Las versiones de la historia del Perú.

Dibujo de Guamán Poma de Ayala. Etnocacerismo

LAS VERSIONES DE LA HISTORIA DEL PERÚ

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Toda narrativa histórica está sujeta a su tiempo. Los hombres que escribieron la historia no están exentos de deseos, proyecciones, prejuicios y experiencias. Así por ejemplo la primera narrativa histórica peruana, representada en la obra “Los Comentarios Reales de los Incas” de Garcilaso de la Vega, se produce en un contexto de régimen colonial, donde el autor encarna la fragmentaria identidad de ser mestizo y se autoconstituye como el mediador entre dos culturas. El especialista en literatura colonial, José A. Rodríguez señala que: la identidad de Garcilaso se manifiesta en sus textos de una manera mucho menos armónica de lo que se ha pensado, pero puede decirse que hay un eje que sostiene los distintos modos como se representa a sí mismo: su identificación con la historia y territorio de lo que, desde los años de la conquista, empezó a llamarse el Perú. Esta identificación se muestra de modo conflictivo en tanto que, de un lado, enfatiza con orgullo su pertenencia a la antigua elite indígena y, en tal medida, la historia que narra quiere ser la memoria autorizada de la antigua clase dirigente. De otro lado, sin embargo, subraya también el hecho de que escribe en un momento en que la cultura y el poder de los incas han sido sometidos por la conquista española, y, en ese sentido se expresa como un sujeto subordinado. (1)

 

En un momento histórico de profundos cambios, Garcilaso mira hacia el futuro a través del dialogo con el pasado. Contrapone su visión del Tahuantinsuyo a aquella que la reducía a simple reino tiránico (época del virrey Toledo). Su obra no será la mera idealización de los incas y su historia, como muchos han afirmado, sino la primera gran reflexión en torno al Perú.

 

Otra narrativa histórica es la surgida con los grupos criollos, cuyo discurso en el siglo XVIII habla directamente del Perú y empieza a cuestionar el régimen colonial hispano. Los criollos de la independencia, exaltaran la legitimidad histórica de los incas y sus herederos (no raciales sino legales). Todo ello tomando a Garcilaso como fuente histórica sustentadora del proyecto político emancipador y fundador de un nuevo Estado. A su vez se promueve el mestizaje como proyecto social y se edifica una identidad donde peruanidad equivale a mesticidad (2). El historiador Manuel Burga, señala que los representantes de este discurso histórico criollo serán: la Sociedad Amantes del País (s. XVIII), Riva Agüero, Raúl Porras Barrenechea, Luis A. Sánchez y Jorge Basadre (s. XX).

 

Esta narrativa histórica indesligable del discurso del mestizaje, pronto será cuestionada por la versión indigenista de nuestra historia nacional. La cual se erige sobre la exaltación del legado  pre-hispánico y la denuncia de los valores criollos-occidentales. Según Manuel Burga, actualmente existen  dos corrientes continuadoras de esta versión histórica: “El discurso indianista nacionalista, demagógico e ideologizado, ficticio y oportunista y el discurso antropológico de la etnohistoria, más objetivo, científico y aparentemente sin intencionalidad política” (3).  Julio C. Tello y Luis E. Valcárcel, serán los tempranos representantes de este discurso antropológico aludido, el cual naturalmente contiene una agenda reivindicativa (social y política), que mantiene vigencia hoy en la academia, ONGs y asociaciones culturales. El discurso indianista nacionalista del siglo pasado, por su parte, conservara su beligerancia y demagogia tanto en el magisterio como en proyectos políticos tales como el Etnocacerismo de Ollanta y Antauro Humala a inicios del presente siglo.

 

Finalmente, en el último tercio del siglo XX, se desarrollo un discurso que ha sido denominado “la idea crítica del Perú” (Gonzalo Portocarrero) o simplemente la “historia nacional crítica” (Manuel Burga), el cual presenta la historia como una sucesión de tragedias: invasión española, dominación colonial, fracaso de la independencia indígena, república criolla ilegitima, desperdicio de la era del guano, derrota ante Chile y semi-independencia ante el capital extranjero. A la denuncia de la opresión colonial y su legado, así como el cuestionamiento a un proyecto republicano excluyente, se opondrá la vigencia del mundo andino y sus posibilidades.

 

… sociedades conquistadas, varias veces derrotadas, pero nunca liquidadas y ahora con mayor visibilidad y lanzadas a la reconquista de espacios geográficos, políticos y sociales que antes les eran negados en el país… La limitación mayor de este discurso es la ausencia de un modelo de sociedad nacional donde los otros grupos étnicos-culturales, como lo criollos, mestizos y etnias menores, cumplan sus funciones específicas… Lumbreras insiste mucho en el valor sistémico de lo andino y casi lo opone a lo occidental, Pablo Macera habla de lo andino como una fuerza demoledora que produciría una suerte de inversión, o pachacuti, que haría de los dominadores de hoy los dominados o despojados de mañana. A Flores Galindo, en un esfuerzo más sistemático, trato de elaborar un discurso histórico donde lo andino- humana y culturalmente- se presenta como un mecanismo de continuidad histórica, de lucha anticolonial y de integración nacional (Manuel Burga: 2005, pág. 66)

 

En la actualidad, estos discursos se entremezclan, el discurso criollo aún opera como discurso oficial y coexiste con un magisterio de origen migrante próximo a un discurso indigenista nacional y crítico. Los medios de comunicación reproducen mensajes de integración y reconocimiento a nuestra condición de nación de “todas las sangres”, desde posturas políticamente correctas; pero a la vez envían mensajes más poderosos de diferenciación cultural y paternalismo político. La “Marca Perú” presenta un país para consumo turístico, y por otro lado, los hijos de la migración interna oscilan entre el orgullo nacional y los viejos complejos de inferioridad peruanos.

 

La producción historiográfica actual es interesante y diversa, pero desarticulada, poco o nada debatida y desligada del gran público. La escuela, factor clave en la formación de la identidad nacional (si tal cosa existe), está separada por un abismo respecto a la producción de la academia. Los nuevos conocimientos históricos demoran décadas en llegar a la escuela o simplemente no llegan, esto a diferencia de la enseñanza de las ciencias naturales donde hay mayor capacidad para incorporar descubrimientos recientes.

 

La nueva historia, debe distanciarse de los viejos discursos, aquellos marcados por la simplificación, el maniqueísmo, los estereotipos, prejuicios, la instrumentalización histórica y la ideologización excesiva. Si bien hoy la producción historiográfica es seria, muchas veces es sólo aséptica e incapaz de realizar conclusiones de más largo alcance. La dispersión y fragmentación de lo que se escribe en historia impide visiones más integrales y mucho menos un diálogo más ambicioso con el mundo y el contexto que vivimos.

 

Referencias:

 

(1)    Comentarios Reales de los Incas. Colección biblioteca imprescindibles peruanos, editorial El Comercio. Lima, 2010. Pág. 7

 

(2)    El historiador y sociólogo peruano Hugo Neira, hablando sobre el origen de la nación en México señala que la independencia de este país: … nace ligada “a un elogio de la nación indígena arrasada por la Conquista”. Eso no fue frecuente; en el Perú, independencia criolla e indigenismo se separan por un siglo. Hubo que esperar los años veinte para que los peruanos redescubran a los incas. Y no todos, la generación de Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, y el pintor José Sabogal. En México -déjenme asombrarme- Iturbide que era rubio y de ojos claros, toma a los aztecas como sus antepasados. Claro está, giro retórico, pero bueno, un salto simbólico imposible en Guatemala, o en Ecuador o Perú. Los mexicanos dicen que eso fue como un “bautismo retrospectivo”. Legitimidad que invoca a los Emperadores aztecas, aunque los peones siguieran encasillados en las haciendas porfirianas, hasta Zapata y Villa”. En: Hugo Neira, “¿Qué es nación?”. Fondo editorial de la universidad San Martín de Porres. Lima, 2013. Pág. 331. Cabe destacar que durante la independencia, los discursos de elogio al imperio de los incas provinieron de los criollos, siendo una suerte de primer indigenismo pero sin indígenas. En última instancia, fue la búsqueda de legitimar sus ambiciones políticas a través de un discurso histórico, y no busca reivindicar a la masa indígena realmente, pues la dejara fuera del proyecto republicano. Quizás todo se resuma en el sugerente título del ensayo escrito por la historiadora Cecilia Méndez: “Incas sí, indios no”.

 

(3)    Manuel Burga, “La historia y los historiadores en el Perú”. Fondo editorial de la universidad nacional mayor de San Marcos. Lima, 2005. Pág. 66

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