¿Latinoamerica mestiza?: reflexiones en torno al término mestizo.
Pensar el sujeto mestizo remite hacerse cargo de una larguísima historia de construcción y re-construcción del concepto, lo que nos lleva a pensar en una necesidad constante de darle a la palabra mestizaje nuevas categorías y nuevas característica con el afán de una búsqueda de reconocimiento identitario de América Latina. Hablar de mestizaje es hablar de la historia y del proceso de identidad que han llevado a cabo numerosos proyectos políticos en el continente para definirse a sí mismos. Ya sea en los proyectos de la década de los ’30 como en la actualidad, la palabra de mestizaje no ha pasado desapercibida, sino que se ha articulado constantemente como un eje central en el discurso latinoamericano.
El desafío conceptual, por tanto, está en desenredar las múltiples problemáticas que trae consigo la enunciación del mestizo y del mestizaje, para pensar estas realidades y los por qué de la necesidad de permanente construcción, los que no son ingenuos, sino que tienen una fuerte carga política asociada y se utiliza por ende, con los mismos fines. Tanto es así, que el solo hecho de re-definir el concepto en innumerables ocasiones ha conllevado a una pérdida de contenido del mismo. ¿Qué es ser mestizo hoy? ¿Qué implicancias tiene? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de mestizaje? Hoy pareciera que América Latina es mestiza por ser mezcla de español e indígena, pero el sólo hecho de enunciar este argumento implica una larga y fastuosa gama de problemáticas que no necesariamente se piensan al momento de declararnos mestizos.
El mestizaje es una tensión permanente, una construcción identitaria que dialoga con las nociones de raza y de nación. Dialoga en la medida que se construye desde esas problemáticas y no se puede separar el mestizaje con estos conceptos, puesto que se constituyen como un campo de relaciones de poder que supone generar categorías de identificación. El mestizaje, por ende, es una categoría de identificación y no simplemente un entrecruce de identidades dispares. Señalando lo dicho por Alejandra Vega, el mestizaje es un problema de reconocimiento, y no necesariamente de un entrecruce. [1]
Asumir este argumento implica deshacernos del concepto de mezcla biológica, puesto que supone “la existencia de grupos humanos puros, físicamente distintos y separados por fronteras que la mezcla de los cuerpos, bajo el imperio del deseo y de la sexualidad, vendría a pulverizar” (Gruzinski 2000; 49). El desafío supone pensar el mestizaje más allá de las nociones comunes y trivializadas en dónde se encuentra hoy en día. Es por esto que he decidido enfocarme en el mestizaje como un problema de construcción de sujeto y una forma de validar las colonizaciones. Utilizo el plural porque el mestizaje se ha re-inventado y las colonizaciones han sido múltiples y nos remite únicamente al período histórico llamado colonia.
El concepto de mestizo, por tanto, trae problemáticas que tienen eco en los fenómenos de construcción de subjetividades políticas que continúan hasta el presente. Al situar una nación como mestiza, estamos remitiendo una diversidad de sujetos que han sido homogeneizados bajo un rótulo. El mestizo no surge por azar o por un sinnúmero de relaciones de género entre dos culturas, sino que ha sido construido por una élite dominante y colonizadora[2]. El problema conceptual que surge desde esta premisa, es cuestionar el reconocimiento de un continente bajo la figura de un sujeto construido para ordenar la diversidad cultural americana y en ese ejercicio para invisibilizar las múltiples culturas que cohabitaron entre sí. La necesidad de distinguir esta variedad, a través de los cuadros de castas, implicó formar “un nuevo género que expresa un esfuerzo fallido por delimitar categorías que la realidad superaba y que, de hecho, en la vida cotidiana los interesados ignoraban”[3]. El mestizaje es un ocultamiento de la diversidad, y como tal, es una forma de poner límites conceptuales a los múltiples sujetos coloniales. Esto tiene una consecuencia política clara, en donde auto-denominarse mestizo implica poner fuera de juego a una serie de diversidades culturales.
La salida a este problema puede estar en no pensar en mestizos como sujetos, sino que enfocarse en el mestizaje como una construcción discursiva relacionada al poder colonial. Siguiendo las ideas de Gruzinski, puede resultar más provechoso entender el mestizaje no como un “desorden pasajero” de las categorías, sino como una dinámica fundamental para comprender la colonia. Una dinámica que, como cualquiera, va cambiando y mutando de contenido y de forma; lo que sin lugar a dudas complejiza su estudio al estar supeditados a categorías fijas y limitadas, pero que al mismo tiempo, nos pone en el desafío de crear nuevas categorías teóricas para comprender la realidad mestiza de América Latina.
Volviendo al argumento planteado anteriormente, si el mestizaje no es una categoría que surge espontáneamente ni se relaciona con el nacimiento de sujetos mezclados biológicamente, sí es una categoría funcional al poder. Con esta afirmación no quiero negar la existencia del sujeto mestizo como tal, y que por ende, se entiende a sí mismo desde esta perspectiva. Sin lugar a dudas, y tomando la re-lectura zizekeana de Marx, lo que hace funcionar a la ideología es el hecho de que quienes la padecen no estén plenamente conscientes de las implicancias que esto tiene[4]. Y es así que sí es posible reconocerse como mestizo, desde una mezcla, desde una fusión cultural, incluso desde una transculturación. Pero creo que a pesar de estas posibilidades, la carga de homogeneización y de dominación que conlleva el concepto es mucho más fuerte teóricamente y debe tomarse en cuenta al referirnos a la idea de mestizo.
Es por esto que me parece adecuado hablar de mestizajes como proceso de construcciones múltiples de identidad, que puede ser vista no sólo en los sujetos sino también en la cultura que estos producen, en las prácticas que conllevan y que quedan perpetuadas. La ficción del mestizaje, en su sentido constructivista, conlleva legalizar las desigualdades de poder[5], y construir sujetos supeditados a un otro que los coloniza y en el momento que estos surgen marcan a sus antecesores. Siguiendo a Stolke, “sólo cuando los hijos de madres indias y padres españoles fueron designados con la denominación especial de mestizos, las distinciones sociopolíticas y las desigualdades entre sus padres cobraron vida y se institucionalizaron”[6].
A modo de conclusión, pensar al mestizo desde hoy implica cuestionar la validez y la carga semántica y teórica que esta conlleva. Asumiendo que es la construcción de mestizo la que institucionaliza la desigualdad y homogeniza las prácticas de “otros sujetos” coloniales, y por ende, pone un manto de sospecha sobre los mismos, es en dónde debemos alejarnos de dominaciones que nos llevan a supeditar a estos sujetos por debajo del poder. Políticamente hablando es una manera de neutralizar las prácticas disímiles al colonizador, y aunarlas en un proyecto de sujeto que se va vaciando de contenido. Es por esto que la solución teórica y metodológica que planteo, es volver a pensar en el mestizaje y no en los mestizos como una manera de aproximarnos al problema y a pensar en la identificación latinoamericana, desde la idea de una dinámica colonial que se ha mantenido hasta nuestros días.
[1] Vega, Alejandra. “Mestizo y Mestizajes”. Magíster Estudios Latinoamericanos. Universidad de Chile. 30 de Octubre 2013.
[2] Rf. Stolcke, Verena “Los mestizos no nacen, se hacen”. En: Stolcke, Verena y Coello, Alenxandre (eds.) Identidades ambivalentes en América Latina (s. XVI–XXI). Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2008.
[3] Serge Gruzinski, El pensamiento mestizo, Barcelona: Paidós, c2000.
[4] Zizek, Slavoj. El sublime objeto de la ideología. Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2003.
[5] Rf. Stolcke, Verena “Los mestizos no nacen, se hacen”. En: Stolcke, Verena y Coello, Alenxandre (eds.) Identidades ambivalentes en América Latina (s. XVI–XXI). Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2008.
[6] Ibíd, 50
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