo en general debe tener su propia fuerza armada cuyos embriones son las guerrillas. Estos son los que quieren cortar el árbol malo con un hacha.
Pero esto no es senillo. El hacha tiene dos partes principales: la parte del metal y el mango de madera. La parte de metal es la que corta y debe estar bien afilada, y el mango o cabo tiene que ser de madera escogida, dura, resistente y, también tallada en la forma conveniente a fin de que se una bien con la parte metálica del hacha.
De igual manera, son las guerrillas-como método fundamental para hacer la revolución- son el metal afilado, y la ayuda directa del campesinado es el cabo del hacha.
Las guerrillas deben estar armadas y bien preparadas, saber el método correcto de este tipo de lucha. Pero solas no pueden actuar eficazmente; tiene que contar con el apoyo directo de los campesinos seleccionados y organizados en células del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), .Tal como no se puede poner madera blanda o quebradiza de cabo de hacha, a la organización revolucionaria-que es distinta al sindicato- no pueden entrar campesinos miedosos y faltos de conciencia, solo pueden entrar los muy seleccionados, concientes y probados. Tal como no se puede poner una raja de leña como cabo de hacha, no se puede hacer el apoyo desorganizado, tiene que ser de campesinos selectos y organizados en células secretas y pequeñas de nuestro Partido: el MIR.
En nuestros montes hay muchos árboles de madera buena para hacer buenos cabos de hacha. Así, en nuestro pueblo hay buenas organizaciones de masas, buenos sindicatos probados en su lucha contra el gamonalismo, de donde saldrán buenas células revolucionarias de nuestro Partido.
El “hacha“(guerrilla) es un instrumento del pueblo. De los explotados del Perú, con ella vamos a cortar el árbol de nuestras desgracias en su misma base; su aparato represivo, Mientras mas “hachas” existan, mas rápido podremos traer abajo el árbol malo. A medida que aumentemos el número de guerrillas fuertes, aceleraremos la caída del actual sistema de explotación insoportable que padecemos.
* La imagen que se utiliza al inicio de este ensayo fue tomada de una fiesta del carnaval en Lambayeque el 29 de diciembre del 2011, la nota fue publicada en el portal de Estudio 92.
[1] Con cariño a Viviana, la primera persona que escucho las ideas que son la base de este trabajo.
[2] Jan LUST. Lucha revolucionaria. Perú, 1958-1967. Barcelona: RBA, 2013, p. 254.
[3] Luis DE LA PUENTE UCEDA. Cuentos revolucionarios. 1964, En ILDEPU. (Los documentos escritos por nuestro personaje se han extraído de la página del Instituto Luis de la Puente Uceda – ILDEPU -; estos están en un formato que no está compaginado; por ello en el presente artículo las referencias a las obras de LDPU no tendrán referencia de páginas. Nos disculpamos por ello con los lectores.
[4] A esto Robert DARNTON llamaría “La ignorancia de la dimensión histórica de los cuentos populares”, en “Los campesinos cuentan cuentos: El significado de Mamá Oca” de La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia cultural francesa. México: FCE, 2004, p. 17.
[5] Hiroyasu TOMOEDA. “Folklore andino y mitología amazónica: Las plantas cultivadas y la muerte en el pensamiento andino” en Senri Ethnological Studies, N° 10, 1982, p. 275.
[6] Mircea ELIADE. Tratado de historia de las religiones. T. II. Madrid: Cristiandad, 1974, p. 41.
[7] Mircea ELIADE. Tratado de historia…., pp. 68-69.
[8] Hiroyasu TOMOEDA. “Folklores andino…”, p. 284.
[9] Carlo GINZBURG. “Freud, el hombre de los lobos y los lobizones” en Mitos, emblemas e indicios. Barcelona: Gedisa, 1999, p. 200.
[10] Jan LUST. Lucha revolucionaria…, p. 234.
[11] A. LÓPEZ AUSTÍN. “El árbol cósmico en la tradición mesoamericana” en Monograf. Jard. Bot. Córdoba, N° 5, 1997, p. 85; también Doris HEYDEN. “El árbol en el mito y el símbolo”, p. 201.
[12] Virgilio Freddy CABANILLAS. Los árboles de la vida y muerte y la escala mística en la pintura virreinal. Tesis para optar el grado de magister, Lima: UNMSM, 2010, p. 50.
[13] Luis de la Puente Uceda creía irremediablemente que la revolución pasa por el campo. En Frente a la Revolución peruana. 1964, En ILDEPU.
[14] Luis DE LA PUENTE UCEDA. Nuestra posición. 1964, En ILDEPU.
[15] Luis De LA PUENTE UCEDA. Nuestra….
[16] Daniela RUBIO GIESECKE. “Las guerrillas peruanas de 1965: entre los movimientos campesinos y la teoría foquista” en Histórica. Vol. XXXII, N° 2, 2008, p. 124.
[17] Muchas referencias hacen hincapié en la poca llegada que tuvo el movimiento con el mundo campesino. Creemos que el elemento no solo fue político, de hecho hubo un elemento cultural que respaldase el poco apoyo, por ejemplo como hemos ensayado el poco entendimiento de tradiciones y rituales en un contexto distinto donde tenían mayor potencial (norte del Perú) es una posible explicación. Lamentablemente la mayoría de posiciones solo hacen referencia al movimiento ideológico, uno de esos trabajos es el de Jose Luis RENIQUE. “De la traición aprista al gesto heroico” en E.I.A. Estudios Interdisciplinarios de América Latina y El Caribe.
[18] Luis de la PUENTE UCEDA. Frente a la…,
[19] Luis de la PUENTE UCEDA. La Revolución peruana. Concepciones y perspectivas. 1964, en ILDEPU.
[20] Luis de la PUENTE UCEDA. La Revolución…
[21] Luis de la PUENTE UCEDA. Cuentos…
[22] Robert DARNTON. “The symbolic element in History” en The Journal of Modern History, Vol. 58, N° 1, 1986, p.
[23] Esto lo dice mucho antes de la fundación del propio partido (en 1958) y lo seguirá diciendo a través de sus escritos fundacionales. En “La Realidad Nacional y la línea política de la Convivencia”. Moción presentada en la IV Convención del Partido Aprista el 10 de octubre de 1958 en Del Apra al Apra Rebelde, pp. 56-108, citado por José Luis RENIQUE. “De la traición aprista…”.
¡Excelente! Más aun si lo relaciono con el caso venezolano de su historia reciente. La izquierda radical aliada a un jefe militar golpista (H. C´havez) logra llegar al poder por vía electoral, pero creando un relato que ha ido perfeccionando año tras año. Dicho relato se refiere a un país rico gracias a su naturaleza (en este caso no es un “árbol” sino las minas: el petróleo) donde el pueblo no disfruta de su riqueza porque “la oligarquía” (terratenientes o burguesía nacional) y el Imperio Español, luego Británico y hoy “Yanqui” se la roban, hasta que llega el despertar de las mayorías en una rebelión popular que es la Independencia, pero son de nuevo traicionados. Se dan varios alzamientos populares hasta que el 27 de febrero de 1989 se da el gran despertar en días de saqueos pero que no triunfa porque no tiene liderazgo, luego los militares se alzan pero son traicionados hasta que ambos: militares exgolpistas, exguerrilleros de izquierda y pueblo logran un triunfo electoral en 1998 y desarrollan la “Revolución Bolivariana”. Esto en resumen, pero es un relato más complejo que puede remontarse hasta el pasado indígena y la colonización española, y después el liderazgo en la Independencia de Bolívar.
Aclaratoria: minas y en una gran etapa colonial: riquezas agrícolas.