Convenciendo al capital. Preguntas a Claudio Belini

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Claudio Belini. Convenciendo al capital. Peronismo, burocracia, empresarios y política industrial, 1943-1955, Buenos Aires, Imago Mundi, 2014.

En las últimas décadas la conversación entre la historia económica y la historia política en torno al primer peronismo se ha hecho más efectiva. La que antes era aspiración de deseo o competencia fue haciéndose más cierta al pensar el Estado y las políticas públicas a través de encuentros académicos y compilaciones que relacionan esas áreas de investigación, pero sobre todo debido a que en la actualidad existen libros (unos pocos) de historia económica dedicados a la década del primer peronismo. Claudio Belini es uno de los investigadores más reconocidos en el campo y este libro es parte de una larga serie de intervenciones suyas sobre el tema. Por la trayectoria del autor es más sencillo decir que Convenciendo al capital es un libro de historia económica del primer peronismo, pero los lectores del volumen reconocerán en él un enfoque que compone una reflexión en la encrucijada de la historia económica, la historia política, la historiografía sobre el Estado peronista y la historia social centrada en los trabajadores. Por sus alcances y la minuciosa investigación que cimienta el libro, me pareció importante hacerle algunas preguntas a Claudio Belini. Esto es lo que cuenta sobre sus investigaciones y su libro.
NQ: Qué buen título el de tu libro. Encontrar, en un libro que trata sobre la historia económica del peronismo, un gerundio voluntarista es algo curioso…Muestra un poco tu enfoque. No son frecuentes las investigaciones que, como este libro, ponen en diálogo análisis políticos y económicos sobre el primer peronismo ¿cómo ves esas relaciones historiográficas en la actualidad?
CB: La historiografía sobre la Argentina no es ajena a una tendencia mundial a la definición de campos muy acotados, y el predominio de la especialización temática. Es el resultado de las crisis de los grandes marcos teóricos. A mí me preocupa que esa especialización (que en ocasiones es extrema) impida el diálogo entre los estudiosos. La historia económica como campo de estudios está también en una profunda crisis. A nivel mundial, desde hace unos años se viene criticando el predominio de la econometría, que convirtió a ese campo en una especia de subdisciplina de la economía. También el Nuevo Institucionalismo de Douglass North ha sido sometido a fuertes cuestionamientos. Ninguna de los dos enfoques ha contado con muchos partidarios en la historiografía argentina. De todas maneras creo que hay una especialización que conduce a una falta de diálogo con la historia política y social. En parte esa preocupación deriva mi enfoque centrado en la “política económica” o en las “políticas públicas”, lo que obliga a pensar los vínculos entre las dimensiones económicas y políticas de los procesos. De cualquier manera, creo que debemos hacer un mayor esfuerzo para repensar esos vínculos y eludir los riesgos de los campos fragmentados.
NQ: En este y en tu libro anterior, La industria peronista, indicás que perspectivas de largo plazo en la historia económica no alentaron estudios específicos sobre la economía durante el primer peronismo. ¿Cuáles son las ventajas de un análisis específico para repensar los debates sobre populismos e industrialización?
CB: Creo que la historiografía sobre la economía argentina en el siglo XX ha estado dominada por aportes de economistas, más que de historiadores. Indudablemente, es un campo interdisciplinar, pero el predominio de la perspectiva macro tiene que ver con hecho de que los economistas han dominado esta área temática. En general se trata de estudios de largo plazo, que muchas veces han tenido como pregunta la cuestión de la “decadencia económica de la Argentina”. Es decir ¿cuándo y por qué se frustró el desarrollo económico? Más allá de la pertinencia de esta pregunta, que no es menor, los estudios de largo plazo han brindado algunas claves pero no permitieron conocer en profundidad los procesos históricos. Todavía hoy conocemos muy poco sobre el estado, las políticas, y las estrategias de los actores económicos. En este sentido, me parece que el enfoque sobre las políticas públicas reabre el debate y permite pensar los procesos históricos en su mayor complejidad, y no ya como resultado de alguna explicación única, como ha sido, la de las “políticas de autarquía”, el “populismo económico” o la dependencia externa.
NQ: Las políticas públicas peronistas ha sido analizadas prestando especial atención a los planes quinquenales. En tu libro, la estrategia de análisis parece más bien la de “rodear” esos documentos a través de revisar tres problemáticas: los modos en que la industrialización se hizo parte de una agenda pública; la cocina de su elaboración (negociaciones y disputas entre distintos actores, en especial el Congreso y los empresarios, además de Perón y sus ministros); y la aplicación de dichos planes. Siguiendo esos desarrollos, la pregunta sobre el grado en que fueron aplicados pierde protagonismo y aparecen otros interrogantes, en especial por las consecuencias que esos desarrollos históricos tuvieron para el futuro ¿cómo miraron al futuro las políticas públicas del gobierno peronista?
CB: Es interesante tu pregunta, porque el eje de las discusiones suele estar definido en la historiografía por observar en qué medida el peronismo se apartó de sus objetivos proclamados. Y en este sentido, la historia de las políticas estatales está plagada de desvíos. Pensemos, por ejemplo, en el New Deal de Roosevelt, que tiene fama de ser un cambio radical de las políticas estatales pero cuyo impacto fue sin duda menor de lo que se piensa. Los desvíos, los fracasos, los resultados inesperados son consustanciales a las políticas estatales. El impacto de las políticas es el resultado de un conjunto complejo de causas y de condicionantes, entre los cuales, los factores externos y los conflictos entre los actores económicos (empresarios y estado) es fundamental. Por eso creo que los resultados más importantes han sido los vinculados a la capacidad estatal para responder a las demandas de los actores y a los desafíos que presentaba el proceso económico. En ese plano, yo diría que a partir de 1952 el equipo del ministro Gómez Morales presentó una visión más atenta a los condicionantes estructurales y de los riesgos que enfrentaba la economía local. Para resolver esos riesgos se requería algún tipo de planificación o programación económica, incluso en el aspecto crucial del ingreso de capitales extranjeros. Por ejemplo, siempre se recuerda el giro que fue la sanción de la Ley de inversiones extranjeras de 1953, pero esa ley tenía algunas cláusulas que si bien alentaban el ingreso de capitales al mismo tiempo lo condicionaban por sus posibles efectos negativos sobre la balanza de pagos (algo que fue pronto olvidado y que trajo muchos problemas a partir de 1958) Al mismo tiempo, si tuviera que hacer un balance general, creo que una herencia del peronismo fue un estado con mayor presencia en la economía pero con bases más frágiles.
NQ: Además de las desconfianzas “originales” entre empresarios, burócratas y trabajadores, las diferencias entre los actores que discutieron en el espacio público durante esos 12 años sobre políticas públicas fueron haciendo más concretas. ¿Qué dejó el proyecto corporativo de Perón?
CB: Lo que sostengo es que si bien Perón pretendió construir un régimen corporativo parar la discusión y arreglo de los temas referidos a la distribución del ingreso y las políticas sectoriales, fracasó en ese intento. Hay varios factores que ayudan a explicar ese traspié. Por un lado, el conflicto inicial entre Perón y las entidades empresarias durante los años de ascenso fue muy fuerte y las condenó a cierta marginalidad en la elaboración de las políticas. En general, las organizaciones empresarias como la Sociedad Rural, la Cámara Argentina de Comercio y otras se adaptaron al nuevo clima político. Reconocieron el triunfo de Perón y se dispusieron a dialogar con el poder político. Paradójicamente, la UIA fue intervenida en 1946 y liquidada años más tarde. Digo paradójicamente porque sin dudas fueron los industriales los más beneficiados. Hay otros factores. En el peronismo también coexistía otra concepción según la cual el estado y su burocracia estaban mejor capacitados para encontrar las soluciones “técnicas” al problema económico. Eso llevaba a los “técnicos” a tomar distancia de lo que decían los empresarios. Finalmente, debe recordarse que el movimiento obrero era refractario a concederles lugar a los empresarios en el estado.
Es cierto que hacia 1955 se había constituido la CGE y que había sido reconocida por el estado como un interlocutor legítimo, pero el lugar que tenía la entidad en la elaboración de políticas públicas era más bien limitado. Después de 1955, toda esa estructura se derrumbó por la intervención militar sobre la CGE, por la expresión de las entidades empresarias más antiguas y la represión del movimiento obrero.
Lo interesante es que precisamente esto sucedió cuando la política de redistribución del ingreso del agro al sector urbano y los asalariados, ya no podía continuar más, y que se requería de alguna fórmula de conciliación de intereses para poder encontrar una estrategia económica consistente y con apoyos de los actores sociales, para avanzar en la industrialización y acelerar el desarrollo económico. En definitiva, este fracaso condicionó más las posibilidades de alcanzar esas metas luego de 1955. Lógicamente, el gran capital financiero e industrial y la burguesía agraria confiaron más en poder ejercer una influencia directa sobre los gobiernos militares y civiles que se sucedieron a partir de 1955 que en los mecanismos corporativistas que Perón había intentado implantar. Para ellos había llegado la hora de implantar una nueva relación de fuerzas frente a la clase trabajadora.
NQ: Los años “críticos” para el gobierno peronista que más o menos se dibujan entre 1950 y 1952, que pueden ser vistos como una escena dramática donde el distribucionismo deja de poder “distribuir”, se dibujan en tu libro como muy importantes en materia de cambios en las políticas públicas. ¿Son crisis de esa naturaleza las que contribuirían a definir los rasgos básicos de la sustitución de importaciones en América Latina (incentivos para la expansión de grandes empresas y escasa eficiencia económica)? O hay que considerar a los conflictos entre los actores implicados como más relevantes para explicar esa caracterización?
CB: Me parece que en 1952 se hace evidente y con mayor fuerza que el desequilibrio de la balanza de pagos, que se habían iniciado con fuerza en 1949, se había convertido en un dato estructural. Y eso se hace más evidente cuando Gómez Morales y su equipo logran capear la crisis en 1953, pero aún así advierten que el desarrollo económico deberá enfrentar desafíos importantes: restricción de divisas, lento crecimiento, estancamiento de exportaciones y, sobre todo, caída de los precios mundiales de los granos. Se trató de un proceso general que afectó a todas las economías semi-industrializadas de América Latina, pero que tuvo sus particularidades en nuestro país. Argentina sufrió las mayores restricciones externas y en forma más temprana durante toda la década de 1950. Estas condiciones fortalecieron cierto “pesimismo exportador” y una tendencia a propiciar una industrialización verticalmente integrada y centrada en el mercado interno. Es decir un modelo de industrialización más “autarquizante”. El país podía producir todo (desde bienes de consumo masivo hasta equipos y maquinarias sofisticadas) en sus fronteras… Incluso, por esa razón era necesario convocar al capital extranjero como lo hizo Frondizi. Lógicamente, en ese escenario económico, las consideraciones sobre los costos de producción y la eficiencia económica pasaron a segundo plano. Una planta productora de acero o de insumos químicos que lo hace a costos muy altos, transmite a toda la estructura industrial esos mayores costos. Una vez instaladas las industrias o cualquier actividad económica, se hizo muy difícil desandar el camino. Por supuesto, siempre está el camino del incremento de la productividad, pero esa apuesta es compleja y más difícil de adoptar en un entorno económico como el de los años sesenta y setenta (Devaluaciones, recesiones, inflación, atraso cambiario, políticas monetarias y crediticias oscilantes, cambios en la legislación sobre capital extranjero, etc)…Recién a mediados de los años sesenta surgen voces que plantean que la industrialización no puede permanecer cerrada a la competencia externa. Ahora bien, yo diría que estas eran tendencias que venían desde los comienzos de la industrialización. De ninguna manera eran una barrera infranqueable como algunos autores argumentan.
NQ: Lo mismo me pregunto sobre las relaciones entre Estado y empresarios, largamente analizadas en tu libro. ¿Cuál es el papel del Estado en el tránsito de una economía de preguerra a la de los años sesenta? No sólo en lo que hace a la construcción de una burocracia estatal afectada a definir e implementar políticas públicas sino también en lo que respecta a las formas particulares que adoptaron las relaciones entre esa dirigencia políticas y los empresarios.
CB: El ascenso del peronismo, la movilización popular y el apoyo del gobierno a esas demandas modificaron el equilibrio entre los actores. Particularmente, en el sector industrial la masiva sindicalización y el lugar conquistado por la clase trabajadora en los lugares de trabajo, implicó cambios considerables. Para los empresarios era algo novedoso. Esto cambió también la relación entre el estado y el empresariado. Perón intenta unificar a los empresarios y movilizarlos en una nueva entidad que reemplazara a las viejas entidades, como la Sociedad Rural y la Unión Industrial Argentina. Estas entidades tenían un origen lejano –que se remontaba incluso al periodo de formación del estado nacional-, por lo que resistieron un tiempo. Perón buscó “peronizar” esas entidades para despolitizarlas… No lo logró. Ahora bien, las políticas peronistas al proteger la industria y alentar el mercado interno, también propiciaron el fortalecimiento de otros sectores empresarios: pequeños y medianos industriales, comerciantes, productores agrícolas, etc., lo que sin dudas hizo que el empresariado argentino se hiciera más diverso. Ese fue uno de los legados del peronismo: un movimiento obrero más afincado en la industria y una burguesía más heterogénea.
NQ: Comparándolas con otros gobiernos latinoamericanos en esos años, ¿cuáles son las particularidades que destacarías de las políticas públicas del primer peronismo (si estas las tuvieran claro)?
CB: Yo creo que el peronismo comparte mucho con otros movimientos latinoamericanos. No me gusta el término “populista” porque creo que es polisémico y al mismo tiempo todavía tiene una carga muy negativa. Mucho menos la idea de “populismo económico”, un concepto esencialista de raíz neoliberal que se utiliza para caracterizar las políticas económicas que están centradas en la redistribución del ingreso en el corto plazo, y que impedirían la inversión.
Creo que el peronismo aventajó a muchos porque la Argentina de la época (como Uruguay y en menor medida Chile) eran sociedades urbanas más complejas que el resto de la región. Gracias a que dispuso además de un estado también poderoso, pudo proponer y aplicar políticas públicas en lo económico, lo social y lo cultural que fueron más allá de lo que era la norma en América Latina. La legislación social, el avance en el sistema sanitario, la expansión de la educación técnica y universitaria, y luego las políticas económicas, más complejas y variadas de lo que se ha creído. El propio Carlos Díaz Alejandro reconoció alguna vez que el peronismo fue un régimen de avanzada en muchas dimensiones.
En el caso de la política industria, por ejemplo, el avance del estado empresario fue sustancial y alcanzó actividades que en América Latina estaban sólo bajo la órbita del capital privado. El estado empresario no fue muy eficiente y sus éxitos fueron pocos, pero eso no debería oscurecer que el gobierno de Perón pensó con bastante audacia sus objetivos e instrumentos, por ejemplo, llevando adelante experiencias muy notables en la industria automotriz, de tractores o en otras ramas.
NQ:Qué estás investigando en la actualidad? Hacia dónde te gustaría avanzar?
CB: Recientemente publiqué un artículo sobre el Plan económico de 1952 y su impacto económico y social, que se basa en nueva evidencia empírica proveniente del gabinete económico peronista y sobre consumos y precios. Mi idea es continuar una investigación sobre los complejos vínculos entre peronismo y economía, desde el punto de vista de las ideas y de las políticas económicas.
Por otra parte, junto a Silvia Badoza, estamos trabajando sobre el archivo de un grupo económico de la Argentina industrial, la Compañía General Fabril Financiera. Se trató de un caso excepcional de fuerte especialización en el sector y en la integración vertical manufacturero (gráfica, textil, y por a través de sus empresas vinculadas, en la rama del papel y la industria de maquinarias). Creo que esta perspectiva de historia de empresas aporta otra dimensión, de carácter microeconómico, para explicar el desarrollo trunco de la industria argentina.

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